Bienvenidos a Z'kum

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   El sol comenzaba su ascenso sobre las montañas, brindando los primeros rayos de luz a las criaturas del bosque. La suave brisa de la mañana mecía gentilmente las hojas de los árboles, generando un murmullo pacífico y relajante, y proyectando en el suelo una bella danza de sombras. Los ríos, lagunas y mares comenzaban a calentarse, sacando de su letargo a sus moradores, y en las ciudades todos comenzaban a despertar, preparándose para lo que prometía ser un hermoso día de cielo despejado.

Así solían ser los amaneceres en Z'kum, nuestro hogar.

Aquel era un lugar paradisíaco, el más joven de todos los planetas cercanos. No se trataba de un mundo exageradamente grande, pero si lo suficiente para albergar gran variedad de ecosistemas, a cada cual mas extravagante y hermoso que el anterior.

Contaba con grandes océanos cristalinos, cuerpos de agua tan puros que permitían ver la curiosa fauna que habitaba su superficie, entre ellos unos peces enormes que se veían perpetuamente rodeados de otros más pequeños, que buscaban las sobras que pudieran engullir. También algunos grupos más pequeños de una especie de animal parecido al camarón, pero que se desplazaban de un lado al otro mientras avanzaban, como si fueran un solo ser pensante que se dejaba llevar por la corriente. Corales tan enormes que, de no ser por el hecho de que se encontraban bajo el agua, podrían haber funcionado como ciudades para centenares de personas. Todos coloridos y vibrantes, exuberantes de vida, hogar de un sinfín de algas y otros seres vivos de lo mas peculiares. Y en sus profundidades, gigantescas criaturas que jamás abandonaban el abrigo de la oscuridad, envueltas en un halo de misterio. La única razón para afirmar su existencia eran los resonantes bramidos que dejaban escapar de vez en cuando, que estremecían mares completos y daban una idea mas o menos tenebrosa del tamaño de aquellas criaturas.

Numerosos bosques con árboles enormes cubrían gran parte de la masa continental, con sus copas tan elevadas y frondosas que apenas dejaban pasar algunos hilos de luz entre sus hojas. Un aire fresco y vivo los recorría en todo momento, creando la sensación de que la vida misma podía materializarse allí en cualquier momento. Sus suelos se encontraban cubierto de las hojas marchitas que caían grácilmente desde las altísimas ramas, pavimentando el camino de una cantidad increíble de insectos y sus cazadores.

La flora de Z'kum era tan hermosa como extraña: además de la fauna pintoresca, uno podría aventurarse en sus bosques y ser cautivado por flores y frutas que harían estallar los sentidos, tanto por sus colores como por sus aromas y sabores. Enormes junglas se extendían por los planos más cálidos del mundo, una especie limbo donde las plantas habían tomado el control y dado rienda suelta a su evolución, gracias a la casi permanente fuente de luz y calor que los 2 soles de Z'kum brindaban en aquellos puntos concretos.

Incluso sus cielos, de un permanente color violáceo debido a su atmósfera particular, se encontraban constantemente habitados por extrañas especies de aves que se movían en bandadas, con plumas coloridas y picos de todas las formas imaginables, dando como resultado cantos tan hermosos como estrafalarios.

Todo el planeta era un oasis para la vida, salvo por un pequeño rincón.

Una llanura negada de luz solar, cubierta permanentemente por nubes rojizas, como si fueran a llover sangre. Su tierra estaba desgarrada por extensas y profundas grietas, de las cuales emanaba un constante olor a azufre, y no había una sola planta o animal que pudiera prosperar allí. Además, el aire atrapado allí se calentaba tanto que con mucha frecuencia ocasionaba enormes incendios que, debido a los gases allí presentes, se tornaban de un espeluznante color verde lima. Toda aquella área parecía ser parte de un mundo distinto, completamente desconectado del resto de Z'kum.

A pesar de contar con un ambiente tan hostil, el resto del planeta era el hogar de mi raza, los kuumis. Seres de piel púrpura y ojos brillantes que emiten una luz tranquilizadora. Con piernas de tres secciones en lugar de dos y terminando en pequeñas patas mullidas de cuatro dedos, similares a las patas traseras de un cánido, solo que sin pelo. Los machos de nuestra especie poseen una musculatura destacable y un sentido del honor y justicia propio del más ilustre caballero. Por otro lado, las hembras son altas y esbeltas, madres amorosas e individuos de valores firmes y puros. Habíamos nacido, crecido y evolucionado junto con el planeta, y aprendimos a vivir en armonía con él. Cuidábamos la vida y la armonía en Z'kum, y a cambio este nos proveía con abundantes recursos.

Z'kum, paz de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora