Parte VII

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PARTE 7.

Sentía un dolor horrible, el auto había pegado justo en su costado derecho y a pesar de que no parecía tan grave, para una mujer embarazada como ella sí lo era.

"Todo está bien".

Se desesperó al escuchar las voces a su alrededor, el dolor no la dejaba moverse ni pensar con coherencia.

"Está muy estresada".

Sí, sí lo estaba, demasiado estresada, lo que le había propuesto su padre lo había provocado, y ahora el no saber qué pasaba con su hijo y con ella la tenían al borde la locura.

"El bebé estará bien" Escuchó decir a una enfermera.

Quería cerciorarse, trató de ver los monitores que indicaban el ritmo cardiaco tanto el de ella y el de su bebé, ver  y escuchar el vip, vip de la pantalla la ánimo de algún modo, pero también le provocó un mareo, se estaba durmiendo, sentía que el dolor la consumía así como unos probables medicamentos que le pusieron.

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Despertó sintiendo los ojos pesados, el cuerpo entumecido, no sabía por cuánto tiempo había dormido, sólo sentía mucho dolor en el costado y en su vientre.

¡Su vientre!

Llevó su mano a este y no estaba tan hinchada como recordaba, sólo sentía el punzante dolor de lo que parecía ser la cicatriz de una cesárea.

¿Dónde estaba su hijo, su Hikke?

-Astrid, tranquila...-pidió amablemente su padre, del cual apenas se percataba de su presencia.

No podía hablar, así que llevó su mano al vientre y de esa manera preguntó por su pequeño hijo, que estaba segura había tenido sano y salvo.

-Astrid. -escuchó lamentarse a su padre. -Lo siento,... se perdió.

El corazón le dolió. ¿Cómo era posible? ¿Por qué?

-Tal vez... fue lo mejor. -trató de animar su padre tomándola de la mano, pero rápidamente la retiró, no quería que la tocara.

- ¡Vete! -la voz le salió con ronca, pero tan clara para saber que le repugnaba su presencia.

-Astrid, hija...

- ¡Qué te vayas! -gritó. -No quiero verte, no quiero ver a nadie... ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! -lloró desconsoladamente.

Su padre para no escuchar sus berridos salió de la habitación, para respetar el luto de su hija.

El dolor que sintió esta fue más doloroso de lo que podía sentir su cuerpo. Astrid se dejó caer sobre la camilla, llorando su mala suerte, odiaba a todo el mundo, pero más a ella misma, por haber sido descuidada e irresponsable; ella había matado a su hijo y al de Hiccup, el cual de seguro si se enteraba la odiaría.

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Hiccup había corrido a toda velocidad a donde ocurrió el fatídico accidente, una multitud ya se había reunido alrededor de la víctima, impidiéndole el libre acceso hacia donde estaba ella.

"Pobre jovencita", "¿Se pondrá bien?"

Gente metiche, pensó, si no la ayudaban que no estorbaran.

-¡Astrid! -gruñó empujando a cuanta gente se le pusiera enfrente.

A la mitad de traspasar a la curiosa multitud, el ruido de la ambulancia alertó a todos, provocando una movilización que hizo retroceder al músico, hasta quedar de nuevo atascado entre la gente.

Escuchando a tu destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora