Acampando

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"A nadie le gusta la luna y el sol más que a mi, quizás suene ridículo, pero les he tomado mucho cariño, y les considero algo importante en mi vida."

Con mi ahora típica cara de desprecio, volteé a ver a Eón quien estaba tirado sobre la combinación de pasto y tierra que nos rodeaba, inmensos arboles cuyas hojas poco dejaban ver la luz de la Luna, pero que esta alcanzaba verse entre sus ramas.

-Creo que necesitas un poco de aire fresco, pero cuida que no entre en esa cabezota tuya, que poco falta para que explote - Dijo Eón mientras ponía las manos frente a sus ojos, supongo para no ver la poca luz que se reflejaba.

- No se tú, pero a mi, no me da mucho ánimo de quedarme aquí - Dije mientras chocaba la espalda contra un árbol... Oh, pero, un minuto, tiene... -¡AAAAAAGH! -  Sentí cada una de las espinas que se incrustaron en mi espalda, Eón quitó las manos de sus ojos y se levantó enseguida... -Oye, pobre árbol - Dijo mientras miraba las espinas de mi espalda... -¿Qué? ¡¿Qué?! No seas tonto y ven a quitarme estas cosas- Riéndose como si a mi me causase risa, me dijo: 

-Yo no tocaré tu espalda, me da asco - Dijo mientras reía en bajo volumen 

- ¡Me da completamente lo mismo! ¡Apúrate! - Grité ya muy sofocado

- Ñoh~ - Dijo volviendo a poner las manos sobre sus ojos.

Sabía que lo seguiría negando, y traté de quitarlas por mi cuenta, más no lograba localizar ni una sola, y terminaba hiriendo mis dedos, pasé al rededor de una hora tratando con las insoportables espinas, tiempo en el que Eón se quedó dormido al pie de un árbol que parecía tener numerosas de ellas (espinas)... -Ojalá y las haya en donde está Eón- Dije con un tono de malicia, pero al mismo tiempo dando pequeños brincos por el dolor.

 Decepcionado, cansado y ya muy enojado pese a mi mala suerte, no pude evitar quedarme dormido... Esta vez al despertar, era de noche y me encontraba acompañado por una chica, quien al parecer, me veía desde hace un rato. No lo negaré, estaba un poco asustado cuando le vi, pero pronto mi susto pasó a ser curiosidad... Aquella chica tenía el cabello ondulado, de color blanco con algunos mechones grises, sus ojos, al igual que aquellos mechones, eran grises, pero muy claros, su piel era blanca, lo bastante pálida como para aparentar estar débil... Medía pocos centímetros menos que yo, e iba vestida de blanco, con alhajas de color azul muy oscuro, casi de color negro. 

 Al verme despertar, la chica se sentó a mi lado y no paró de observarme, era demasiado bonita como para ser real, y, demasiado rara como para estar viéndome -"Que linda" - Fue lo único que pasó por mi mente en ese momento... La chica comenzó a reír, si ya su físico era de admirar para mis ojos, ahora su, no está de más decir, bella risa era lo que hizo que me diera más curiosidad... La chica, pasado un tiempo fijó su mirada en las espinas de mi espalda y las quitó una a una...

-¿Quién eres? - Dije, mientras la chica dejaba de quitar las espinas.

- ¿Quién crees que soy?- Dijo ella mirando hacia el inmenso azul del cielo.

- No lo sé, es por eso que le pregunto, señorita. - Volvió a reír como hace unos momentos y me dijo.

- Soy Diana.

- ¿Diana?- Ahora no estaba acostumbrado a ese tipo de presentaciones...

- Si, Diana... ¿Tú quién eres?.

La verdad, no sabía que decirle, aún no sabía mi nombre, ni la forma en la que debía presentarme, así que...

-Soy un viajero...

El Viajero de las Manecillas del RelojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora