Lisette, Allisande y Perryne no volvieron nunca a la escuela. Bascom y Sorrel Ingrey tardaron casi seis meses en convertir Speedwell House en un entorno totalmente seguro para la protección de Perryne y de todos ellos. Se deshicieron de la antigua y desvencijada puerta de madera del camino de entrada, que hacía años que no cerraba bien, y la sustituyeron por una enorme verja de dos hojas con una sólida cerradura. La verja parecía de madera, pero el interior era de metal. Hicieron construir alrededores de los terrenos un muro que limitaba la parcela propiedad de los Ingrey. Por si esto fuera poco, lo remataron con alambre de espino electrificado y el mejor sistema de alarmas que podía ofrecer la tecnología moderna.
También protegieron las ventanas con barras y rejas para que pudiera entrar la luz, pero nada más. Las puertas frontal y trasera ya tenían cerraduras, pero añadieron otras, así como cadenas, cerrojos y alarmas.
Bascom y Sorrel preferían no arriesgarse con los trabajadores locales, así que lo organizaron para traer a todos los que necesitaron en autocar desde Nottingham, que estaban a una distancia suficiente para que Sorrel estuviese segura de que nadie hubiera oído hablar de Perryne ni de lo que había hecho. Aparte de hacer las reformas de la casa, estos trabajadores también actuaban como guardias. Mientras fuese posible irrumpir en Speedwll House o en sus terrenos existía un riesgo, y estos hombres sabían que parte de su trabajo era mantenerse alerta contra intrusos peligrosos, o incluso contra aquellos de aspecto inofensivo, que a veces resultan ser los más peligrosos de todos.
Durante seis meses, la familia Ingrey convivió con cerrajeros, albañiles, y especialistas en el tendido de alambradas. Sorrel tenía que enseñar a sus tres hijas arte, teatro, literatura, estudios cinematográficos y escritura creativa rodeada por el ruido de taladros y martillos. Para adaptarse a ello, hacía que sus hijas dibujasen apuntes de carpinteros y soldadores y les hacía escribir historias en las que las familias tenían que encerrarse detrás de inescrutables puertas por uno u otro motivo. En el tema cinematográfico, les hizo ver un vídeo (la forma habitual de ver películas en aquella época) un film llamado Esta casa es una ruina. La película trata de una pareja que se ve forzada a convivir con un montón de obreros mientras reforman su ruinosa casa.
El personal que trabajaba en Speedwell House no dormía en la casa, con la familia Ingrey: lo hacían en sacos de dormir y mantas en los dos autocares que los habían traído a Devon desde Nottingham. El motivo de ello no era la falta de espacio en la casa ni la falta de alojamiento para ellos, no. Los trabajadores dormían en los autocares debido a otro de os famosos compromisos de Bascom y Sorrel Ingrey. Sorrel no quería que los hombres se quedaran en los pubs y hoteles de la proximidades para que no oyeran hablar de Perryne, la asesina, y decidieran utilizar las sierras y los soldadores para atacarla en lugar de dedicarse al arreglo del edificio. Bascom no quería que los obreros durmiesen en su casa por si alguno de ellos se colocaba en las habitaciones de sus hijas y abusaban de ellas. Cierto era que todos los trabajadores parecían buena gente, pero nunca se sabe, decía Bascom.
Así que, para que tanto él como su mujer estuviesen contentos, los hombres tenían que dormir en los autocares.
Se había decidido que todas las clases se impartirían en la biblioteca de Speedwell House, pero ni siquiera el aislamiento que proporcionaban volúmenes tan gruesos como Guerra y paz o Dombey e hijo bastaba para absorber todo el alboroto que hacían los trabajadores, así que Lisette, Allisande y Perryne tenían que intentar concentrarse en sus estudios con un ruido infernal a sus alrededores. Perryne no era distinta de su carácter habitual, a diferencia de Lisette y Allisande, que sí habían cambiado. Antes siempre habían tenido una naturaleza alegre; ahora, sin embargo, una terrible amargura se dibujaba inequívocamente en sus rostros. Odiaban el ruido, echaban de menos a sus amigos de la escuela, y los sudorosos traseros de los obreros, que parecían incapaces de subirse los pantalones hasta la cintura, las distraían de sus tareas. Lisette y Allisande no lo entendían; no hay duda de que una persona que puede cubrir una ventana de guillotina con una elaborada estructura metálica no debería tener problemas para mantener oculta la raja del culo ¿no?