Funcionar de otra manera.

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Al ver sus rostros, esperando que les dé la razón, corrí hacia mi cuarto y trabé la puerta como solía hacerlo cada vez que me peleaba.

Trataban de abrir por unos minutos, amenazándome con castigarme, o cosas como internarme (ni que todo fuera mi culpa) y a los pocos minutos los gritos y golpes cesaban, para convertirse en silencio.

Me miré fijamente al espejo... Buscando una respuesta.

¿Qué me hacía diferente? Era igual a cualquier otro adolescente... Igual a cualquier otro...

Nada me diferenciaba, ¿Pero cuál era el motivo de que me odiaban?

No había respuesta en mi reflejo, y en mi manera de ser, mucho menos.

Era amable con todos, y ni siquiera podía envidiarme las notas... ya que no eran siquiera destacables.

Era una chica común y corriente, que había sido elegida al azar, para que sus amigas la marginaran y la escuela comenzara a insultarla.

-Abre la puerta Sylvia- pidió mi madre, pasadas un par de horas de que me había encerrado.

-Solo si prometes no hablar de la escuela- pedí amablemente.

-Lo prometo... Pero es tu cumpleaños, no debes quedarte encerrada...

Me puse de pie y abrí la puerta. Me recibió con un abrazo.

-¿Qué dices si vamos al centro comercial para hacer algo o comprarte algo por tu cumpleaños?- ofreció con una sonrisa.

-No tengo ganas...- fui sincera, no tenía ganas ni de ir al cine, ni de comprarme ropa... Ni hacer nada de lo que pediría o haría una adolescente en su cumpleaños.

Di media vuelta y me volví a sentar sobre la cómoda.

-Haremos lo que tú quieras....- mi madre quería sacarme de allí a toda costa.

-De acuerdo- acepté.

No tenía ganas de salir, pero si mi madre me veía mejor así, que así fuera.

Caminamos por el centro un rato, hasta que nos sentamos a descansar. Junto a mi madre, pasó una chica... Que me llamo mucho la atención.

-Tiene el cabello rosa- le comenté a mi mamá sorprendida.

-Si... He visto a varias chicas con el cabello así últimamente...- contestó mi madre mirándola- ¿Tú también lo quieres así?

-Sería genial... Pero pedirle permiso a papá para eso sería un suicidio, diría que es solo una escusa más para no adaptarme- le explique mirando para abajo.

-Tengo una idea- me ofreció tomándome las manos y acercándose a mi confidencialmente -Te dejo teñirte así, y aunque tu papá luego quiera que te cambies el color de cabello, lo hare posponer para que al menos lo lleves un mes así como regalo de cumpleaños.

-¿Hablas enserio?- le pregunté sorprendida y con una sonrisa.

-Hablo enserio- confirmó con una sonrisa.

Mi madre, compró el tinte, y mientras mi padre estaba en el trabajo, me lo puso.

La primera vez que me vi en el espejo, me costó reconocerme, parecía otra persona con ese color de cabello, aunque cabe decir que me encantaba.

Aunque mi madre de igual manera me sugirió que usara una gorra para cuando llegara mi padre, ya que quería que el tema del tinte no fuera tema de conversación hasta la noche, ya que mi padre... Siempre es duro conmigo, y estar 6 horas seguidas escuchando quejas, no era lo mismo que oír solo una.

Llegué a la escuela, con la capucha de mi buzo puesta. Tenía que usar uno viejo, ya que al gris, (probablemente por la espuma) le habían quedado manchas extrañas... Encima era mi favorito...

Omití, este día, la parte de ir al baño. Y decidí entrar unos minutos más tarde, para tener que estar solamente en clase.

Me senté en el mismo lugar que siempre, y mire con resentimiento a mis antiguas amigas, que decían que me querían... Y habían terminado traicionándome y en más de una ocasión, haciéndome maldades que no tenían nombre.

La de la espuma, por ejemplo, lo habían hecho ellas.

-Las gorras chicos... Ya sé que hace frio, pero aquí dentro no se permite- no era la única que tenía una capucha o una gorra, éramos, en realidad, varios.

Me la quite rápido y sin pensar en las miradas del resto.

Sabía que iba a ser criticada, pero a mí me encantaba. Siendo común... No era feliz... Ahora seria tal y como yo quería. Eso no me traería felicidad, pero al menos me daría, la satisfacción de no ser solo un elemento más... Una persona común.

Sería lo que yo quería, y tiraría esos intentos de adaptación por la borda, era hora de dar miedo, era la hora, de ser lo que los otros no esperan... Aunque eso cueste, seguir siendo infeliz.

Sylvia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora