Τέσσερα

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Al día siguiente era viernes, y como me había prometido y también pasó el anterior, iba a salir. Kike se había animado al plan, así que sabía que una buena borrachera y risas estaban aseguradas. Y como no, tal cual, terminamos a las tantas de la madrugada en un karaoke, destrozando canciones en inglés.

Mi estadía en Atenas se hacía más corta, por lo que quería disfrutar cada momento al máximo; vivir la experiencia con mi mejor amigo era un añadido que nada más me podía otorgar.

El sábado llegamos a las ocho de la mañana y hasta media tarde no se oyó ni un suspiro en nuestro piso. Lo que me despertó fue el sonido de un mensaje en el móvil.

Sam.

"Tengo la tarde libre, quieres que nos veamos".

Tan al grano como siempre. Sam tampoco controlaba lo de los signos de interrogación, ni eso de poner emojis que adornaran y clarificaran ciertos mensajes.

Abrí un ojo, molesto por la claridad. Me reincorporé de la cama esperando el tirón que me daría la cabeza a causa de la resaca, pero sorprendentemente no fue para tanto. Tenía una leve punzada en las sienes.

Le contesté.

"Por mi vale, pero... tengo un poquito de resaca 😜" .

Le di a enviar y moví de un lado al otro el cuello, haciéndolo sonar. Eran las cinco de la tarde pasadas.

"Eso es porque no sabes que yo hago milagros".

Frené.

Adoraba que aquel hombre no tuviera un tope; yo tampoco. Un orgasmo curativo no estaría nada mal. Acepté la sugerencia y salí de la cama para ventilar la habitación y darme una ducha rápida. Kike seguía en coma, desde su cuarto no se oía nada.

Me vestí con ropa cómoda y antes de que llegara preparé algo de comer. Cuando le iba a dar un bocado más al sándwich, el escandaloso timbre del piso sonó.

—Hola —saludé con una sonrisa cuando me encontré a Sam en el marco de la puerta.

—Hola, ¿cómo está tu cabeza?

Volvía a llevar la chaqueta de cuero y una camiseta blanca. Los vaqueros igual de desteñidos... Sonreí y le hice un gesto con la cabeza para que me acompañara a la cocina.

—Algo mejor, ¿y tú? ¿Qué tal fue tu viernes?

Creo que esa fue la primera vez que nos centramos en una conversación de verdad, de personas normales.

Aguardé dando un sorbo a un vaso de agua. Sam se mordisqueó el labio antes de hablar.

—Salí con las chicas y tranquilo. Me fui con uno y esta mañana un poco difícil...

Y menos mal que para entonces ya me había tragado el agua.

No me esperaba tal respuesta, juro que no. Aparté el último bocado que me quedaba del sándwich y asentí.

—¿Con uno?

No me había molestado, de hecho mis constantes vitales no se vieron muy alteradas cuando oí tal cosa. Sabía que lo que había entre Sam y yo no implicaba exclusividad, claro que no, y eso era algo que conocía aunque ni siquiera lo hubiésemos hablado. Éramos dos tíos que se acostaban, manteniendo incluso las distancias de conocernos un poco más.

—Sí, no dijo que vive con sus padres y su madre gritó cuando me vio.

Casi me podía imaginar la situación.

—Vaya, qué cosas... —murmuré volviendo a beber.

Sam se encogió de hombros y removió para quitarse la chaqueta. Bebí más agua cuando vi que la camiseta blanca era sin mangas. Sus bíceps estaban descubierto, en mis narices.

ERASMUS. Destino: Grecia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora