¿Quién estaba sentado en la rama del árbol?

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Esa misma noche, una vez dormidos sus padres, Lisette y Allisande se encontraron en la biblioteca para hablar de los nuevos acontecimientos del día. Perryne no estaba invitada a esta reunión secreta. Desde la muerte de Malachy, el vínculo entre Lisette y Allisande se habían intensificado, y dejaban a su hermana menor aparte tanto como podían.

Hablaban en susurros para no despertar a nadie, pero no tendrían que haberse preocupado por elo: las paredes forradas de libros de la biblioteca no dejaban pasar sonido alguno. En esa habitación, cualquier cosa que se hablase quedaba amortiguada y enguillada por las viejas y amarillentas páginas de volúmenes como Retorno a Brideshead o Pasaje a la India.

-Me habría gustado que hubiese sido el turno de mamá- dijo Allisande con desconsuelo-. Seguro que su método no habría significado dejar de ver a nuestros amigos. Lo dijo.

-Estoy confusa- dijo Lisette-. Mamá dijo que acabaríamos por mudarnos a algún lugar en el que nadie hubiese oído hablar de Perryne; eso me hizo pensar que era su turno. Pero luego aclaró que, si su turno fuera primero, no tendríamos que aislarnos de nuestros amigos. Entonces, si juntamos las dos cosas...¿Cuál podría ser su plan de acción preferido?

Allisande se encogió de hombros. Lisette era de esa clase de personas que siempre están decididas a llegar al fondo de todas las cuestiones. Allisande estaba demasiado abatida para ponerse a imaginar teorías. Le daba igual cuál habría podido ser el plan de Sorrel; solo le importaba lo que iba a ser de todos ellos ahora que Bascom se había salido con la suya.

-Le odio y le detesto- pensó Allisande para sí, sabiendo que, en realidad, no lo pensaba. Creía que el punto de vista de su padre era estúpido y contraproducente en casi todas las circunstancias, pero le quería porque era su padre, y es razonable querer a tu familia, a menos que uno de ellos sea un asesino verdaderamente perverso como Perryne.

-Quizá el plan de mamá es, en el mejor de los casos, poco práctica, pero incluso ella sabe que no te puedes llevar a los mejores amigos de tus hijos al otro lado del país. No creo que los Sennitt-Sasse y los Careless estuvieran muy contentos si mamá metiese a Henrietta y Mimsie en la maleta y se las llevase a kilómetros de Kingsear.

Esta disparatada idea las hizo reír.

-Gracias a Dios que te tengo a ti- le dijo Lisette a Allisande-. Sería incapaz de enfrentarme a todo esto si no tuviera a la mejor hermana del mundo.

-Lo mismo digo- respondió Allisande (o lo que sea que dijesen las chicas de quince años de antes), y añadió-: Creo que, cuando sea el turno de mamá, volveremos a la escuela. Al menos, eso es lo que voy a pensar.

-No lo creo- repuso Lisette, frunciendo el ceño-. Puede que por entonces yo ya tenga dieciocho años, o diecinueve- cuando tuvo lugar esta conversación secreta en la biblioteca tenía diecisiete años-, y ya seré demasiado mayor para ir a la escuela. Me habría perdido mis exámenes de nivel A. Sea como sea, en el momento en que volvamos a la escuela, cualquiera que quisiera matar a Perryne podría hacerlo, ¿no? No creo que uno o dos años sean suficiente para que todos olviden hasta qué punto la odian. Y si lo fuesen, lo recordarían en el instante en que asomase la nariz por la clase de nuevo, ¿no crees? Pensarían <<Mira, ahí está la asesina>> y saldrían corriendo a hacer un nudo con una soga resistente.

-Sí, mamá y papá deben de haberlo pensado también- dijo Allisande-. Y eso quiere decir que nada de escuela, ni de vida social, para nosotras. ¡No lo podré resistir!

-¿Quién crees que lo hizo?- preguntó Lisette a su hermana-. Lo del nudo, digo. ¿Quién crees que era el que estaba sentado en la rama del árbol?

-Supongo que el señor o la señora Dodd.

-No lo creo. No me imagino a ninguno de ellos subiéndose a un árbol. Si quisiera matar a Perryne, no lo harían de esta forma.

-Entonces, ¿quién crees tú que fue?

-Bueno, es obvio que fue alguien que sabía que Perryne iba a jugar a rounders en el campo ese día. Alguien que conocía su horario escolar, y es casi seguro que los Dodd no lo conocían. No fuiste tú, ¿verdad, Allisande?

-No, no fui yo.

-Ni yo tampoco- dijo Lisette.

-¿tú crees que deberíamos...?- empezó a decir Allisande.

-No- dijo Lisette, estupefacta-. Mira hasta dónde son capaces de llegar mamá y papá para proteger a Perryne; incluso a sacarnos de la escuela. Si la matásemos, los destrozaríamos.

-Tienes razón- admitió Allisande-. Podría hacérselo a ella, pero nunca a nuestros padres. Como sabrán aquellos que han pasado por una experiencia personal similar, es difícil olvidarlo cuando una de tus hermanas sugiere el asesinato de la otra.

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¿Quién mató a Perryne?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora