Ikebukuro, cerca del barrio de Shinjuku
19 de julio, altas horas de la noche
El haber encontrado a un hermano suyo había puesto de muy buen humor a Izetsuki. Como suponía, aunque los Alternos estaban al tanto de la disputa entre Roppi e Izaya, nadie parecía estar enterado de lo que había hecho Tsukishima (sin ser intencional). En cambio, Izetsuki que había escuchado la conversación entre Shizuo Heiwajima y Tsuki, podía ya empezar a plantearse futuros escenarios en los cuales le gustaría participar. La expresión contrariada de Shizuo había agradado sobremanera al Alterno de Izaya que, a sabiendas de la extraña relación que mantenía el monstruo con el maestro, no encontró inesperado que hubiesen llegado a ese punto donde el placer dio lugar a otras cuestiones del corazón.
Izetsuki se distrajo al volverse a la figura que estaba por detrás de él y que posiblemente llevaba bastante tiempo siguiéndole.
Izetsuki no pudo esquivar el golpe: tras sentir como se le perforaban el estómago y la espalda con la cruz metálica, se vio sobrevolando la calle hasta darse de lleno contra el edificio más próximo. Se quedó sostenido por la cruz, así como sucede cuando los cazadores con lanzas ensartan a los peces. Mientras la sangre caliente salía a través de la herida y se mezclaba con la sangre teñida en su ropa –la cual en algún momento había pertenecido a la gente que le gustaba acosar–, Izetsuki llevó las manos a los brazos de la cruz, intentando darse soporte. De lo contrario, seguiría deslizándose por la misma hasta causarse un daño irreparable.
Pritzuo siguió fumando y le miraba con bastante interés y por completo satisfecho con su obra. Ensanchó su sonrisa cuando vio al Alterno escupir sangre, dada la fuerza con la que se había mordido la lengua al prepararse para el golpe. Él también pensaba en el Alterno como un animal cualquiera a quien por fin había logrado atrapar. A diferencia del resto, Pritzuo había aceptado de buena gana cumplir cada una de las peticiones del maestro. Sin embargo, hasta el momento no había tenido oportunidad de encontrarse con el auténtico monstruo de Ikebukuro. Ansiaba poder hacerlo algún día.
–¿Qué sucede, Zetsu? ¿No te agrada la vista? –se mofó, mientras dejaba caer la colilla de cigarro para después restregarla contra el piso.
Al no observar alguna respuesta satisfactoria por parte de Izetsuki, el Alterno de Shizuo se acercó lentamente al extremo de la cruz. Lazándole una mirada de advertencia, y viendo que la cruz no solo había atravesado por completo a su presa sino que también estaba bien sujeta a los ladrillos del edificio, el Alterno se recargó con todo su peso en el extremo.
Izetsuki dejó escapar un grito de dolor que después trató de ocultar riendo. Siguió riendo y gimiendo hasta que se sintió agotado por el esfuerzo de aferrarse a la cruz. Posando su mirada en Pritzuo que quizá esperaría ahí de pie hasta que muriera desangrado, Izetsuki pensó en lo mucho que odiaba a ese cazador. Desde su concepción hacia tan solo cuatro años atrás, Izetsuki no pareció renegar de su condición. En algún punto, la desesperación de Izaya le orientó a querer a un clon que pudiera superar a Shizuo (¡en fuerza y resistencia!) En realidad, esa era la razón de ser de Izetsuki. Aunque se parecía al maestro, sin duda su fuerza descomunal que igualaba a la del monstruo, era gracias al último. Él tenía que haber sido quien matara a Heiwajima, pero no contaron con que Izetsuki mostraría mucho mayor interés en observar al resto de los ciudadanos de Ikebukuro que no tardaban en mostrarse recelosos con él.
Izetsuki estaba bien con eso. No pensaba igual que Shizuo Heiwajima. No, a él no le importaba ser temido por los demás. Le gustaba siempre y cuando no le alejaran lo suficiente. Con la mirada fija en el charco de sangre que se estaba formando por debajo de él, Izetsuki siguió pensando en que disfrutaba enormemente ser como era. Por eso odiaba a Pritzuo. De alguna manera la expresión de asco que siempre ponía éste al toparse por la ciudad de Ikebukuro, más de una vez le hizo preguntarse por el valor de su propia existencia. ¿Realmente resultaba un ser tan desagradable?
–¿Duele tanto como para poner esa mueca? –preguntó de repente Pritzuo.
Izetsuki levantó la cabeza.
–Pensaba en el terrible error que has cometido, imbécil. ¿Es qué eres tan idiota como para no saber ya la situación en que nos han puesto nuestros hermanos?
–No pienses que me importaría saber algo como eso. Ahora cállate y muérete de una vez, ¿quieres hacernos ese favor?
–No dudo que eso sucederá –empezó a decir Izetsuki que empezaba a sentir como la sangre le subía a la garganta. Pensó que no tardaría en ahogarse con ella–, pero solo es cuestión de tiempo para que todos me sigan, ¿sabes? Puede que encuentres maldita mi existencia, pero ¿qué hay de la tuya?
–No pienso morir si es lo que preguntas –repuso Pritzuo apoyando su otro brazo en la cruz, de modo que esta vibró. El Alterno herido soltó un sollozo pero mantuvo su expresión cínica.
–¿Tú crees que la solución es atacar al maestro? Puede que sea posible mantener el suministro de esa manera, pero yo pienso que el camino es por otro lado. Admítelo; no puedes confiar en los demás...
–Antes muerto que dejarte escapar de nuevo –Pritzuo se alejó de la cruz para luego arrodillarse frente a la sangre perdida por Izetsuki. Pasó sus dedos sobre ella con aire distraído.
Sintiendo como su vista se nublaba, Izetsuki cambió de estrategia.
–Yo sé que Izaya Orihara no dejará pasar por alto el descaro de Hachimenroppi. Cada uno de nosotros va a pagar. Además, estoy seguro de que Heiwajima está a punto de empeorar las cosas. Sabe de algo muy interesante. Algún Alterno se lo hizo notar hace poco.
–¿Así es como vas a pasar tus últimos instantes? ¿Tratando que te ayude a sobrevivir? No pensaba que caerías tan bajo –se burló Pritzuo.
–Los Alternos se muestran temerosos frente a nosotros. Piensa que si tienen las agallas de amenazar al maestro no perderán tiempo en ocultar el suministro de personas como tú y yo.
–...
–Si me dejas ir, estoy seguro de que podremos adelantarnos.
–Yo mismo podría lidiar con ellos: con los Alternos y el maestro, quien puede acepte que los elimine. Fueron un fracaso después de todo.
–Quizá. Tal vez seas mucho más fuerte que el mismo monstruo de Ikebukuro, pero no eres listo. Anda, hazte un favor y deja que te pruebe lo que soy capaz de hacer. Soy tan feliz siguiendo y atormentando a los humanos como para que muera de esta manera. Además, ¿quién podría entretenerte si muero? Podría decirse y no estaría exagerando, que yo soy la razón de tu vida, de tu creación.
Pritzuo se mostró dudoso solo unos momentos más. No tardó en dedicarle una mirada extraña a Izetsuki. Después, posando su pesada mano en el hombro del Alterno, jaló la cruz hasta ponerla a su lado. Izetsuki gritó de dolor cuando el otro le dejó caer en el suelo sin mayores consideraciones. Se abrazó a sí mismo mientras Pritzuo se mostraba curioso.
–Incluso alguien como yo se sentiría mal por lo que pueda sucederte si acaso no cumples el acuerdo, ¿te queda claro?
Era evidente que Izetsuki no podría responderle aunque quisiera. Pritzuo cargó la cruz sobre un hombro y en el otro al Alterno que no paraba de preguntarse qué tan buena idea habría sido proponerle un acuerdo como ese al monstruo.
Sin embargo y pese al odio, al parecer de Izetsuki un tanto injustificado, Pritzuo le cuidó muy diligentemente durante aquella noche y parte del día siguiente hasta que el Alterno de Izaya se hubo recuperado casi por completo; al fin y al cabo, tanto él como Pritzuo exhibían el mismo poder regenerativo y sin duda envidiable que tenía Shizuo Heiwajima, quien se pensaba a sí mismo como el más fuerte de Ikebukuro. El par de Alternos no tardaría en demostrarle que no lo sería más.
Así pues, dos días más tarde, Izetsuki se escabulló y adentró en el departamento del maestro y confirmadas sus sospechas, decidió alertar a Pritzuo que también había visto a Shizuo vagar el día anterior por el barrio de Shinjuku, muy lejos de su residencia. Tampoco pasó mucho tiempo para que ambos supieran de la reunión efectuada en casa de Sakuraya y Shitsuo. Aunque no sentían el mínimo agrado el uno por el otro, los Alternos decidieron celebrar la suerte que estaban teniendo hasta el momento, la cual esperaban no acabara pronto.
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Los Alternos de Ikebukuro
FanficCon el propósito de eliminar al monstruo de Ikebukuro, de una vez por todas, Izaya Orihara consiente la creación de los llamados Alternos. Sin embargo, tras subestimar las voluntades de todos ellos, el famoso informante de Shinjuku deberá encontrar...