Capítulo 9: Encontrad a Areo.

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La trémula luz de la lámpara de aceite tintineaba con debilidad, dejando poco a poco la sala en penumbra.

Aleph rascaba la madera del alféizar insistentemente, como un pocero que cava y cava durante días esperando encontrar agua en abundancia. Parecía que él también pretendía encontrar alguna cosa a base de rascar. El sonido de la garra del cuervo arañando la madera era el único sonido que llenaba la habitación de la posada. Alana y Kaze permanecían en un profundo silencio, sentían cómo les hundía, mermando su capacidad de hablar, intimidados y confusos por la nota que el chico todavía sostenía.

—¿Crees que será del encapuchado? —Preguntó Alana por fin, con una brizna de terror y curiosidad en su voz. Kaze seguía contemplando la nota. Era un trozo de pergamino perfectamente recortado y doblado, estaba escrito con cuidado, con una caligrafía pulcra y minuciosa. Sin duda aquello no lo había escrito un campesino cualquiera.

—Me apostaría las piernas a que sí. Sin duda alguna—. Sentenció Kaze, meditabundo.

—¿Deberíamos... Ir a su encuentro?

—No lo sé—. Kaze realmente no sabía lo que debían hacer. ¿Quién sería aquel hombre? ¿Por qué había contactado con ellos? ¿Realmente podía ayudarles? Y sobre todo... ¿Podían confiar en él? Kaze iba a responder algo, pero Alana apuntó un detalle que cambió su manera de ver el asunto.

—Dice que acudamos a su encuentro. Eso es que sabe que somos dos. Puede verme.

Kaze abrió los ojos a más no poder, sorprendido por ese detalle. Volvió a leer la nota. Era cierto, decía "buscáis" y "acudid", iba dirigido a ellos, no solamente a él. ¿Significaba aquello que aquel misterioso individuo podía ver a Alana o no era más que una casualidad? Kaze sopesó sus opciones un momento.

—Podemos ir, o podemos no ir...

—Bueno, eso era evidente—. Cortó Alana, sarcásticamente, enarcando una ceja.

—Lo que quiero decir es, —Repuso el joven —que sí, podemos jugárnosla e ir, pero tal vez sería una trampa. Y si no vamos, tal vez perdamos una oportunidad de oro. Estamos entre la espada y la pared...

—Bueno... —Comenzó Alana, pensativa. —¿Por qué iba a ser una trampa? Si se tratara de mi asesino, por algún supuesto, ¿qué interés tendría en matar un fantasma?

Aquello sonaba razonable, pensó él. No tenía sentido querer matar a Alana: no se puede matar a un muerto, y tanto le daba que Kaze investigara, pues sin la ayuda del propio encapuchado, no conseguiría nada.

—¡Tal vez sea un superviviente! —Exclamó de repente Kaze, mirando a Alana con una chispa de esperanza en los ojos. —Tal vez sea alguien que sobrevivió al incendio... ¡Un familiar tuyo!

Alana se quedó plantada en el sitio, casi inexpresiva, asimilando las palabras de su amigo. ¿Podría ser cierto? ¿Podría estar ante el único lazo que la ataba al mundo de los vivos? La idea de que aquel hombre fuese un familiar suyo la hacía sentir extraña y confusa. Dedicó a Kaze una mirada suplicante.

—Tenemos que ir. Por favor—. Dijo llanamente.

Kaze lo meditó unos instantes, pero finalmente, suspiró y aceptó, compadecido por su compañera. Él en su situación también querría ir. A fin de cuentas Alana no sabía nada de su vida, y la posibilidad de saber algo era para ella tan necesaria como para él lo era respirar. Por no mencionar que era imposible resistirse a aquel par de ojazos verdes que hipnotizaban su alma.

La espera hasta la medianoche del día siguiente se haría larga. Kaze se sumió en un sueño tranquilo, envuelto en las sábanas, mientras Alana hacía de guardia y velaba por él, contándole historias a Aleph en susurros, para no despertarle. Poco a poco llegó el amanecer.

AGOBAR: A Girl Of Blood And Ravens (#Wattys2016)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora