Lujuria

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Marie no podía contener las ganas de estar con él a solas, pero tuvo que dejarlo ir al amanecer antes de que los demás despertaran. Volvió a la cama de Paul y durmió pensando en Gregg.

—Buenos días, mi vida —Miranda recibió un cálido beso de su marido en la frente

—Buen día —respondió ella sonriente

La mayoría estaba despierta y la preocupación había creado un ambiente de sigilo y espera. Todos estaban callados, incluso Charles y JC quienes no se llevaban bien. Después de todo estaban calmados. Decidieron primero desayunar porque raramente amanecieron con hambre, pero la verdadera razón era el miedo, que invadía sus cuerpos llenándolos de una oculta claustrofobia interna que los apuñalaba mientras intentaban no entrar en pánico. Esperaron, todas sus acciones eran lentas, deseando nunca acabar para no tener que enfrentarse con la realidad que los acechaba.

Las manecillas del reloj avisaban la llegada del mediodía, fue entonces cuando el valiente de la familia se alzó.

—Sé lo que están pensando y me parece absurdo —todas las miradas apuntaron a Gregg— se están dando por perdidos... sin haber empezado —dio una vista panorámica— ¿qué es lo que quieren hacer? —ya no hablaba, rugía— saldremos de aquí sin importar lo que pasó ayer, pero ustedes no quieren apoyarme —su voz se tranquilizó— ¿quién está conmigo?

—No podemos hacer nada, intenté entrar al sótano para traer las herramientas necesarias para sacar la puerta y también está cerrada. El celular está muerto como creo, al igual que el tuyo. Nadie escuchará nuestros gritos en una casa de campo con vecinos que viven a medio kilómetro.

"Kilómetro", esa palabra prendió una chispa en la cabeza de Gregg.

—El carro —recordó— está en la cochera, con esa cosa podemos salir de aquí

Buscó las llaves en su bolsillo, ridiculizando otra vez a su inepto hermano. El pabellón de las orejas de Paul enrojecieron por el coraje que sentía, parecía que había decepcionado a Marie y a su hijo por no ser el héroe.

—Las debí haber dejado en el cuarto, sólo denme un momento —Gregg corrió hacia las escaleras

Marie apareció de la nada en la habitación de Miranda. Contempló desde la puerta la imagen esbelta de Gregg que la enloquecía. Se quitó los zapatos y caminó de puntillas, puso las manos sobre sus ojos e inspiró el aroma que desprendía de su cabello. Sin tiempo de hablarle al oído, Gregg bruscamente la empujó con fastidio.

—¡Vete! —un objeto raspó la pierna de Marie— ¿estás enferma?, nos pueden ver

—Si, lo estoy, amor. Estoy enferma y tú eres mi medicina, la panacea de todos mis males. —se levantó y fue a sus brazos— Ven, dame un beso y calma a mis demonios —sonrió, sus manos tocaron el rostro de Gregg, enfureciéndolo

—Estas loca —retrocedió alejándose de ella

—Por ti

—¡Fuera!

—¿Por qué me tratas así? —las lágrimas eran incontrolables. Gregg lo comprendió, ella creía tener algo que nunca le daría, caminó en círculos agarrando fuertemente su cabello ondulado.

—No lo entiendes, pensé que sabías mis condiciones —se arrepintió de haber estado con ella— tú estás confundiendo las cosas —sostuvo el rostro de Marie y lo acercó al suyo, dudaba en el modo de hacerla entrar en razón— Tú... —suspiró— tú no mereces esto, no deberías estar así siempre, lo siento... pero, yo amo a mi esposa, nunca cambiaré a Miranda por nadie —las gotas que brotaban de sus ojos tocaron las manos de Gregg, no era lástima lo que sentía, era asco— la amo, y ella a mí

—Yo te amo —sollozó, él era la razón de su existencia— más que ella— señaló a la puerta, Miranda estaba parada, inmóvil

Gregg sintió una punzada en el corazón, la fragilidad de su esposa era de porcelana. Vio el rostro de Marie y la soltó asqueado. Al voltear a la puerta, Miranda ya no estaba.

—¡Estupida! ¡Eras una más de tantas! —la cólera hirvió su cabeza y le dio una cachetada tirándola al piso— llegaste muy lejos, ella no me lo perdonará. 

—No le digas nada —Marie yacía en el piso con la nariz sangrando

Gregg corrió a consolar a Miranda. Un recuerdo llegó a su mente cuando eran novios, justo cuando él corría intentando alcanzarla para que no se vaya.

"Yo te protegeré, porque es tuyo todo lo que soy", le prometió bajo la lluvia. Miranda, en ese entonces con un largo cabello negro, lo miró dolida. "No, no le digas eso a alguien como yo". 

Ella estuvo a punto de bajar por las escaleras cuando Gregg la sostuvo del brazo. Cedió y se apoyó en la pared. Volvió a recordar.

La lluvia era intensa, él se quitó y puso la casaca sobre sus hombros. Estaba a punto de perderla por primera vez. 

—¿Por qué lo hiciste? —sus manos temblaban

—Ella esta demente, tú sabes que yo... —intentó robarle un beso pero ella lo esquivó

— No diré nada, por los niños, porque ellos no tienen la culpa de su irresponsabilidad como padres —Miranda lo miró directo a los ojos con una mirada glacial; sin embargo, daba todo de sí para no romper en llanto. Gregg asintió

Charles seguía comiendo por la ansiedad. Se percató de un insecto que estaba en la mesa y lo mató.


Ahora si lo completé, KyokoStone. Gracias por ser como eres, no cambies ✌

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