¡Feliz año en Sala Samobójców!

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La puerta de mi cuarto no dejaba de sonar.

-¡Sylvia! Por favor... La doctora va a poder ayudarte...

Cubrí mi cabeza con la almohada para dejar de oír las cosas que decía mi familia. Estaba harta de oírlos.

Sabía que hacía mucho tiempo que no salía de mi dormitorio, pero no había dejado de comer ni esas cosas... Por la noche destrababa la puerta e iba por algo. Hacía meses que traían una y otra vez gente para convencerme de volver a ser "niña". Yo ya estaba aburrida de esa rutina, mi mundo daba asco, todo daba asco, y no tenía el valor suficiente para acabar con esta vida.

Mis antiguos compañeros de escuela seguían mandándome cosas, al parecer de alguna y otra forma estaban enterados de lo que me pasaba, e incluso había llegado a recibir amenazas de muerte.

Sinceramente, no le tenía miedo a la muerte, le tenía miedo a la vida y al sufrimiento. Y para mi podría haber sido fácil si esas amenazas iban enserio... Ojalá pudieran acabar conmigo. Sin embargo, yo sabía que eran solo palabras, y de donde esas venían, podían venir más y más.

Me coloqué los auriculares de la computadora y la encendí. Ya que no me dejaban dormir, haría algo que si me interesaba... Y eso no incluía escuchar los sermones del otro lado de la puerta.

-¡Un año más en este puto mundo!- me recibió Rahel en Sala Samobójców.

-Un año más...- susurré mirando a todos.

-Un año más en Sala Samobójców- me recibió Damián.

Todos comenzaron a mirarse entre todos, y volvieron a lo suyo. Aparentemente, estaban esperando a que Rahel diera la señal para comenzar con su rutina. Pero esta se alejo y me dio una señal para que me acercara, seguramente para hablar en privado.

Caminé hacia la orilla del rio, el lugar donde me había indicado, y comenzamos a hablar.

-¿Pasa algo?

-Sylvia... Se que lo vas a entender...

-¡Espera!- la detuve sabiendo de qué se trataba.

-¡Sabes que a la única que le confió esto es a ti!- me dijo enojándose un poco.

-¿Y que harás?- quise saber.

-Tú sabes bien que es lo que haré, tú te quedaras a cargo de ellos- dijo señalándome a el resto del grupo, que charlaban.

-Me detestan...

-Te detestan porque saben que te elegí a ti... Eres igual que yo...

-Yo no soy como tú, no haría lo que tú vas a hacer- interrumpí retrocediendo.

Supe enseguida de que Rahel se había molestado, sin embargo se volvió a acercar a mí. Ella no se rendiría fácilmente.

-Lo eres... Lo que ocurre es que no lo sabes, pero ya llegará la hora en que lo sepas, en que encuentres la paz, hoy es mi turno, el tuyo todavía no lo es... Sin embargo, serás tu las que guie al resto- me explico quitándose el collar que le colgaba y poniéndolo en mi cuello- Buena suerte reina.

Rahel desapareció. Se había desconectado...

Desesperada, corrí hacia el resto del grupo.

-¿A dónde ha ido Rahel?- preguntó Augustyna viéndome sola.

Jasper se acerco a mí y tomo el collar que Rahel me puso.

-Lo va a hacer...- dijo preocupado mirando a todos.

Pude ver como poco a poco todos se desconectaban.


Al igual que muchos miembros de Sala Samobójców se desconectaban, yo hice lo mismo. Seguramente todos queríamos lograr el mismo objetivo: hablar con Rahel.

"Contesta por favor" le escribí al chat, viendo de que rechazaba todas mis video llamadas.

De repente, y luego de varios minutos de insistencia, Rahel puso el video llamada. Tenía el delineador todo corrido y estaba pálida. Se la veía sana y salva... Por ahora.

-¡Por favor no hagas esto! ¡No ahora!- le dije con desesperación.

-Es tarde...

-No, no es tarde, no me dejes sola... ¡Tengo miedo! Escucha...

-¡Es tarde!- gritó levantando sus manos.

Sus muñecas estaban cortadas y estaba desangrándose. Por eso seguramente, estaba pálida. Era tarde.

La llamada se corto.

"Es tarde" les mande a todos los de Sala Samobójców en el chat grupal, para que lo supieran.

"No me quiere contestar" Puso Daria preocupada.

"¿Cómo que es tarde?" pregunto Damián

"Se ha cortado las venas" Conteste para que todos supieran.

Y así fue... Porque noté, que absolutamente todos los presentes se desconectaron. Había quedado yo sola, y con una imagen en mi cabeza que me estaba quemando las ideas. Tenía miedo, estaba sola... Y Rahel iba a morir sin que yo pudiera hacer algo al respecto. Y esta vez iba enserio.

Me quite los auriculares de la computadora, afortunadamente mi familia había dejado de insistir con lo de la doctora.

Salí corriendo hacia mi baño y abrí la ducha, para, incluso vestida, calmar ese dolor que estaba sintiendo. Enfriar mis ideas... Ayudarme .

Mientras el agua fría, recorría mi cara y mi cuerpo, solo pude llorar. Llorar.

Sylvia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora