Último recurso

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   - Tu - vociferó el Profeta -. Traicionaste a nuestro pueblo, mataste a un miembro del senado y diste rienda suelta a los demonios en este mundo. Jamas permitiré que pongas tus manos sobre esa cosa.

   - Jajaja ¿y qué harás al respecto, darme un sermón para que me arrepienta y me vaya? Piénsalo bien amigo, tenemos ante nosotros la posibilidad de ser más poderosos que nunca. No dejes que estos patéticos debiluchos te cieguen a la verdad, este poder es nuestro por derecho, y con el podremos gobernar no solo este mundo, sino todo el universo. ¡Únete a nosotros, Profeta, y comencemos una nueva era de conquista juntos!

   - Alguien como tu - el aire a su alrededor comenzaba a sentirse más pesado -, tan codicioso y despiadado, ¡NO TIENE DERECHO A GOBERNAR!

   En ese momento, la luz de los ojos del Profeta se intensificó abruptamente,mientras que esta comenzaba a girar a su alrededor, rodeándolo, como si quisiera protegerlo. Primero cubrió sus pies hasta los tobillos, todavía girando pero en ningún momento lo tocaba, sino que mantenía una forma cilíndrica con el Profeta en su interior. A medida que la luz iba subiendo y cubriéndolo más, se sentía mas poderoso y aliviado, y la cámara de la bóveda también parecía cambiar, dando lugar a una atmósfera mas cálida y acogedora, casi tan dulce y pura como una suave caricia en el alma. Al final terminó por encerrarlo, junto con la Ambrosía, en un domo completamente cerrado y brillante que lo separaba de Cazh.

   - ¿Qué magia es esta, Profeta? - Cazh se veía confundido. En todos los años que habían sido miembros del senado, ni el ni Konker presenciaron esa habilidad ni la escucharon mencionar siquiera -. No importa. Tomaste tu decisión, así como yo tome la mía. Es una pena tener que tomar esa gema de tus manos muertas, pero al menos tendré con que entretenerme.

   Se colocó en posición, listo para cargar contra el escudo de luz, a la par que su rostro dibujaba una sonrisa sádica. Era como si aquella situación representara un momento de máxima satisfacción. Entonces comenzó a correr a toda velocidad contra el escudo de luz dispuesto a hacerlo pedazos junto al Profeta, y tomar la Ambrosía para su nueva maestra. Cada paso que daba retumbaba en toda la sala, su nuevo cuerpo era tan musculoso y grotesco que bien podría romper cualquier puerta de acero sin esfuerzo con aquella velocidad. Pero la luz que no vacilaba, seguía rodeando al Profeta dispuesta a protegerlo de aquel demonio grotesco. Cuando Cazh finalmente golpeó el domo este se fracturó, pero asombrosamente seguía en pie.

   - Eso fue genial, mi estimado amigo - acotó Xat -, pero el tamaño de esa raja en el escudo dice a gritos que otro golpe como ese y estamos muertos. Si tienes otro as bajo la manga es hora de que lo saques, sino, fue un placer tenerte de visita.

   El Profeta metió la mano en los bolsillos de su túnica, desesperado por cualquier cosa que pudiera usar contra Cazh. Entonces sacó el artefacto que Gipp le había dado en el Llanto del Fin. Tan pronto como lo sostuvo en sus manos, la luz que hasta entonces formaba el domo ahora parecía ser absorbida por aquel objeto extraño a una velocidad vertiginosa. En cuanto toda la luz estuvo contenida en el artefacto, un enorme haz de luz blanca irrumpió en la cámara, rompiendo el techo y cayendo justo sobre Cazh.

   Apenas se podía mantener los ojos abiertos frente a esa luz tan potente. Mientras el Profeta intentaba ver que sucedía, pudo escuchar un grito desgarrador proveniente de Cazh. Cuando finalmente su vista se adaptó al exceso de luz, vio el porque de ese grito: el haz estaba desintegrando a Cazh. Este mantenía la fuerza en su vos a medida que iba desapareciendo, una imagen tan violenta como increíble. Al cabo de unos segundos ya no quedó nada donde antes el demonio estaba de pie, y el potente haz se extinguió al mismo tiempo que los gritos de dolor.

   Pero no todo había desaparecido. Algo brillante flotaba donde momentos antes se encontraba Cazh. Tenía una forma extraña, como si se tratase de una runa o grabado antiguo, y parecía llamar al Profeta con su luminiscencia intermitente. No pudo evitar caminar hacia aquella extraña figura con la mano extendida. Se acercó hasta casi rozar aquel objeto, y entonces desapareció.

   - Te saludo, aliado de la luz - la vos resonaba por toda la sala con un tono dulce y tranquilizante -, nos alegramos de haberte encontrado.

   - ¿Quién habla? ¿Tu también lo escuchas, Xat?

   - ¿Qué si escucho qué? Lo siento, estaba distraído. ¡Claro que lo oí, soy viejo no sordo!

   - Tranquilos amigos, somos aliados. Ojala pudiera explicarles la situación en mayor detalle pero las cosas allá afuera están cada vez peor. Deben reunir a todos los sobrevivientes que encuentren y llevarlos al centro de la ciudad. Una vez allí podremos ponerlos a cubierto.

   En ese momento el Profeta no pudo evitar preguntarse que hacer, ¿debía seguir las ordenes de alguien o algo que no conocía y que ademas tenía el poder de destruir a alguien tan poderoso como Cazh con un haz de luz? Por otro lado, ¿qué podía hacer en aquella situación? Cada segundo que pasaba los habitantes de Igken morían en manos de los demonios o eran transformados.

   - Ve, Profeta - dijo Xat -. Puedo sentir la bondad en su voz y la razón en sus palabras. No se quien es, pero puedes confiar en el.

   Asintió. Muy a su pesar debía poner el destino de su pueblo en aquellos que se hacían llamar sus aliados. Colocó la Ambrosía en su bolsillo y se apresuró a recorrer las calles donde los demonios todavía no habían masacrado a los habitantes. Solo esperaba poder reunirlos a todos antes que Mathia apareciera.

Z'kum, paz de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora