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Allen se despertó mas temprano que de costumbre y revisó el cuarto de Hiroki. Vacío.
Alarmado le marcó varias veces obteniendo como respuesta que el equipo estaba apagado.
Sus compañeros hicieron bromas acerca de que Hiroki podría haber amanecido con una chica; Allen no descartaba la opción, pero mejor se dedicó a investigar.

Ya a medio día y ni un rastro del chico, no era para nada normal. Preguntó en los sitios que solía frecuentar pero nadie lo había visto sino el día anterior. Entró a la librería preferida de su sujeto de búsqueda y preguntó al dependiente. Era nuevo y no conocía a Hiroki.

¿Que habría pasado con el otro dependiente? Se fue sin explicación el día anterior a la posible desaparición de Hiro. Sin más pistas, no tuvo otro remedio que relacionar los sucesos.

Se involucró lo mejor posible en investigar el perfil del tipo llamado Sudou. Ya habían pasado dos días y ni rastro del chico. Hora de llamar a la policía.
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Un cliente le daba pequeños sorbos a su brandy mientras se apoyaba en la barra. El lugar, un prostíbulo clandestino se dedicaba a la trata de personas. O eso sospechaban.
El hombre en la barra aguardaba su turno para entrar a las habitaciones. Fue escoltado, despojado de todas sus pertenencias excepto su ropa, y conducido por los pasillos oscuros adornados con luz neón hasta un pequeño cuarto. El cliente entró y cerró con seguro. Un hombre joven, pálido y de mirada perdida aguardaba en el borde de la cama. Estaba bajo influencia de drogas.

El hombre que había entrado aguzó el oído en la puerta y después de un momento deshizo la sutura en su brazo. Con un gesto de dolor extrajo de debajo de su piel un diminuto comunicador. "están aquí"

En una de esas habitaciones otro hombre agarraba la cintura de un chico flaco y casi inconsciente, lo que e podía llamar follar duro. Solo que el chico no era una puta por voluntad propia.

Si bien, las drogas lo confundían, en los pocos momentos de lucidez sentía de nuevo desesperación. Esperanzas apagadas y sueños rotos era lo que tenía. Ni su cuerpo le pertenecía. Y era peor cuando lo violaban sin drogas. Podía percibir todo.

Disparos. Uno. Dos. Demasiados. El viejo detuvo su frenesí y se subió los pantalones. El chico saltó de la cama y se encogió en un rincón. Una bala le rozó el cabello e impactó contra el concreto.

-¡policía! ¡ salgan de allí no hay peligro!
¿Habría oído bien? No sabia si podía contar con sus sentidos incluso en conciencia. Un nuevo disparo y el piso tembló con la caída del viejo que lo violaba minutos antes. Disparo en la cabeza.

El detective se felicitaba en secreto por otro buen trabajo mientras treinta personas jóvenes entre hombres y mujeres eran sacados en ambulancias...

Ahora tenia que atender un caso reciente, algo parecido. Miró en su carpeta el caso:
Hiroki Naraya. Dos días de desaparecido.

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