Magnus decide viajar a España, más concretamente a Barcelona con su amigo Ragnor. Desea enseñarle la ciudad, y de paso ligar con un chico o quizás una chica.
Pero a veces las cosas no salen como uno desea. Magnus se siente frustrado, tal vez, la sol...
Magnus estaba aburrido; llevaba varios días sin acostarse con nadie, y la verdad, es que su cuerpo ya le estaba pidiendo un poco de acción. Y toda la culpa la tenía su "buen amigo" Ragnor Fell.
¿En qué mala hora se le había ocurrido llevárselo de vacaciones a España? Y encima, sin conocer este el idioma.
La noche anterior habían salido a conocer la ciudad, bueno, Magnus ya la conocía. Estuvo en este país cuando era un niño, y su padre lo intentó matar, siendo acogido por los hermanos silenciosos. Había pasado mucho tiempo de esto, era obvio que la ciudad había cambiado en todos estos años. Corría ahora el mes de junio de 1972, y aunque por las noches aún refrescaba, por las mañanas el sol ya se hacía notar.
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Imagen del final de las Ramblas con la estatua de Cristóbal Colon.
Ambos iban paseando por las Ramblas. La gente transitaba sin parar; madres con sus niños pequeños tomándoles de las manos. Chicas jóvenes ataviadas con sus mejores ropas, paseando tranquilamente charlando animadamente y riendo por cualquier cosa. Una pareja de adolescentes se miraba tímidamente mientras entrelazaban sus dedos. Se oía claramente la risa bulliciosa de los niños corriendo y jugando a perseguirse, el llanto de un niño llorando, su amorosa madre alzándolo, acomodándolo en su pecho, llenando su carita de besos y susurrándole palabras de consuelo. Parejas de diferentes edades caminaban apresuradamente.
El aire estaba impregnado del aroma dulzón y de los vivos colores de los numerosos puestos de flores. Justo ese día hacía bastante calor, a pesar de la hora en la que estaban; el sol hacía escasas horas que se había escondido.
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Imagen de las Ramblas.
–Hay demasiada gente aquí. No me gusta. –dijo Ragnor con una mueca de disgusto.
–Venga Ragnor, no seas aguafiestas. Vamos a pasárnoslo bien.
–Tengo calor.
–Pues quítate la chaqueta.
–Tengo sed. –Magnus miró al cielo y suspiró, dándose fuerza mentalmente para no golpear al imbécil de su amigo.
