—Buenos días.
Di hasta un saltito cuando eso fue lo primero que escuché al abrir la puerta de mi habitación. No esperaba que ya estuviese despierto.
Directamente sudé la gota gorda.
—H-hola, Sam. ¿Qué tal dormiste?
Cerré la puerta tras de mí y me apoyé en ella, intentando evitar el contacto visual con el pedazo de paisaje que tenía sobre la cama, al cual hacía media hora seguramente me hubiese abalanzado, probablemente también cachondo. Pero no, claro que no, en ese preciso momento el cabrón de mi mejor amigo me había hecho entrar en una espiral de la que era totalmente ajeno, que ni me planteaba, ni pensaba.
Una que en ese momento sí ocupaba cada uno de mis pensamientos.
—Muy bien. Alguien me dejó bastante cansado...
Tragué saliva y fui incapaz de evitar el mirarlo por el rabillo del ojo. Joder, cómo no pecar, cómo no caer en esa imponente tentación... Sam se mordió el labio y se reincorporó en la cama, haciendo que la sábana se deslizara por su torso. Cuando se puso de rodillas en el colchón, la tela cayó como una sutil pluma acariciando su piel, dejándolo totalmente desnudo ante mis ojos. Contuve la respiración, notando el calor subiendo por mis entrañas. Su cuerpo, las líneas de los músculos, cada vello corto del pecho, el torneado del abdomen... Su miembro entre los tensos muslos.
Tan apolíneo...
—¿Guillem?
Su voz me sacó del ensimismamiento y solté un suspiro cuando sus manos se posaron en mi cintura para acercarme a la cama. Intenté mirar al techo, pero su risilla robó toda mi atención. Pelo revuelto, barba perfecta, lo bonitos que eran sus ojos...
La conversación que tuve hacía un momento...
—Sa... —jadeé cuando sus labios se posaron sin previo aviso en mi cuello—. Yo... Sa... Ki...
Parecía un idiota tartamudeando. No era normal que me hiciera perder de esa manera el sentido.
Tú no sientes más, pero..., ¿y él?
—¿Qué? —murmuró a punto de atacarme la oreja.
Me temblaban las piernas y el cosquilleo que en breve se apoderaría de mi espina dorsal, nada más tocara esa zona, haría que llegara al punto de no retorno.
No, no, no.
—¡Kike! —grité pegando un bote hacia atrás.
Sam también se sobresaltó y se tambaleó, justo antes de fruncir el ceño y apoyar sus puños en la cama para no caer, pues su punto de apoyo, que era yo, se había pegado a la pared de detrás como si fuera una auténtica garrapata. Debía parecer un mamarracho.
Joder, todo estaba tan bien antes de que mi Pepito Grillo particular viniera a regalarme un poquito de conciencia...
—¿Qué pasa? ¿Está bien? —preguntó Sam levantándose del colchón. Todavía desnudo, claro.
Por dios, que se tapara...
Bueno, en realidad no.
Se levantó.
Mierda, mejor sí.
—¿Eh? —medio chillé sin aliento—. Digo que Kike tiene que... Que voy a ayudarlo con... —Respiré hondo—. Con una cosa que me pidió sobre un trabajo que tiene que entregar, ¡sí! Un trabajo para una profesora que es una cabrona y dice que no le da tiempo y pues... Lo voy a ayudar.
Merecía el destierro por mi patética improvisación. ¿Lo estaba echando? No era un echar como tal, pero necesitaba pensar y con él cerca y desnudo definitivamente no podía.
ESTÁS LEYENDO
ERASMUS. Destino: Grecia
RomanceSer alumno del programa Erasmus era sinónimo de enriquecerse como persona, buscar nuevas aventuras, experiencias personales y... fiesta. Mucha fiesta. Eso Guillem lo tenía claro, pero lo que no imaginaba era que la lista también contuviera el requi...