3. La princesa y el hada

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Liliam arrugó la nariz en una mueca de asco ante la visión frente a ella: Gente corriendo, sudando y pareciendo que se matarían por una pelota.

"Patético..." pensó mientras se miraba en el pequeño espejo de maquillaje para comprobar que su labial estaba en buen estado, no es que estuviera obsesionada con su apariencia o algo así, simplemente gustaba del hecho de verse bien y que las personas se lo dijeran.

—Chicas, ¿Creen que me veo lin...-—sus palabras fueron interrumpidas por Naya (una de las chicas de su pandilla, a Liliam le agradaba para nada, pero de igual forma la mantenía cerca porque se entretenía con las estupideces que decía), la cual estaba sentada detrás de ella hablando de algo que a Liliam no le interesaba en lo absoluto.

—Entonces vi a la perra esa de Natalie y le dije que era una zorra teñida, después...

—Naya—le reprochó Irina (una amiga de Liliam, también estaba en el mismo grupo, a Liliam le agradaba porque no le daba muchas vueltas a cualquier cosa e iba directo al grano)—, cállate, nos contaste tu "Oh tan interesante discusión con Natalie" mil veces.

—Naya...—la voz alegre y aniñada de Liliam se había vuelto dura de un segundo a otro—¿Por qué tú...hablas tanto de Natalie? ¿Acaso te gusta?

—...¡E-eso es asqueroso! ¡N-no soy una maldita lesbiana! —exclamó con su rostro torciéndose por extrema repulsión.

Liliam e Irina le dieron una mirada helada (cosa que no era extraño en la segunda), inmediatamente sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal y se mordió la lengua para evitar seguir hablando de lo que tanto molestaba a la líder de su pandilla.

—L-lo siento, jefa...yo no quería...

—Naya—la voz de Irina sonaba fría, sin mostrar ninguna emoción—...cállate la boca, molestas a la jefa.

—Ah...—al escuchar la voz vacía de Liliam, Naya volvió a temblar un poco—...¿Q-qué fue...lo que dijiste, Naya? Creo que empezaba por no...

—¡Q-que no tengo saldo en mi teléfono! —chilló desesperada ante su mirada impasible, poco después, sin que Naya se diera cuenta, la sonrisa infantil de Liliam volvió a sus labios mientras se ajustaba sus gafas blancas.

—Vaya...no me gustan las mentiras, Naya, tal vez, si fueras meno tú...Olvidalo~

No importaba cuantas veces Irina y Naya le vieran cambiar tan rápido de un estado de ánimo a otro, jamás se acostumbrarían, esto era porque cuando Liliam se enfadaba ella podía actuar como una persona completamente diferente.

Entonces, tan rápido como piedra que cae del cielo, una pelota golpeó la cabeza de Liliam mandando a volar sus gafas y haciendo que soltará un pequeño grito de sorpresa mezclado con dolor.

—Bien...—Liliam empezó a hablar, llevándose la mano izquierda a donde había recibido el impacto con un rostro lleno de furia—...¿Quién...fue...el gracioso?

Liliam sin esperar a que alguien respondiera su pregunta se levantó de su asiento y extendió su mano, esperando que Irina le devolviera sus gafas (cosa que hizo en poco tiempo).

—¡Muchas gracias! —ella aplaudió un poco antes de recoger la pelota del suelo y acercarse al profesor.

—Señor profesor—ella hizo sus mejores ojos de cordero a medio degollar, esperando que funcionaran como hacían con todos aquellos a los que gustaba de manipular para tener cualquier cosa que quisiera—, esto...¿Podría llevar esta pelota a los del otro lado del patio? Es suya, ¿No...? O eso creo, nosotros no estamos jugando vóley...

El profesor dudó por unos segundos hasta que recordó algo muy importante: Esa chica con grandes ojos azules y sonrisa infantil era la hija del director, si ella se enfadaba con él, podría darse por despedido, entonces, con una sonrisa falsa, asintió y le dejo marchar.

Liliam empezó a dar saltitos y tararear en el camino, estaba feliz de poder "romperle la existencia" a cualquiera que haya sido el que le tiró las gafas por su torpeza. Para el momento en que llego al otro lado del patio, sólo pudo ver a una chica rubia con el pelo enmarañado y la cabeza agachada, ¿Se suponía que era eso lo que debía golpear? Se veía incluso más niña que ella (realmente casi todas las chicas se veían más jóvenes que ella, en todo caso, ella era una niña atrapada en el cuerpo de una "chica adulta"), de cualquier manera, si le golpeara...sería muy injusto para ella, y estaba que tal vez no sabía que le había golpeado, no tendría sentido hacerlo.

—¡Holis~!—Liliam exclamó con su mejor sonrisa, su voz (aquella que no modulaba cuando estaba feliz o conocía a alguien que pensaba que le agradaría) sonaba tan aguda como la de una niña pequeña—, ¿No es esto tuyo~?

—Sí...gracias...—la rubia al fin levantó la cabeza para responderle, extendiendo sus pequeñas manos para tomar la pelota de vóley que al parecer mandó al otro lado del patio—¿Cómo la conseguis...?

—...—Liliam guardó silencio por unos segundos antes de empezar a reír y con una sonrisa decir que la pelota le había golpeado—...La verdad, me dio justo en la cara.

—¡L-lo siento! —la muchacha (que en realidad no parecía pasar de trece) de pelo rizado agitó los manos y como si se hubiera tropezado con el aire, ella se tambaleó hacía atrás y adelante.

Entonces, un incómodo silencio reino entre ambas.

"¡Waahhh!" en un rincón de su mente, Liliam gritó como una fanática al ver a un ídolo adolescente "¡Es como una pequeña hadaaa~~~~!"

Por supuesto que ella le parecería tierna, eso era porque Liliam era mentalmente una niña pequeña, así que sentía fascinación por las cosas pequeñas y las cosas brillantes, por lo que para el momento en que en su cabeza pasó la idea de compararla con un hada, ya quería abrazarla.

Pero para cuando el tren del pensamiento se de la princesa se detuvo, el hada se había despedido y alejado sin siquiera voltear a mirarla.

El lirio que creció en el inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora