Parte 2

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Dos meses después de la boda; Joan y Gustave fueron a visitar a Claude y Mercy, para comunicarles sobre su decisión de establecerse definitivamente en Arles, Francia, la tierra natal de Gustave.

Mercy había celebrado la noticia, Claude también, pero en su interior aquello no había caído muy bien. Si quisiera ir a visitarlos cualquier fin de semana, no sería tan fácil. No era un lugar al cual podría llegar en un taxi o en un bus en cuestión de minutos. Estarían muy lejos de ella. De igual manera, con ese pensamiento en la cabeza, apoyó la decisión con una sonrisa.

Transcurrieron dos semanas y Joan y Gustave tomaron el avión. Esa noche llovió en abundancia y Claude no pudo dormir pensando en la posibilidad de que el viaje podría acabar en tragedia a causa de alguna tormenta.

Aquella misma noche; Diógenes llegó a la puerta de Claude, una puerta de cristal muy delgada al igual que los muros que permitía la entrada no a la casa en Armagh donde vive con Mercy, sino al centro de todo su ser, de lo que era ella. Aún estaba cerrada. Diógenes podría haberla hecha añicos con un ligero golpe de sus viejas y arrugadas manos, pero no lo hizo. Se sentó frente a la puerta, a esperar el momento oportuno para entrar, cuando ésta se abriera en un descuido o se quebrara.

Al tercer día, recibió una llamada. Claude no estaba, se encontraba en el museo desempeñando sus labores como encargada y guía de un grupo de turistas. Lo segundo la tomó por sorpresa, pero eran turistas franceses y ella era la única que manejaba a la perfección el idioma con el que aquellos se comunicaban. Mercy tenía el día libre en la joyería donde trabajaba. Su jefe era un vecino suyo que vivía a dos casas de la de ella, cuyo nombre era Ferdinand Wendell, un hombre muy peculiar que siempre andaba de buen humor. Si algún día se le ocurriera salir a la calle sin su rutinaria sonrisa, Mercy no lo reconocería. Estaba casado con una enfermera muy bonita y amable, Anne Hiptswick. Ferdinand había decidido cerrar la joyería por un día y dedicarse a festejar su futura paternidad en casa de sus padres en Dublín. Un día perdido de trabajo no le afectaba en nada, Mercy igual tendría su salario intacto al finalizar el mes.

Atendió el teléfono y luego de unos minutos colgó, con una sonrisa que de ser posible le llegaría a las sienes. Meses atrás comentaba a su jefe acerca de su sueño de estudiar Arquitectura en Italia y éste le había sugerido que escribiera una nota a la Embajada Italiana pidiendo una beca y que él se encargaría de hacérsela llegar al mismísimo Embajador. Ella había escrito la nota, creyendo muy poco en la posibilidad de que llegara siquiera a mezclarse con las demás correspondencias en la oficina del Embajador.

Al atender la llamada, una tal Sofía, que se desempeñaba como secretaria en la Embajada de Italia le comunicaba sobre una lista donde el nombre de Mercy figuraba como una de las veinte personas que habían sido becadas para estudiar en la Universidad de Milán y pasara lo más pronto que pudiera a la embajada para retirar los papeles que la acreditaban como una de las personas beneficiadas, para que una vez allí no tuviera problemas de ningún tipo. Aquello era la mejor noticia del mundo, de su mundo. Sin esperar más, cerró con llave toda la casa y fue hasta el lugar donde se encontraba la embajada, olvidándose por completo de avisar a su madre sobre su salida.

Al anochecer, Claude llegaba a la casa con varias bolsas de supermercado. Para entonces, Mercy ya estaba esperándola en la sala, muy contenta y ansiosa con unas carpetas en la mesa.

La Visita de DiógenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora