Capítulo 2: Humillación por partida doble

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Alex

Me despierto a las siete menos cuarto, cuando la alarma de mi teléfono comienza a sonar. Llevo casi tres meses viviendo en North Valley y aún me cuesta acostumbrarme; no por el clima, ya que en Seattle también solía a hacer mal tiempo, sino porque el hecho de empezar a vivir en un pueblo después de vivir diecisiete años en una ciudad me hace sentir rara. Nos mudamos aquí porque mi hermana Lindsay va a estudiar en una universidad cerca del pueblo. Le encanta aprender cosas nuevas continuamente. Tiene 28 años y sigue queriendo aprender, lo más gracioso es que yo soy igual que ella. Además, según mis padres, mi familia siempre había vivido aquí, y quieren que yo también lo haga para ver de dónde provengo, o algo así.

Lo que menos gracia me hace es tener que ir a un nuevo instituto, podría decirse que yo no soy la típica chica popular de las películas; soy de esas que prefiere tener un par de amigos que sean de verdad a cientos de conocidos. Pero en Seattle sí tenía amigos. Me sentó bastante mal tener que separarme de mi mejor amiga Lea. Habíamos sido amigas desde pequeñas, nunca nos habíamos separado.

Hasta ahora.

Finalmente me levanto de la cama, estoy agotada, solamente a mí se me ocurre salir el domingo antes del primer día de clase a correr por el bosque. Me dirijo a la ducha con la esperanza de salir despejada, pero lo único que consigo es relajar mis músculos con el agua caliente, cosa que hace que me entre más sueño del que ya tengo. Al salir veo que se me ha hecho algo tarde, así que me visto con unos vaqueros tobilleros desgastados, una camiseta negra ajustada y con la espalda descubierta y con mis zapatillas addidas negras. Desayuno un café con leche y galletas y unos minutos más tarde salgo de casa con mi mochila y una chaqueta de cuero roja en las manos.

Cuando doblo la esquina para coger el autobús lo veo pasar de largo de la parada y continuar la ruta. Primer día de clase y llegaré tarde, Alex empiezas bien el nuevo curso. Como si llegar tarde no fuera ya suficiente, de un momento a otro empieza a chispear, luego llueve y acaba diluviando; igual exagero un poco, pero para una persona que va a llegar tarde y empapada a su primer día de clase, en el nuevo instituto de su nuevo pueblo, una lluvia algo fuerte es como un diluvio.

Finalmente llego a mi supuesta aula chorreando, pero llego. Golpeo la puerta intentando no parecer histérica y una mujer, supongo que la profesora, se acerca a abrirme.

—Hola, soy Alex Messer, la alumna nueva —me presento—, siento llegar tarde, no pude coger el autobús y se me echó a llover —le digo intentando que deje de mirarme con cara rara.

—Disculpa la sorpresa, pero en el papel que me dieron para informarme de los alumnos figurabas como un chico —genial, que no se note que me ha pasado más veces—. Bueno, entra y preséntate, luego siéntate en la mesa vacía que hay casi al fondo —me dice con una sonrisa bastante falsa.

Después de una ridícula presentación en la que vuelven a llamarme Alexandra, me siento al lado de un chico. Para que mentir, me llama la atención, su pelo castaño está perfectamente despeinado y sus ojos color avellana te cautivaban por completo. Parecía amable, pero ese tipo de amabilidad destinada a caer bien a la gente, no amabilidad real.

—Alex Messer, encantada —le digo sonriendo.

—Hayden Smith, igualmente —me responde él con cara de pocos amigos.

Reconozco que su nombre me hace bastante gracia, no en mal sentido; sino porque yo tengo nombre de chico y él de chica.

—Vaya, vaya, ¿el universo también va en tu contra? —le pregunto con notable sarcasmo—, que yo sepa Hayden es nombre de chica, y por tu pelo corto y tu principio de barba estoy segura de que no lo eres.

No responde.

Minutos más tarde mi ropa sigue empapada y estoy tiritando del frío, aunque estamos en verano. Una chica me ofrece su bolsa del equipamiento de algún grupo del instituto para que pueda cambiarme y pido permiso para ir al baño. Cuando abro la bolsa me encuentro con lo que muchas chicas sueñan tener, pero no yo: el uniforme del equipo de animadoras. Digamos que no es feo, es el típico uniforme de color rojo y negro, pero no es de mi estilo. Podría decirse que no me gustan las minifaldas, y menos que la gente me mire como si fuera un objeto. Vuelvo a entrar en clase y ocurre lo que más temía, todas las miradas y comentarios vienen dirigidos a mí. Llego hasta mi sitio y estoy completamente roja, no sé si de ira o de vergüenza.

—Por favor, no digas nada —le digo a Hayden mientras me cubro la cara con el pelo.

De repente él me ofrece su chaqueta.

—Toma, así dejarán de mirarte —me dice, yo sonrío y le doy las gracias.

Me pongo la chaqueta de mi nuevo compañero, y mientras lo hago noto que no para de mirarme; pero a este chico ¿qué le pasa?

North ValleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora