12 horas para amar.

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Dejo el ramo de rosas blancas en el florero que está al lado de su cama, al mirarla, mis ojos se anegan de lagrimas, se la ve tan cansada... Parece que ya no puede luchar más... Parece que... En cualquier momento se irá. Sostengo su mano recordando nuestros paseos nocturnos por el parque de lo abetos, mirando al cielo, ambos deseando que una estrella fugaz brillara de la nada para desear estar siempre juntos, pero ahora parece que ese "hasta que la muerte nos separe" va a ser más rápido de lo que nunca hubiéramos pensado.

Aún recuerdo su vestido el día de la boda, la sonrisa mientras la sostenía de la mano y el beso tras los votos. Sus risas mientras hablaba con las damas de honor. La apasionada noche de bodas en la que los besos y los "te amo" volaron junto con la ropa. Recuerdo... Cuando empezamos a hablar de tener nuestro primer hijo, como lo llamaríamos, si sería niño o niña... Esa ilusión en sus ojos no se me olvida aún 3 años después... Pero nada de eso pudo ser.

Varios meses después le diagnosticaron cáncer terminal, cuando se lo dijeron, ambos pensamos que era una broma, que era imposible tener un cáncer terminal siendo tan joven. Al llegar a casa ella me dijo: "Todo irá bien mi amor, ¿O acaso dudas de la palabra de tu esposa?" 

Obviamente le dije que no con una sonrisa. Pero por una vez, sabía bien lo que iba a ocurrir, así que decidí aprovechar nuestro tiempo, el poco que nos quedaba juntos.

Fuimos a Atenas, se la veía feliz... pero de alguna u otra forma, también algo cansada. Depués de ese viaje... la ingresaron.

Desde el día de su ingreso, la vi marchitarse lentamente como se marchitan las rosas... poco a poco... cada día un poco más. Al cabo de un año su mirada se había apagado, sus esperanzas de salir de aquello... se habían esfumado; pero ni aún ahora pienso dejarla sola.

Sostengo su mano con fuerza, mirándola con una sonrisa la beso en los labios. Esta se despierta y lentamente abre sus ojos, un tenue brillo los inunda al encontrarse con los míos y ella coge mi mano entre las suyas. Le costaba el mero hecho de mantenerse despierta. Le comencé a contar todo lo que habíamos pasado, lo bueno y lo malo. Todos esos momentos que habíamos pasado juntos, ella sonreía al recordarlos, y callando mis palabras suspiro un " en verdad, te amo."

El cardiógrafo dejó sonar un desgarrador y continuo pitido, yo sostenía ahora su mano entre las mías, incapaz de controlar las lagrimas y susurrando "yo también cielo... yo también te amo."

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