Capítulo 5: Me lo contaron los cuervos.

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Su corazón latía frenéticamente, y parecía ir a salirse de su pecho.

La chica seguía observándole, con atención, como si estuviese esperando a que hiciese algo. Parecía un animal, tenso, dispuesto a saltar sobre su presa en cuanto ésta hiciese el más mínimo movimiento. Sentía que él era una presa fácil, y los ojos penetrantes de la misteriosa chica parecían colmillos desgarradores e imponentes, amenazantes de hundirse en su piel, quebrar sus huesos y hacerle añicos. Kaze aprovechó aquel momento de calma para observarla a ella, pues calmarse y controlarse sería imposible.

La muchacha estaba escuálida. Sin duda hacía tiempo que no comía en condiciones. La finura de su rostro contrastaba con sus ojos refulgentes y grandes, aquellas joyas verdes que tenían su propia luz. Su sonrisa, aunque en aquel momento, tenebrosa, tenía sin duda un encanto especial, y su pelo, era sin duda un espectáculo. Sus cabellos danzaban con la majestuosidad de un águila surcando el cielo en su espalda, rojos, de un rojo intenso, brillante, de un rojo sangre. Caían como una potente cascada por sus hombros, por su espalda, y Kaze casi podía oír el ruido de la cascada de sangre que era aquella melena.

Se fijó en su ropa, pues era imposible no hacerlo, y es que vestía horriblemente mal, y no por modas, sino porque vestía harapos. Aquel vestido, si es que se le podía llamar así, había pasado por muchas cosas, sin duda. Lo que antes era una falda ahora eran meros jirones que dejaban entrever sus piernas y pies maltrechos, magullados, llenos de cortes, hojas pegadas y ampollas del tamaño de uvas. Las mangas estaban desiguales, una más larga, con arañazos y agujeros, y la otra más corta, claramente cortada, o arrancada a la fuerza. Su corpiño estaba más decente. De hecho, era lo que mejor estaba del vestido, casi intacto, exceptuando por... un corte. Un corte limpio, preciso, recorría su pecho. Aquello extrañó a Kaze, que por un momento se olvidó de todo a su alrededor.

¿De dónde había salido aquella chica?

De repente, las manos de la joven se levantaron, hacia su cara. Kaze dio un respingo y por fin pudo reaccionar, dando un salto ágil, casi felino, hacia atrás, tratando de no tropezar, en vano. Su pie cayó sobre un tablón mal colocado, que le hizo resbalar y caer de culo con un trompazo seco. Kaze se frotó la rabadilla, dolorido, más preocupado ahora por ello que de la asesina. Sin darse cuenta, el estruendo de los cuervos había cesado completamente, y ahora, observaban a los dos jóvenes desde donde podían. Unos desde las vigas y paredes cochambrosas de la casa, otros desde los árboles, algunos más atrevidos, incluso en el suelo. Era como estar vigilado por silenciosos asesinos. Kaze sentía que las fuerzas de la muerte y del bosque se habían conjurado en aquella casa para llevárselo, y ahora, los lacayos, aquellos negros animales, le penetraban con sus ojillos audaces, atento a cualquier señal para lanzarse a por él, para sacarle las entrañas y sesgar su vida. Y sin duda, la chica, era la muerte.

Una muerte muy bella, a pesar del aspecto que presentaba. Ahora se encontraba en cuclillas frente al joven krakoano, con la cabeza ladeada, haciendo que la maraña de pelo sangre cayese de lado con un movimiento rápido y grácil. ¿En qué momento daría la orden para que sus secuaces se lanzasen a por él? Ya no sentía el frío polar de hacía unos momentos, tampoco se sentía tan asustado. ¿Sería que estaba asumiendo su muerte? ¿Era aquello lo que pretendía ella? ¿Acaso cuando se sintiense relajado, se lo llevaría? Pero para su sorpresa, parecía que nada de aquello. Ella le miraba, con gesto de preocupación, mordiéndose el labio inferior, de una manera infantil, incluso adorable. A Kaze casi le pareció una niña.

—Vaya golpe... —Le dijo, y se sorprendió notando un tonito infantil, acorde a la manera de morderse el labio. —¿Te has hecho daño? —Le preguntó amablemente.

—N-no... Estoy bien—. Repuso Kaze, tras unos instantes en los que meditó las palabras a utilizar. Con calma, se levantó, todavía frotándose las nalgas y la rabadilla. Al mismo tiempo, se levantaba su interlocutora.

AGOBAR: A Girl Of Blood And Ravens (#Wattys2016)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora