La leyenda de la perversa Perryne

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Bascom Ingrey no pudo decir más y se derrumbó, dando alaridos, sobré la alfombra persa (la misma que la joven Allisande había rociado una vez con suavizante por pura diversión. Desde luego, ya nadie se estaba divirtiendo).

El policía corrió el teléfono.

Nadie más movió un músculo; todos miraban a Sorrel y esperaban que ella también cayese al suelo sollozando.

-¿Qué pasa?- dijo al darse cuenta de que todos la observaban por si daba signos de angustia-. Antes de alterarme voy a esperar a recibir confirmación. No me gusta sufrir, y no voy a ponerme a hacerlo antes de que sea necesario.

Al cabo de unos minutos, el policía volvió a entrar en el salón.

-Me temo que es cierto- dijo-. Se ha encontrado el cadáver de Perryne.

Sorrel se tapo la cara con las manos y gimió.

-¡Bien!- dijo la señora Dodd.

-¿Donde?- se interesó la señora Kirbyshire.

-Eso es lo más extraordinario- contestó el policía-. La encontró Lionel, el barquero; ya saben, el propietario de The Kingswear Treasure.

-Tiene demasiados tatuajes- dijo la señora Sennitt-Sasse, con tono de advertencia.

-Sí, bueno, lo que sea- dijo el policía, a quien no le gustaba que lo interrumpiesen-; el caso es que, a pesar de los tatuajes, puede encontrar cadáveres, y Lionel encontró un hace unos diez minutos: el de Perryne. Ha dicho que tenía aspecto de que la hubiesen estrangulado, por la cara azul, pero lo más extraño es que estaba en su cama, tendida y cubierta con las sábanas. Y nunca adivinarían dónde estaba en la cama. Pues yo se lo voy a decir: estaba en el muelle de madera desde donde sale el The Kingswear Treasure para ir a Dartmouth. Por eso fue Lionel quien la encontró.- El policía miró el reloj-. Ahora debo ir de inmediato al muelle.

-¡Un momento!- gritó Sorrel Ingrey-. Por favor, antes de irse, llévese a estos intrusos de mi casa para que pueda volver a dejar a mi familia encerrada en un lugar seguro. No me deje aquí con estos extraños; me da la sensación de que nos matarían a todos. Su sed de venganza no tiene limites.

-¿Intrusos? Fue usted la que me invitó- dijo la señora Sennitt-Sasse.

-No seas tonta, Sorrel- dijo Bascom-. Nadie de lo que hay aquí podría haber hecho todo el camino de ida y vuelta al muelle de Lionel esta mañana sin que lo hubiésemos notado.

-Entonces es que alguien estaba esperando a la puerta de Speedwell House, a punto para llevarse a Perryne y la cama- repuso Sorrel.

-No se preocupe, señora Ingrey. Le aseguro que vamos a llegar al fondo del asunto- dijo el policía.

-Espero que cumpla su palabra- replicó Sorrel, mirándolo a los ojos con dureza-. Recuerde que estaba dispuesta a entregar a Perryne para que hiciese justicia. Ahora que es ella la que ha sido asesinada, espero que busque justicia para Perryne con la misma dedicación y entrega. Asesinar a una asesina es inaceptable. Por eso en los países civilizados no tienen pena de muerte.

El policía tenía aspecto de no estar de acuerdo, pero asintió de todas formas.

Al cabo de quince minutos ya no quedaba ningún invitado-intruso, y Speedwell House estaba de nuevo cerrada con llave para que el mundo exterior no pudiese entrar en ella.

Bascom y Sorrel Ingrey se quedaron sentados en el salón durante horas y horas. Bascom lloraba; Sorrel miraba al vacío con expresión aturdida. No parecían darse cuenta de que sus dos hijas menos problemática seguían vivas y necesitaban sus cuidados.

¿Quién mató a Perryne?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora