Yayo - Lana del Rey
Observaba mi mano originar el movimiento circular de la cuchara en el café, con las tres cucharadas de azúcar disolviéndose en este para así endulzarme el día en algún sentido posible.
Era sábado por la tarde y las personas pasaban frente al ventanal del poblado local con amplias sonrisas de felicidad, probablemente producidas por el final de su jornada de trabajo. Eran personas acompañadas por sus familiares, sus mascotas y algunas otras en completa soledad al igual que yo, solo diferíamos en las infinitas bolsas cargadas de consumismo que ellos llevaban. Algunos las sostenían con dolor, como si el peso de algo tan innecesario les fuera arrojado a sus blanquecinos nudillos y rojizas falanges, a modo de venganza del universo.
Gozaba de mi café mientras leía algunas páginas del libro asignado para la clase de historia de la música, me encontraba en extraña armonía y emanaba entonces tranquilidad pura.
El reloj marcaba las cinco de la tarde indicándome que más de una hora había pasado en aquella posición. Decidí volver a casa por un camino un poco más largo esta vez, no tenía planes y el día prometía positividad para aquellos que disfrutaban de la calidez del ambiente; este no era mi caso pero tampoco quería morir por falta de movilidad corporal, ya que mi ejercicio rutinario se reducía a mis dedos sobre las teclas.
En medio del trayecto pasé por lo que parecía un bar subterráneo que tenía un llamativo letrero en la puerta. No era llamativo por el contraste de colores o un original diseño, sino por su contenido. Hoy habría noche de interpretación musical voluntaria y principalmente acústica, por lo cual quien quiera que desee ir con su instrumento e interpretar algo podría hacerlo. Obviamente no quería participar de ello, pero siempre gocé del talento ajeno y por esa razón decidí darme una vuelta más tarde.
Un par de horas y un baño después me dirigí a "La Taberna de Georgio", como se hacía llamar aquel lugar. La tenue luz y el armonioso sonido de un romántico jazz me adentró en un escenario agradable. La gente se encontraba esparcida entre pequeñas mesas circulares por todo el espacio, y al fondo un anciano de tez morena con un saxofón sobre el escenario era rodeado por un círculo de luz amarillenta que lo destacaba de lo demás.
Me senté con cautela en una de las mesas vacías alejadas del escenario, no me dificultó para nada en la vista ya que el espacio era bastante reducido.
—Bienvenido a La Taberna de Georgio, ¿quiere algo para tomar o comer? —Me sorprendió parcialmente esa desconocida voz chillona.
—Eh, una cerveza, por favor —Le pedí amablemente a la chica bajita que andaba con vasos y platos de allá para acá. Ella asintió con una amigable sonrisa y se fue moviendo sus grandes caderas en cada paso.
Unos minutos después, ya con cerveza en mano, el sonido del saxofón se disolvió en el silencio y seguido de los aplausos del público las luces se apagaron. Tomó su lugar un tipo alto, larguirucho, de quizás unos cuarenta y cinco años que comenzó a hablar detrás del micrófono.
—Démosle un segundo aplauso a Lucho por su participación —Comenzó a golpear sus manos entre sí y nosotros a imitarlo—. Ahora tenemos a alguien de la familia de la Taberna —continuó—; en su día libre Luna va a cantar y tocar un poco para nosotros.
Sonrío y luego de otra suave tanda de aplausos se retiró del escenario.
Luna... ¿Era posible tal grado de coincidencia en la vida? Nunca estuve seguro sobre la existencia del destino, ¿es este la causalidad de nuestras acciones o quizás un intangible libro en el cual se prescriben nuestros pasos? Seguramente jamás llegaría a saberlo con totalidad y eso era algo que no me quitaba un minuto de sueño.
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LUNA
RomanceHay tantas maneras de interpretar el vacío como causas de este. El vacío que deja un ser amado en su lugar es difícil de superar, pero si esa persona se fue por tu culpa y no volverá jamás, ese es casi imposible de llenar. Vacío que tengo la desgrac...