vii. isaac

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siete,( isaac )

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siete,
( isaac )









  Después de que el papá de Isaac, tu novio, falleció, él empezó a comportarse de una manera diferente. Ya no era el tímido jugador de lacrosse, ahora era más confiado de sí mismo y estabas algo cansada de que cambiara tanto estando con vos, cuando había gente alrededor te trataba como si ya no te necesitara, como si fueras una molestia; pero cuando estaban solos era el mismo Isaac del que te enamoraste.

Saliste del salón de química y fuiste a buscar a Isaac a su casillero, donde hablaba con Erika y Boyd. Todavía no habías tenido oportunidad de saludarlo, ya que habías llegado tarde y te habías dirigido a tu salón.

—Hola bebé —saludaste con una sonrisa y te paraste en puntitas esperando el beso que nunca llegó.

—Hola —murmuró mirando a otro lado mientras Erika se reía de vos y Boyd te miraba con compasión.

—¿Está todo bien? —preguntaste con el ceño fruncido, pensando que tal vez podía llegar a estar enojado contigo, aunque sabías que no habías hecho nada malo.

—Si nena —sonrió de lado de modo arrogante.

—Oh, ya veo —reíste amargamente mirando el piso.

Cuando levantaste la vista, él te miraba con el ceño fruncido, tratando de entender de que te reias porque para él no había nada gracioso.

—¿Qué? —preguntó en tono cansado.

—Deja de comportarte como un idiota Isaac —mascullaste, finalmente lo habías enfrentado, sin poder soportarlo mas.

—¿Yo? ¿Idiota?

—Si, sos un estúpido idiota de mierda. —Sentiste como enrojecias de la rabia—. Me tratas como si no te importara, como si fuera una molestia y no me quisieras más en tu vida. Si realmente no me querés más decímelo porque ya no lo soporto. Me estuve diciendo que es por la muerte de tu papá, y tal vez lo sea, pero ya pasó un mes y seguís siendo un estúpido arrogante con el ego sumamente alto. —A este punto estabas casi gritando, asi que suspiraste y te calmaste—. Quiero a mi Isaac de nuevo, del que me enamore, porque este no me gusta para nada.

Te diste vuelta, saliste de la escuela y te fuiste. Estabas cansada, triste y dolida, ni siquiera había tratado pararte. Lo único que querías en ese momento era llegar a tu casa y llorar.

《》

Los días pasaron y ya simplemente no se hablaban. En la escuela se miraban, pero nunca conectaban las miradas por mucho tiempo. Isaac sabía que te había lastimado, pero para que todo estuviera bien y no hubiera secretos tenía que organizar sus prioridades, y aunque suene egoísta, primero necesitaba aprender a controlarse.

Luego de dos semanas de prepararse mentalmente para contar su secreto, fue un sábado hasta tu casa. Te sorprendiste al verlo allí parado como si nada en la puerta de tu casa, pero a la vez estabas enojada porque se había tomado demasiado tiempo.

—¿Crees que podamos hablar? —preguntó nervioso y rascó su nuca.

Sin decir nada te corriste a un lado y pasó. Subieron a tu habitación y se sentaron los dos en el borde de la cama, mirando a la pared.

—Perdón —soltó—. Se que estuve siendo un idiota y...

—Si lo fuiste —asentiste.

—Dejame terminar —suspiró nervioso—. Y aunque no parezca cierto tengo una muy buena explicación para eso y te amo, mucho, y no quiero que haya secretos, por lo que creo que es hora de que te cuente mi secreto... soy un hombre lobo .

—Oh por dios. —Te pusiste furiosa y te paraste. Imitó tu acción y miraste sus ojos—. ¡No puedo creer que me vengas con una estupidez así para justificar que sos un idiota! ¿Hombre lobo, en serio? Vaya imaginación Lahey —suspiraste, te cruzaste de brazos y miraste la pared—. Si te vas a seguir burlando mejor vete.

—No me estoy burlando, puedo mostrarte.

Lo volviste a mirar y, ahora, sus ojos brillaban amarillos. Tenía colmillos y garras. Asustada diste un paso atrás, tropezándote con la cama y cayendo al piso. Te miró dolido, lo último que quería era que tengas miedo de él. Se dio vuelta y cuando volvió a mirarte estaba normal. Te extendió su mano y algo insegura la agarraste y te ayudo a parar.

—Entiendo si querés que me vaya y no vuelva a hablarte —dijo con notable dolor.

Abriste tus brazos y rodeaste su cintura en un fuerte abrazo. Necesitaba tu apoyo, podías notarlo, y no podías simplemente darle la espalda y dejarlo solo.

—Si me lo hubieras dicho hubiera entendido —murmuraste en su pecho—, no era necesario que te compartes como un idiota.

—Lo sé y lo siento. —Besó tu coronilla—. Te amo bebé.

—Y yo a vos Lahey.







Al fin un ima-
gina que safa
ahre me odio

teen wolf imaginasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora