Parte V

833 90 8
                                    



Después de horas de viajar por carretera, Hikke había llegado a la ciudad, Mulch se encargó de llevarlo a una plaza muy popular y que era punto de encuentro de muchas personas. Por cuestiones de su trabajo ya no podía cuidarlo, pero antes de dejarlo a su suerte se encargó de llamar a servicios sociales para reportarlo y que lo llevaran a una casa hogar.

Ignorante de las buenas intenciones del hombre, el niño observaba curioso los alrededores; el ruido de los autos, la gente gritando, los chicos que hacían deportes, artistas callejeros un sinfín de sonidos que desconocía pues había estado viviendo en una casa hogar en el campo, que no se comparaba a la ciudad a la que sentía como su hogar, el lugar de dónde él venía y sus padres también.

.

.

—No la encuentro por ningún lado Tannlos, no puede ser que se haya desaparecido así nada más.

Tres meses habían pasado cuando Hiccup vio por última vez a Astrid, ese momento en que ella subía al auto sin siquiera esperarlo lo tenía grabado en la perfección en su mente. La buscó como loco ese día, pero en su casa no había más que la servidumbre que cerraba la casa por tiempo indefinido y que no le supo dar razón de la desaparición de su novia.

Luego había tratado de hablar con Heather, pero ni esta sabía que había pasado con su amiga, también estaba preocupada. Tampoco la pudieron contactar por teléfono, era como si se hubiera desvanecido en el aire.

Fue en ese momento que Hiccup pensó que si cantaba y se hacía famoso ella podría escucharlo, verlo y entonces volvería a él. Empezaron bien, su angustia y el amor que le tenía a su novia lo ayudaron a componer canciones, especialmente para ella, pero después de los primeros 3 meses de éxito, de repente ya nadie quería contratarlo. Fue extraño para la banda, empezaron a ser rechazados en grandes auditorios que los llevó a volver a cantar en pequeños bares para poder subsistir. Hiccup empezó a perder la esperanza...

.

.

.

—¡Astrid, ven acá! —Ordenó el señor Hofferson cuando su hija dejó el ensayo por una extraña razón.

Había pasado un mes de su llegada a Berserk y la chica había cambiado de actitud hacia su padre, se estresaba e irritaba con facilidad.

—¿Ahora que pasó?

—Sólo necesito un poco de aire. —respondió Astrid agotada. —Ya deja de abrumarme, ¿qué no ves que no me siento bien?

El señor Hofferson resopló, desde su disputa, su hija solía buscar cualquier excusa para no ensayar como era debido, sin embargo verla con la respiración agitada y hasta pálida le hizo creerle.

—Está bien, ve a casa... mandaré a un médico a que te revise.

—No es necesario, creo que sólo necesito dormir un poco.

El padre aceptó y mandó a su hija a casa con el chofer, una vez ahí y viéndose en la soledad de su habitación, se metió al baño con su bolso, el cual no había soltado ni en los ensayos, de este sacó una prueba de embarazo.

Las manos le temblaron al sacar el artefacto que le aclararían unas dudas que tenían desde semanas atrás cuando empezó el malestar. La utilizó de acuerdo a las instrucciones y llegó el momento de la espera, el instructivo indicaba esperar 3 minutos, los 3 minutos más largos de su vida. Cuando de repente empezó a mostrarse el resultado, dos rayitas, fue la respuesta.

Estaba embarazada.

El primer sentimiento que tuvo fue uno de angustia, seguido de incredulidad, se sentó en el retrete tratando de asimilarlo, luego una sonrisa se empezó a formar en su rostro, estaba asustada y a la vez feliz, iba a ser madre y tendría un hijo del hombre que amaba.

.

.

Dos meses después pasaron, su hijo sería tan escandaloso y vivo como su padre, así lo determinó Astrid, pues si no eran nauseas mañaneras, la hacía comer demasiado, pero lo que más le apetecía además de comer, era tocar música, era como si su pequeño bebé tomará el arco del violín y sus pequeñas manos tocaran las cuerdas. Y aunque estaba feliz por su bebé, empezaba a temer, el embarazo se le empezaba a notar y pronto ya no podría guardar el secreto. Había llegado el momento de confesar.

Para mantener a salvo a su propio hijo, trataba de obedecer en su padre en todo, en especial con el tema de Hiccup, quien seguramente la comprendería.

—¿De que querías hablar, hija? Me sorprende que me hayas querido hablar.

—Deseo llevar la fiesta en paz papá, lo sabes...

—Sí, y me alegro que sea así, has mejorado mucho en los ensayos y pronto más contratos vendrán, deberías estar feliz.

—Lo estoy. —Dijo con melancolía. —Y por eso hay algo que quiero que sepas, la razón por la que me esforzado tanto.

—Adelante. —concedió su padre con una sonrisa.

—Papá... —suspiró y un nudo en la garganta se le formó. —Estoy embarazada.

La sonrisa se le borró al hombre y fijo de inmediato su mirada al vientre de su hija como si llevara cargando al mismísimo demonio.

—¡¿CÓMO QUE EMBARAZADA?! ¡¿DE QUIÉN? —se levantó de su asiento para encarar a su hija.

—¡De Hiccup...!—confesó Astrid de inmediato y se protegió el vientre con manos.

—¡TENDRÁS QUE DESHACERTE DE ESO! —señaló con desprecio.

Astrid creyó que la golpearía, pero su padre también tenía algunos limites, aunque no para su hijo no nato.

—No papá... lo tendré.

— ¡Por supuesto que no!

— ¡Por favor! —Se puso de rodillas, algo que nunca hubiera creído hacer en su vida, pero que ahora le valía. —Déjame conservarlo, es lo único que te pido... haré lo que quieras! Pero lo quiero, papá... es ¡mi bebé! ¡Tú nieto!

El señor Hofferson tragó saliva, era cierto, esa criatura llevaba su sangre y no era el culpable de la estupidez e inmadurez de sus padres, pero aun así no lo quería, arruinaría la vida de su hija y la de él.

— ¡Por favor! —Astrid se arrastró a sus pies y siguió suplicándole, a su padre le dolió verla así, empezó a dudar de lo que era correcto para todos.

—Levántate. —Ordenó ayudándola a reincorporarse, viendo que tan desesperada estaba por salvar la vida que llevaba en el vientre. —Está bien... ese bebé no tiene la culpa de tus estupideces. —Regañó con severidad. —Pero debes prometer que ¡jamás! verás a ese malnacido que te hizo esto, ni se enterara de ese bebé ¡JÚRALO!

—Lo juro. —respondió Astrid con dolor, siempre terminaba sacrificando algo.

—Ahora ve a descansar. —La soltó. —Te debes de cuidar más y por supuesto que seguirás trabajando.

—Así lo haré padre.

Astrid se retiró sobando su vientre la agitación la había estresado, pero viendo que su padre la comprendió y la apoyó a su modo, la hizo sentirse más tranquila. Pero el señor Hofferson seguía furioso, en especial con el cantante a quien consideraba todavía un vago, a pesar de ver su creciente fama en los medios, gracias a las canciones que le dedicaba a su hija sin que esta estuviera enterada; lo odiaba y por eso lo destruiría, unas cuantas llamadas y acabaría con su carrera así como él había arruinado a su hija.

.

.

Continuará

NOTA: Por si se lo preguntan, el fic está ambientado más o menos en los 90's la parte de Hiccup y Astrid, la parte de Hikke es 10 años después como en el 2000, por lo que la tecnología no estaba tan modernizada.

Hasta la próxima.

Escuchando a tu destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora