Capítulo 11: Ojos azules, verdes y marrones

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Alex

Nos sentamos en una de las mesas del fondo y decido hablarle sobre mí. Creo que si le explico esas cosas antes en vez de preguntarle será más fácil que confíe en mí.

A simple vista se la ve amable, buena persona. Su melena rubia le llega hasta la mitad de la espalda, como la mía, y sus ojos azules hacen juego con las flores del vestido blanco que lleva puesto.

—Por si no lo has escuchado ya, soy nueva. Me mudé desde Seattle al empezar el verano —empiezo esperando que ella se abra también.

—¿Y cómo es que has cruzado el país para venir desde Seattle hasta un pueblo de Maine? —pregunta.

—Lo mismo te podría peguntar yo —se sorprende y me mira fijamente—. Intentas disimularlo, pero se te nota el acento. ¿Eres australiana verdad?

—Sí, yo también soy nueva. Pero no he causado tanto escándalo como tú, vamos ni de lejos.

—Ya bueno... Creo que habría preferido una entrada sigilosa y disimulada como la tuya la verdad.

Y se echa a reír.

—¡Lo he conseguido! —digo levantando los brazos.

—¿El qué? —pregunta aun riéndose.

—He conseguido que te rías.

Tiene una sonrisa bonita, para que mentir. Y ahora que la veo parece esa clase de chicas que siempre sonríen, pero que a la vez son tímidas.

Nos terminamos los cafés y decidimos que ya es hora de irnos a casa. Básicamente porque ella tiene un trabajo importante que ha de terminar. Intercambiamos números de teléfono y quedamos para mañana sentarnos juntas en el autobús.

*  *  *

Cuando llego a casa no escucho ningún ruido, cosa que me parece extraña, ya que mis padres y Lindsay deberían estar aquí. Cuelgo mi cazadora en uno de los percheros de la entrada y voy a la cocina, allí me los encuentro mirando fijamente la televisión.

—¿Qué pasa? —pregunto—, ¿por qué estáis tan callados?

—Alex hola, no te hemos escuchado entrar —responde papá cubriendo la pantalla con su ancha espalda.

Avanzo hacia él y le aparto de manera que me encuentro justo delante de la televisión sin creerme lo que estoy viendo.

—Alex... —dice mi hermana con cara de preocupación.

—Se confirma la identidad de la joven fallecida en el instituto North Valley. Se trata de Allison Jacobs, estudiante de dieciséis años del mismo instituto. Informa Richard Belfrey.

No sé cómo debo reaccionar a lo que veo, a las imágenes que salen por la televisión, a la cara de aquella chica. Me quedo paralizada, sin habla. ¿Cómo se supone que debo reaccionar ante la fotografía de una chica de ojos azul aguamarina? No es que esté loca. ¿Cómo es posible que la chica muerta tiene los ojos azules y el cadáver que yo encontré los tenía verdes? No tiene ningún sentido, es imposible equivocarse de esta manera, y estoy completamente segura de que el fallo no es mío, dudo que alguna vez consiga olvidar aquel día.

—Alex, ¿estás bien? —preguntan mis padres al ver que no me muevo.

—Perdón, pensaba que no volvería a ver nada sobre esto y me ha sorprendido. Lindsay, ¿puedo hablar contigo un momento?

Mi hermana asiente y subimos a mi habitación. Cierro la puerta para asegurarme de que mis padres no escuchan nada, no sería la primera vez que escuchan alguna conversación nuestra que no deberían. Así que toda precaución es poca. Lindsay se me queda mirando sabiendo que lo que voy a contarle es importante, pero estoy segura de que esto es lo que menos se espera.

—Por dios Alex, ¡quieres decírmelo ya!, no espera ¡Hayden te ha pedido una cita! —grita.

La mando callar girándome bruscamente sorprendida por lo que acaba de decir. Hayden pidiéndome una cita, ya seguro, creo que mi hermana ha salido demasiadas veces con Peter, necesita un poco de dosis de realidad.

—¡No!, pero ¡qué dices!

—Perdona, perdona, es que con tanto secretismo no sabía que esperar. —admite sentándose en el borde de mi cama.

—¿Has visto las fotos de Allison Jacobs que han salido en el reportaje?

—Sí, ¿qué pasa?

—¿De qué color tenía los ojos? —le pregunto esperándome cualquier respuesta.

—¿Qué más da de qué color tenía los ojos?, Alex debes tratar de olvidar...

—¡Responde! —la interrumpo—. Perdón, solo dime de qué color le has visto los ojos.

—Azules, como el mar diría yo. ¿Qué tiene eso de importante? —me pregunta.

Me preparo para contárselo, esperando que no me tome como una loca y vaya directa a papá y mamá. Se que suena a película, pero yo sé lo que vi.

—La chica que encontré muerta en los vestuarios tenía los ojos verdes, muy verdes. Eso es lo importante. No tienen los mismos ojos. Ese es el problema.

—Alex, tú y yo tenemos los ojos marrones y a veces los vemos de color verde. Estabas asustada, no pasa nada si te equivocaste, si no te acuerdas. —me responde.

—Lindsay, te estoy contando esto porque sé lo que vi. Estoy completa y absolutamente segura de que la chica de los vestuarios tenía los ojos verdes, y Allison Jacobs los tiene azules.

—Alex, puede ser que tú vieras que la chica tenía los ojos verdes, puede ser por la iluminación del vestuario, por el contraste con la sangre o porque tu propia mente quiso que la vieras con ojos verdes. Hay miles de explicaciones y todas son perfectamente normales. Allison Jacobs tiene los ojos azules, y es la chica que tú, desgraciadamente, encontraste muerta.

—Así que no me crees —la acuso notando mi voz quebrarse y mis ojos llorosos.

—Alex no digas eso.

—Ya tengo suficiente con no recordar cómo narices acabé en ese vestuario como para empezar a cuestionarme si cambiando la luz o los contrastes unos ojos pueden pasar de ser azules a verse verdes. Sé perfectamente lo que vi, y no pienso cambiar de opinión —respondo saliendo de la habitación y encerrándome el baño.

* * *

Después de que Alex se niegue a salir del baño bajo las escaleras dispuesta a encontrarme de nuevo con mis padres, y ya de paso a enfrentarme a ellos, otra vez, por seguir insistiendo en ocultarle cosas a Alex. Sé perfectamente que tenemos que protegerla, y lo último que pretendo es ponerla en peligro, pero aunque le haya insistido en que lo que vio era fruto de su imaginación, estoy prácticamente segura de que en realidad es cierto.

—Esto no puede continuar así —les digo quedándome en pie frente a ellos.

—Lindsay, no sé cuántas veces tendré que decírtelo, no vamos a decirle nada —responde mi padre.

—Mi hermana pequeña empieza a pensar que está loca porque los ojos de una chica muerta han cambiado de color. ¿Y sabéis por qué?, porque no hay ninguna explicación lógica que se le pueda dar para negarlo. Ella sabe lo que vio, y está segura de que es real. ¡Y cómo no iba a estarlo!, ¡si realmente es lo que vio!

—Alex no está preparada para saber la verdad, y por eso no vas a decirle nada.

—¿Sobre qué no vais a decirme nada? —pregunta Alex entrando por el umbral de la puerta.

¿Ahora?, ¿en serio?, después de suplicarle durante quince minutos que saliera del baño y hablara conmigo aparece ahora.

Tengo la hermana pequeña más inoportuna del mundo.

North ValleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora