Nuevo comienzo

3 0 0
                                    

   Erguida sobre los escombros de Igken su imagen aportaba solo muerte, destruccion y desesperanza. Se tomo un momento para dirijir su fría mirada a los sobrevivientes. Podía ver el pánico que su presencia les producía, el terror en sus corazones. Luego vió al Profeta, que llevaba la Ambrosía en sus manos, y entonces rompió el silencio.

   - Veo que has encontrado mi tesoro, mortal. Entrégamelo, y consideraré perdonar a tu gente y su mundo.

   - ¡No lo hagas! - grito Xat -. Ese demonio no debe tener la piedra o toda la creación sufrirá un exterminio. Y eso es malo, ¿sabes?

   - Muy bien. Si eso es lo que deciden... ¡LOS QUEMARE A TODOS JUNTO CON ESTE MUNDO MARCHITO!

   Mathia alzó sus brazos hacia las nubes que cubrían el cielo y juntó sus manos, produciendo un estruendo ensordecedor. De estas comenzó a salir un brillo rojo incandescente. Cuando finalmente las separó, se pudo ver en su lugar una enorme bola de fuego llameante suspendida, como si de una estrella se tratase.

   - ¡MUERAN!

   Y con esa simple orden, el gigantesco proyectil comenzó a avanzar hacia el grupo de sobrevivientes que el Profeta pretendía salvar. Si esa bola de fuego los golpeaba, no había forma alguna de sobrevivir, ese sería el fin para su gente y para Z'kum. El Profeta miró fijamente aquel orbe abrasador, esperando el fin y lamentandose por no haber podido defender a su pueblo, era conciente que no tenia el poder de hacer algo al respecto.

   En ese momento, entre lamentos y temor, pudo distinguir un delicado sonido que provenía de aquella runa que decía ser su aliado. Era un sonido suave, como si se tratara de pequeñas ramas mecidas por el viento.

   - Profeta, tu mision aún no ha terminado. Sube a los tuyos a mi nave para que puedan tener un mañana.

   El Profeta estaba extrañado con sus palabras. ¿Qué podía hacer aquel ser tan fragil contra semejante demostración de poder destructivo?. Pero, aun así, el sonido que producía era tan relajante que pudo hacer sus pesares a un lado y acatar la orden de su misterioso compañero. Uno a uno los refugiados  que había reunido fueron abordando la extraña nave mientras que el ayudaba a los más ancianos o heridos.

   - Todos sus esfuerzos son inutiles, seres insignificantes - profezó Mathia -. No hay lugar donde no los encuentre, ¡soy el poder encarnado, mi voluntad es ley!

   La enorme bola de fuego estaba a punto de impactar, ya todo parecía perdido. Los últimos sobrevivientes estaban abordando la nave, pero no harían a tiempo a encender los propulsores y alejarse lo suficiente para escapar de la explosión. Todos los esfuerzos del Profeta por mantener a su gente a salvo, para poder darles un futuro prospero y mantener sus esperanzas los condujeron hasta aqui, al final que tanto temía.

   Finalmente, la gigantesca esfera de llamas colisionó contra el suelo, con una fuerza tal que barrió por completo lo poco que había quedado de la ciudad de Igken. La onda expansiva destrozó toda la vegetación a kilometros de distancia, las montañas desencadenaron tremendas avalanchas, y los mares crearon olas monstruosas por todo el mundo. Las llamas dejaron aquella zona completamente chamuscada, y el humo producido por las llamas cubria toda el area de impacto. Aquel fue el fin de Z'kum. El exterminio de los kummis.

   O eso creyó Mathia.

   Cuando el humo comenzó a disiparce al cabo de unos minutos, dejó entrever una especie de luz vidriosa entre el fuego. No estaba segura de que podria ser, pero aquella explosión debió acabar con todo, no existía la posibilidad de que sus victimas hubieran sobrevivido a tal destruccion. A medida que se dispersaba más la zona, también era más claro de que se trataba. Cuando al fin se podía ver con claridad, Mathia simplemente no podía creer lo que tenía frente a ella: una capa de un material parecido al cristal había envuelto a los kuumis y su nave, sin hacerle siquiera un rasguño. Aquella especie de escudo brillaba ocasionalmente con un espectro luminoso similar a un arcoiris, y su superficie era tan lisa como la porcelana.

   - ¿¡CÓMO ES POSIBLE!? ¿¡QUIÉN SE ATREVE A DESAFIAR A LA COMANDANTE DE LOS DEMONIOS!?

   La única respuesta que recibió fue el sonido de los propulsores de la nave encendiendose, en un intento desesperado de aprovechar la sorpresa de su letal perseguidora. Le llevo apenas 3 segundos despegar del suelo y tomar velocidad hacia el cielo, a la par que aquella manta de cristal se desvanecía permitiendole partir.

   - ¡¡NOOOOOO!! ¡No permitiré que se vayan con mí Ambrosía!

   Se preparó para lanzar otra devastadora explosión de fuego, pero antes de que pudiera juntar sus manos aquella runa tan misteriosa apareció frente a ella.

   - Y nosotros no permitiremos que caiga en tus manos, demonio.

   - ¡Juro que cazaré a cada uno de ustedes, aunque tenga que recorrer los confines de la creación!

   Mientras la nave se alejaba de la superficie, el Profeta pudo localizar una especie de ventana en uno de los laterales. Fijó su mirada a Mathia y aquel ser luminoso, y contempló como ambos emitían un brillo propio, a la par que la tierra se sacudía. Cuando casi abandonaban la atmosfera de su mundo sintieron una leve sacudida seguido de un flash que cegó a todos a bordo momentaneamente. Una vez que recuperó la vista volvió a mirar en direccion a aquellos dos seres, pero en su lugar solo había un crater humeante y polvo.

   Una vez se encontraron a una distancia prudente, el Profeta se dedico a atender a los sobrevivientes que había salvado. Varios de ellos estaban heridos por culpa de los demonios o aterrados por los horrores que presenciaron. Les prometió que los guiaría a un nuevo hogar, empezarían de cero y que él los mantendría a salvo. Mientras se encontraba vendando a un anciano, algo llamo su atención por la ventana. Se acerco para ver mejor, y la imagen que llego a sus ojos le arrancó una lágrima desde lo mas profundo de su corazón.

   Todo Z'kum se encontraba ahora sumido en la corrupción del Llanto del Fin. Aquel mundo que había sido su hogar durante tanto, tan joven y lleno de vida, ahora solo era una roca verde humeante flotando en el abismo. Lo único que prosperaba alli era el fuego verde que seguía propagandose sin control. Se volteó hacia el grupo de kuumis rescatados. Era una postal muy dolorosa para seguir mirando.

   - Y bien - dijo Xat. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que habló que el Profeta había olvidado que seguía con el - Hiciste todo lo que pudiste, joven amigo. Pudiste rescatar a un grupo de camaradas y escapar de aquella  piedra llameante, pero esto no acaba aquí.

   - ¿ A qué te refieres? - preguntó. - Tu mismo lo dijiste, hice todo lo que pude, ¿que más resta ahora?

   - Bueno, piensalo asi. Conociste a la lider de la fuerza más destructiva del universo, la hiciste enojar y ademas escapaste con algo que ella quiere, ¿acaso crees que no te seguira? Yo lo haria, pero bueno, ahora solo soy una piedra, no llegaría muy lejos.

   - Tienes razón. Es solo cuestión de tiempo para que nos encuentre de nuevo, y no podremos volver a huir. Debemos encontrar nuevos aliados y un lugar para volver a empezar. Debemos prepararnos para lo peor.

Z'kum, paz de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora