El muro.

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Me levanté la máscara y miré con mejor atención la pantalla de mi computadora.

"Heridas abiertas, mundo cerrado" Escribí en el video de Sala Samobójców en el que yo aparecía.

Las cosas no habían mejorado, todo seguía siendo la misma porquería de siempre, Rahel había desaparecido, así como la mayoría de los que estábamos en la sala de los suicidas. Habíamos creado un cementerio en la sala... Todos aquellos que desaparecían sin dar señales, le hacíamos una placa. No estábamos seguros del todo si morían o si salían al mundo, pero sea como sea... En el mundo de suicide room ya no existían.

Yo era la sucesora de aquella chica que tenía el pelo azul (irónico, porque el mío era rosa) y algunos me habían aceptado como la reina. Más que nada los nuevos miembros, el resto se había marchado, o ya sabrá quien que habrá pasado con ellos.

Yo no había podido hacer nada con Rahel, y ella solo confiaba en mí.

Eso lo tenía bastante superado, había pasado mucho tiempo, y esas heridas, por más que estuvieron días y días abiertas, ya habían sanado. Pero había muchas nuevas (y viejas) que estaban abiertas y no sanaban.

Mi mundo, por otra parte, estaba cerrado... Mi mundo era la sala de los suicidas. Yo era una cobarde, pero ese era mi mundo. El mundo real no estaba hecho para mí, yo no parecía a aquel mundo.

Había conseguido a quienes aceptaran lo que yo hacía, lo que pensaba... Sin embargo, no encontraba a quienes yo quería aceptar, a aquellos que en serio encajaran de alguna u otra forma conmigo.

Me recosté en mi cama, y decidí dormir un rato, había pasado toda la noche en el portátil. Dudé en un momento si me convenía comerme el sándwich que me había hecho horas atrás, mientras todos dormían, pero lo envolví y decidí dejarlo por si más tarde tenía hambre.

Además, tenía planeado utilizar mi otra computadora, ya que el portátil se había sobrecalentado varias veces, y temía que se rompiera. Llevaba mucho tiempo sin ver hacerla arreglar, y eso no podía ser nada bueno.

Todo se me estaba acabando en esas 4 paredes: el tiempo, las cosas y mi vida.

Un ruido en mi computadora me alerto y despertó. No tenía mucho ánimo de entrar, así que silencié todo y seguí durmiendo un rato más.

Cuando desperté, fui directo al baño de mi dormitorio y me maquillé y coloqué mi mascara. Otra vez empezaba la cacería... ¿Para Rahel había sido igual de difícil encontrarme? ¿Existía ese alguien que encajara conmigo? Por ahora no lo sabía, sin embargo, yo seguiría en esa búsqueda, y seguiría tratando de armarme de valor para la muerte. Lo único que me armaba de valor para morir, eran los cortes... Esos cortes y ese dolor era lo único que me ayudaba, pero a la vez me asustaba... Porque como esos cortes me hacían saber que yo estaba viva, también me decían que estaba sufriendo... Y que igual sufriría en mi muerte.

Decidí terminar con esos pensamientos y esas cosas, así que teniendo cuidado con la sangre de mi brazo, me acerque a la computadora y encontré que era lo que había sonado aquella tarde.

"Heridas cerradas. Mundo abierto"

-Dominik- susurre mirando de quien se trataba.

O parecía ser alguien positivo, o alguien que negaba la realidad. Pero ¿Qué hacia entonces en el muro de la sala de los suicidas? Solo podía ser un curioso.

Era muy común que muchos curiosos entraran, pero también había muchos de los nuestros. O muchos como yo... Que nos negábamos al principio, y luego nos convertíamos en lo que éramos: monstruos.

Dude un rato en si le hablaría o no... Ya que no parecía ser más que un curioso, sin embargo sentí algo dentro mío, que decía que lo hiciera, que habláramos.


                                                                                         

Sylvia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora