A las tres noches cuyos sueños daban el papel protagónico a Diógenes; siguieron otras cuatro, en las cuales éste siguió apareciendo con cantidades diferentes de cristales a sus pies y con más prendas puestas. Para entonces, Diógenes estaba completamente vestido. La única cosa que nunca variaba era el ¿ya lo descubriste? que preguntaba el anciano antes de que Claude despertara.
Su casa ya no era la que ella recordaba de épocas anteriores donde vivía feliz con toda la familia junta. Casi no existían espacios libres por donde desplazarse, cada dependencia se encontraba atestada de desperdicios cuyo origen Claude desconocía.
Ya no se detenía a pensar en el asunto de cómo se encontraba con porquerías nuevas rodeándola cada mañana ni tampoco en cómo deshacerse de ellas. Claude se había adaptado a su nueva, desordenada y para nada higiénica forma de vida. Diógenes se había saciado con la poca cordura que le quedaba, la tenía a su merced. Cada tarde la dejaba atender las llamadas de las hijas, para que no se preocuparan.
13, 1, 19, 21, 5, 20 fueron los números que hasta el momento se le habían aparecido en sueños. Teniendo eso en cuenta y recordando la pregunta del viejo, se le metió la absurda idea de que los números podían ser de algún billete de la lotería y no cualquier billete, sino del auténtico ganador. Un billete que la haría bailar sobre millones de euros. El anciano era una especie de profeta que se le presentaba en sueños como si ella fuese la elegida. Diógenes escuchaba aquella conclusión descabellada sin que Claude lo supiera mientras se retorcía de la risa sobre miles de filosos fragmentos de cristal.
Emocionada, Claude se lavó la cara, se calzó un par de zapatos desteñidos y salió a la calle, en busca de algún puesto donde pudiera conseguir el billete poseedor de los números que le había mostrado el viejo.
A cuatro cuadras de su casa, existía un puesto donde además de vender revistas, era posible conseguir billetes de lotería. Claude saltó de alegría al encontrar uno con los mismos números que se le aparecieron en sueños. Pagó al encargado del quiosco y se retiró corriendo a su casa, semejante a una rata que acababa de robarle un poco de comida al gato más fiero.
En la noche; hizo un poco de espacio en la sala, moviendo unas cuantas bolsas y cajas en una esquina, para poder ver el sorteo en la televisión. El número 28 saltó en primer lugar, seguido del 5 y del 14. Muy decepcionada, Claude apagó la televisión y rompió el billete en pedacitos que arrojó al suelo. No quiso esperar a que el presentador cantara los números restantes.
El sueño la tumbó allí mismo. Se quedó profundamente dormida en la sala.
Se encontró de nuevo con el anciano. Esta vez se encontraba de pie frente a ella. Claude pensaba en el hecho de que desde que empezó a visitarla en sueños, nunca lo había visto parado. Era más alto de lo que creía y lucía más fuerte, no como cuando lo vio por primera vez que hasta daba por hecho que la más leve brisa, podía hacerlo volar.
Permanecía inmóvil, con una sonrisa podrida dirigida a Claude, haciendo que ésta sintiera mucho frío de repente.
Claude tiritaba. Sus dientes emitían un sonido similar al de las castañuelas. Rogaba al anciano cuyo nombre aún desconocía que la envolviera con la gabardina que traía colgando del brazo izquierdo. Éste seguía sonriendo y ella sentía más frío.
Un sonido espantoso la sacó del sueño súbitamente. Un rayo había caído hacia las colinas. La noche estaba vigente aún, llovía con intensidad en Armagh y Claude se vio despierta en la calle, toda empapada, tiritando de frío, con una caja de madera llena de focos quemados.
Otro rayo cayó de súbito, haciendo que Claude soltara la caja por el susto. La dejó allí mismo con los focos rotos en el asfalto y se alejó corriendo a su domicilio. Por el camino cayó en cuenta de que todas aquellas cosas que ocupaban cada rincón de la casa, ella las había llevado allí sonámbula, cosa que la sorprendió grandemente. Nunca le había pasado algo semejante.
Al llegar a su casa; intentó abrir la puerta, pero no pudo, estaba con llave y ella no traía ninguna en sus bolsillos. Con el corazón latiéndole a mil por hora se dirigió a la ventana de la cocina. La encontró abierta, "debí haber salido a la calle utilizándola" pensaba Claude.
Ya dentro, con los pies llenos de barro y restos de césped pegados a su pantorrilla, buscaba una lámpara para alumbrar su camino. La casa era más oscura que de costumbre a causa de las cosas inservibles que tenía en el interior. Se movilizaba como le era posible apoyándose en algunas cajas. De pronto sintió un ligero movimiento detrás de ella, luego sobre sus pies y teniendo por seguro de que era una rata la que tenía en los pies, lanzó una fuerte patada y, gritando, corrió por la cocina.
Cuando entró a lo que antes era una sala; sus pies se posaron violentamente en una maraña de cables, haciendo que cayera al piso. La oscuridad en aquel sitio era más que densa y los rayos que caían continuamente en el exterior a causa del temporal acrecentaban el terror de Claude, quien se encontraba llorando en el suelo, extendiendo los brazos en busca de alguna linterna.
Sus dedos rozaron algo frío. Habían hallado un tubo de metal que tenía una decena de cosas aplastándolo, con una caja de herramientas coronando la cima. En su desesperación, creyó que aquello era la linterna que buscaba. Comenzó a tirar fuertemente y el tubo cedía de a poco a sus intentos. Con sus manos palpaba lo que ella creía una linterna, pero antes de que se diera cuenta de que era un tubo; la caja de herramientas le cayó en la cabeza con tal fuerza que le arrebató la vida con un solo golpe.
Eran las tres de la mañana del martes, la lluvia seguía cayendo al igual que los rayos en la colina. Diógenes se había marchado dejando a Claude inerte en el piso, rodeada de inmundicia y de su propia sangre, a merced de las ratas en el interior de su propia casa.
Diógenes caminaba por las calles silenciosas de Armagh, con pasos lentos y su típica sonrisa que dejaba al descubierto un juego de dientes podridos, desnudo una vez más en medio de aquel temporal que no era capaz de mojarlo ni de congelarlo con sus bajas temperaturas. Invisible al mundo, con sus ojos grises observando todo en busca de una nueva víctima.
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La Visita de Diógenes
Historia CortaBuenas tardes! Relato terminado!. Espero que sea del agrado de todos y cualquier comentario que quieran hacer al respecto, ya sean sugerencias o críticas constructivas, lo hagan sin problemas (no morderé a nadie) xD