2. Paraíso momentáneo

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Lana del Rey - Video Games

El sonido de un trueno me despertó deteniendo mis órganos vitales por un segundo. Ahora en este mundo espacio-temporal mi pesadilla volvía a mi cabeza, mostrándome mi mano bañada en sangre ajena junto a aquel cuerpo inocente sin vida. Recordé también una risa externa, como si a mi inconsciente le causara gracia mi propio tormento al dormir.

Mi estado de ánimo se acoplaba perfectamente al mundo exterior: tormentoso, oscuro, con un firme viento que se lleva a los sin rumbo.

Salí de mi refugio de mantas para prepararme una taza de café, nunca me había afectado la cafeína y el exceso de energía no era justamente mi problema esta noche. Sabía que en las noches así no volvía a conciliar el sueño y preferí hacer lo que más amaba, aprovechando la melodía de la tormenta para cubrir la que producirían mis dedos con las teclas a continuación, así no habrían quejas externas por tocar a las cinco de la madrugada.

Moonlight de Beethoven comenzó a resonar en la tranquila habitación calmando uno por uno mis nervios, uniendo momentáneamente cada pieza irreparable en mi interior.

Mi cabeza se encontraba casi en blanco, a excepción de las siguientes notas que produciría. Las ansias de muerte se esfumaban cuando comprendía que al menos existía una cosa que amaba de la vida: la música. Y a esta me dedicaría.

La soledad invadía el ambiente, la soledad no me afectaba porque simplemente la merecía. No tenía a nadie más que a la chica de grises iris para hacerme sentir un poco más acompañado, había llegado en el momento justo evitando una de mis tantas caídas. Desde aquel simple encuentro en un aburrido y alborotado almuerzo abarrotado de personas, cuando me preguntó si sentarse conmigo me sería un problema, me hizo notar que necesitaba compañía por más escasa que sea. Dejé de estar solo y ella también, el universo nos unió cuando no teníamos a nadie, ella ha avanzado, yo me quedé en el pasado. Era consciente de que una amistad no llenaría mi vacío, pero me ayudaba a sobrellevarlo sin frecuentes encuentros cercanos con la muerte.

Había pasado bastante tiempo y ambas tormentas se habían calmado, por lo cual ir un poco más temprano a facultad no me haría mal, podría practicar un poco allá y con suerte me distraería.

El sonido de mis pisadas retumbaba en toda la estructura y parecía expandirse al más allá, señalándome que por ahora la institución estaba libre de estudiantes, lo cual me complacía.

Pero a medida que me acercaba a mi objetivo algo parecía corromper el silencio, una leve melodía resonaba a lo lejos y luego no tanto. Si fuera creyente pensaría que finalmente había muerto y me hallaba en el paraíso, pero no era mi caso. Con paso apresurado llegué a la sala, era una dulce voz la que provocaba que mis oídos se estremecieran de placer y los vellos de mi cuerpo se tensaran por la armonía acompañada de una suave base de piano.

Temía acercarme, temía que se detuviera, porque ese fue el único momento en que encontré verdadera paz por un largo tiempo. Como era de esperarse la curiosidad me ganó y me obligó a averiguar la identidad de la portadora de tan delicada voz. Allí fue donde me quedé estático, su piel extremadamente pálida contrastaba con el oscuro entorno que la rodeaba, sus cortas y onduladas hebras rosa pastel dejaban ver la base de su nuca, a partir de la cual un blanco vestido invernal la cubría hasta sus sonrosadas rodillas. Sus dedos viajaban sobre el instrumento cual brisa sobre las flores, haciendo de ella una imagen aun mas celestial cargada de concentración y sentimientos transmitidos a la nada con su música.

No sé en qué momento se detuvo, pero desperté de mi ensueño cuando ya estaba caminando hacia mí, dirigiendo su mirada miel expectante a la mía. Se detuvo a algunos pasos de distancia cruzada de brazos, dejando ver sus huesudas manos que culminaban en uñas cortas coloreadas de negro. No pude mirarla a los ojos cuando me habló.

—¿Es mucho pedir un poco de privacidad? —peguntó con un toque de enojo, esperando una justificación de mi parte por interrumpir involuntariamente su momento de inspiración. Y la entendía, pues igual me sentía cuando me ocurría lo mismo, pero ella no podría entenderme a mí ahora porque irrumpir ahí me fue inevitable.

—Perdoname... —La voz me salía apenas audible y carraspeé para continuar—. Yo justo pasaba por acá, planeaba practicar un poco también —Terminé de decir tímidamente, consciente de lo idiota que habría parecido sin saber qué decir y en tan nervioso estado.

Entonces su mirada se suavizó y logré ser capaz de mirarla un poco más a los ojos para enseguida distraerme con las pecas que tenían lugar bajo aquellas colmenas.

—Dejá, no pasa nada. Yo ya me iba —Hizo un ademán con la mano como restándole importancia y me regaló una débil sonrisa que mostraba arrepentimiento—. Eh... Nos vemos —Rápidamente salió de allí sin dejar señales de haberse encontrado en aquel lugar segundos antes.

Me senté en su lugar notando un apenas perceptible aroma floral como vago recuerdo de su perfume. Y luego de inhalarlo, me obligué a mí mismo a salir de aquel estado tan incómodo e inusual para concentrarme en lo mío.

Habría pasado tal vez una hora cuando los primeros estudiantes comenzaron a llegar tomando sus lugares, los imité en espera de Dimitrov. El viejo no se molestó en dirigirme la palabra esta vez, simplemente habló sobre la futura presentación, sobre la disciplina con la cual debíamos contar, puntualidad, nos recordó sobre detalles al tocar y muchas otras cosas que no tenía ganas de escuchar ese día.

Apenas terminó la clase me apuré a salir de ahí en busca de Lía. Esperé afuera de su salón hasta que salió a mi encuentro.

—¿Te quedaste dormida ahí adentro o que mierda pasó? —Bromeé por su demora intentando obtener una respuesta a ello simultáneamente.

—Callate... No banco más a la estúpida esa —Soltó un bufido de exasperación que solo me provocó una muy audible carcajada.

—Boluda, vas a morir de estrés si seguís en el grupo de Vanessa.

—Valeria —Me corrigió—. Por eso mismo cambié de grupo, las chicas con quienes estoy ahora son re macanudas y todavía ya tienen todo más organizado para el otro viernes —mencionó entusiasmada por pensar en el evento. A mí me gustaba la idea, disfrutaba de lo que hacía, pero no era algo que llamara demasiado la atención. En realidad nada lo hacía desde aquel día, hasta hoy.

—Me alegro mucho entonces, así voy a tener a mi mejor amiga un tiempito más para hacerme el aguante —La abrace sonriente recibiendo una risa de su parte.

—Desgraciadamente sí, Marquitos —Me devolvió el abrazo hasta llegar a la cantina para nutrirnos un poco.

Una vez sentados con nuestros almuerzos en mano empecé a trasladar mi mirada por todo el ambiente, en busca de algo desconocido. Algo que no encontré, o más bien alguien. Ella simplemente dejó un montón de dudas en mí, me había seducido con su simple presencia y eso me hacía sentir ridículo. La etapa de adolescente enamoradizo ya la había sufrido hace mucho y me encontraba lejos de algo igual, esto era diferente, "esto" era inexistente, entre ella y yo había puro desconocimiento. Me había dicho uno de esos "nos vemos" que la gente dice por decir, pero yo sí quería volver a verla.

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