Capítulo 3 *EL MOLINO*

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Al día siguiente después de mucho disculparse y prometerle que lo llevaría a un gran restaurante de alto nivel, logró por fin, que Ragnor lo perdonara. 

Esa mañana había decidido enseñarle el famoso parque Güell; un parque público con jardines y elementos arquitectónicos situado en la parte superior de Barcelona

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Esa mañana había decidido enseñarle el famoso parque Güell; un parque público con jardines y elementos arquitectónicos situado en la parte superior de Barcelona. Magnus fue explicándole que el parque había sido diseñado por Antonio Gaudí, que era el máximo exponente del modernismo catalán, siendo un encargo del empresario Eusebi Güell, construido entre el año 1900 y el 1914, he inaugurado como parque público en 1926. Ragnor se encontraba maravillado por el lugar, y encima ese día no hacía excesivo calor, lo que para él era un auténtico alivio, pues prefería cien veces más el frío al calor.

 Ragnor se encontraba maravillado por el lugar, y encima ese día no hacía excesivo calor, lo que para él era un auténtico alivio, pues prefería cien veces más el frío al calor

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Esa noche decidieron ir a algún local nocturno, para conocer la noche barcelonesa y perderse un poco por la ciudad. Primero irían a cenar a un restaurante céntrico, y luego irían a El Molino, pues les habían recomendado mucho ese lugar de ocio.

El Molino era un local donde impregnaba un ambiente canalla y transgresor dentro de los límites permitidos. Los numerosos artistas que allí actuaban, tenían una gran capacidad de crear lenguajes propios de doble sentido, con la idea de poder pasar la censura de la época. Muchos de ellos se la saltaban, dando una lección constante de libertad mezclada con un erotismo sano.

El Molino era un remanso de oxígeno y liberación en la Barcelona gris y asfixiante de los años setenta, a causa de la situación política que se respiraba en el país.

Magnus Bane estaba seguro que encontraría en ese local y en ese ambiente, a alguien con quien compartir algo más que suaves besos y tiernas caricias, no como la desastrosa noche anterior que se quedó a medias.

Cenaron en un restaurante que estaba cerca del café concierto, donde irían más tarde. El local no era demasiado grande, se veía íntimo y acogedor. De primero pidieron unas ostras, pues según Magnus, estas eran afrodisíacas, siguieron con un lenguado a la naranja, que quitaba el sentido de bueno que estaba, y ya para finalizar, una exquisita tarta de chocolate. Todo eso regado con una botella de cava bien fresca.

Ragnor observaba como su amigo coqueteaba descaradamente con el camarero, mirándole fijamente, sonriéndole y riéndole las gracias cada vez que este le hablaba.

LAS VACACIONES DE MAGNUS Y RAGNORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora