el gato.

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Erase una vez en una época lejana pero a la vez cercana, un joven gato negro y callejero. El gato negro se enamoró de una joven blanca domestica. Él  rápidamente se dio cuenta de que tenían vidas muy distintas; él vivía en las calles, huérfano desde joven se ganó la vida robando a los humanos, peleando con otros gatos para lograr subsistir, pero en cambio ella era distinta, pura cómo lo es una rosa blanca se había criado inocente a el mundo exterior a su casa, todo lo que necesitaba se lo daban sus amos, de vez en cuando veía a esos padres suyos, también gatos domésticos. Él se colaba de vez en cuándo en su casa para poder verla, poder hablar con ella, le contaba los sucesos que ocurrían en el exterior, y ella le escuchaba perpleja, incapaz de creerse un mundo fuera de esas paredes, el gato negro le contó sus sueños a esa joven y pura gata blanca, cada uno de ellos, cada una de sus penas, y lentamente ese gato negro dejó de ser lo que era, un ladrón, un maleante, un gato conflictivo. Pero los problemas no tardaron en llegar, los amos de la gata blanco encontraron al gato negro en su casa y lo echaron, asegurándose de que no volviese nunca más, cerrando la ventana por la que solía entrar y tapiando el agujero por el que se podría colar él.

Rápidamente la historia pasó a oídos de los gatos callejeros con los que se juntaba él.

-Olvídate de ella, no te hace ningún bien un gato doméstico, sal con nosotros, juguemos con los humanos y juntémonos con otras gatas callejeras.- Pero el gato negro no quería ir, no quería otra gata, no quería nada que le convirtiese de nuevo en lo que una vez fue.

-No, esperaré, en algún momento la podré ver. No podría ir con vosotros sabiendo que ella está ahí.

-No digas bobadas, todas se tiran a tu cuello y tú sigues emperrado en esa domestica, el amor no existe, lo sabes bien.

Él no los escuchó, y se fue, se alejó de su antigua vida, esperando poder volver a la gata domestica.

El gato negro pasaba todos los días por delante de la casa de los amos de la joven gata blanca, el deseaba verla, deseaba hablarla, pero nunca se volvieron a ver, nunca volvieron a saber el uno del otro.

  Ahora decidme ¿De verdad todas las historias románticas tienen finales felices?  No todas las historias son triste, pero tampoco todas las historias son felices. 

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