Parte XXIII

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PARTE 13

Definitivamente necesitaba ayuda, concluyó Astrid.

Después de haber sido atendida en servicios sociales y que estos le dijeran la mala noticia acerca de su hijo, empezó a sentir pánico, una inmensa necesidad de buscarlo por todos partes y extrañamente la ansiedad de tocar música.

Pero no podía hacerlo sola, necesitaba ayuda extra para buscar a su hijo, y el único que creyó que podía ayudarla, si es que no la detestaba, era Hiccup. Así que fue en camino a donde recordaba estaba su casa, en una colonia a las afueras de la ciudad, donde vivía con su hermano y madre.

Le sorprendió ver el barrio tan cambiado, no en balde habían pasado 10 l años; aun así logró reconocer la casa (gracias al número y calle que aun recordaba), estaba se veía en buen estado, por lo que concluyó que aún había gente viviendo ahí.

Tomando un gran respiro, tocó la puerta. Aun no la abrían cuando se empezó a escuchar el escándalo de un niño y un bebé. Eso le dio mala espina, más cuando la persona que abrió la puerta era una mujer pelirroja de más o menos su edad y realmente hermosa.

— ¿Hola...? —Saludó la mujer arrullando al bebé que cargaba en brazos, luego otro niño de aproximadamente 5 años se asomó por la puerta.

—Ah... lo siento. —dijo atónita. —Creo que me equivoqué. —Su mente le empezó a hacer una mala jugada.

— ¿A quién buscaba? —preguntó esta con recelo.

—Eh... no yo...—bajó la cabeza apenada, si esa chica resultaba ser la esposa de Hiccup, su corazón se partiría en mil pedazos, pero tenía que cerciorarse. —Lo siento, ¿vive aquí Hiccup Haddock?

—No. —contestó la chica confundida, más cuando Astrid dio un respiro de alivio y sonrió ampliamente. —Entonces si me equivoqué... no fue mi intención molestar. —Se disculpó con respeto dispuesta a retirarse.

—¡Un momento, espera! —detuvo la chica. —¿Dijiste Haddock verdad?

—Eh... sí.

—Creo que así se apellidaban los antiguos propietarios, ellos me vendieron la casa hace 7 años.

—Oh... ya veo, ¿sabe a dónde se fueron?

—No sabría decirte, sólo sé que se mudaron porque el hijo se casó, el mismo que me vendió la casa.

El corazón de Astrid se oprimió ante aquella información, se golpeó mentalmente al pensar que Hiccup se hubiera quedado soltero si era tan buen partido.

—Pero no se llamaba Hiccup. —siguió contando la señora, eso renovó de nuevo la fe en la exasperada Astrid. —Se llamaba Ta... To...

—¡Tannlos! —exclamó feliz la chica.

—Sí ese. —recordó la chica. —Él fue el que me vendió la casa, es lo único que te puedo decir.

—Es más que suficiente señora. —agradeció la sonriente Astrid.

Después de tremendo susto, no le quedó de otra más que seguir buscando, no sólo a su hijo sino también a Hiccup, el cual sentía que seguía esperándola, un sentimiento que se combinaba con su ansiedad de tocar música.

Pero ¿Por dónde empezar? Y como si los dioses estuvieran a su favor, su teléfono sonó.

¡ASTRID! —saludó Heather gritando.

— ¡¿Qué pasó?! No me asustes así

Lo siento, pero me sorprendió regresar y ver que te habías ido. ¿No te dije que te ayudaría a buscar a tu hijo?

Escuchando a tu destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora