16. Tsukishima e Izaya

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Zona sur de Ikebukuro

Departamento de Tsukishima y Roppi

1 de agosto, noche

La mirada herida de Roppi, cargada de emociones varias, le resultaba mucho peor que cualquier golpe físico que pudiera recibir. Tsukishima trató de ignorar la manera en que Roppi permanecía con los ojos puestos en la ventana, aunque no se daba cuenta de nada de lo que estuviera por los alrededores del edificio.

–Roppi espera a que regrese, ¿de acuerdo?

El Alterno no respondió. Tampoco dio muestras de haber reparado en él. Tsukishima no tuvo más remedio que confiar en que Roppi no haría nada durante su ausencia. Se atrevió a besar su frente antes de marcharse al hogar de Orihara Izaya.

Para suerte suya, cuando llegó al departamento se encontró con Shizuo Heiwajima solamente. Este estaba sentado en el sillón. En vista de la ausencia de Izaya, Shizuo probó ir cojeando hasta el sitio, no temiendo que fuera a montar algún ridículo. Se había tropezado un par de veces pero al final consiguió llegar hasta la sala.

El monstruo pareció tensarse al ver al recién llegado. A su vez, Tsuki formó dos puños para evitar llevar sus temblorosos dedos a la bufanda blanca.

Aunque distaba mucho de ser tan hábil como Izaya o incluso Shinra en las lecturas dadas a los demás, Shizuo supo que el Alterno había llegado para reprocharle algo. Decidió adelantarse y tomar una postura defensiva:

–Él que debería asumir su responsabilidad eres tú –le reclamó Shizuo apenas modulando el tono de voz–. Me pregunto si no tienes en ti parte de esa maldita pulga. ¿O me dirás que no era tu intención inmiscuirte en mis asuntos? Todo iba muy bien hasta que...

¡Qué bien se siente haber soltado eso!

–¿Hasta qué?

–Yo no necesitaba saberlo. Funcionaba que me permitiera ser un monstruo y nada más. Eso era suficiente.

–Bueno, si les gustaba mentirse el uno al otro, supongo que debo disculparme.

Shizuo gruñó.

–Ya sea que en verdad lo quiera o no, el maestro requiere de su ayuda, Heiwajima-san. De la de varios de nosotros en realidad.

–Hace poco permití que me humillaran, todo por esa pulga. No pienso hacer nada más por él –dijo Shizuo queriendo ponerse a fumar. Se llevó la mano al nacimiento del cabello.

Sé que le dije que podía usarme, pero aun así...

Shizuo no sabía que Tsukishima tenía lo que el necesitaba de vez en cuando: paciencia.

–Piense que si Orihara-san logró perdonar algo como lo que usted hizo, ¿no será porque también aceptó que le había sido poco honesto?

Hubo una pausa que luego rompió Shizuo.

–¿Qué quieres que hagamos?

–Sorprendentemente, no usar nuestra fuerza.

–¿Entonces de qué podríamos servir?

–De mucho. Ahora deje de hacernos perder el tiempo.

Shizuo calló sus protestas (o eso trató) e hizo un esfuerzo por mover el cuerpo destrozado. Si bien temblaba un poco, cuando se vio de pie, reconoció que nunca dejaría de maravillarle y, disgustarle la mayor parte del tiempo, lo fuerte que era.

–¿A dónde vamos?

–Vamos a reunirnos con un par de Alternos que no conoces.

–Lo que me faltaba. ¿Míos o de Izaya?

Los Alternos de IkebukuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora