7. La mochila

30 5 3
                                    

Wish you were here - Pink Floyd

Aún en plena oscuridad todo daba vueltas, la nada daba vueltas, mi cabeza dolía tras los párpados que me impedían encandilarme. Pero, como buen ser humano que soy, los abrí. Allí mi cráneo estuvo a punto de estallar. Visualicé el ambiente que me rodeaba y confirmé que era mi dormitorio... ¿Cómo había llegado hasta allí?

Mis últimos recuerdos fueron el bar, botellas vacías de cerveza sobre la mesa y aquella pelirosa que me arrebataba horas de sueño y concentración. Recuerdo haber bailado, reído e incluso memorias de sollozos llegaron a mis oídos como si hubiera encendido una radio, sin poder observar de quién provenían.

Me senté con cuidado para evitar que las paredes de mi casa caigan sobre mi, y allí me levante de igual modo siendo interrumpido por el sonoro click de una cerradura.

Alguien había entrado a mi casa.

Con un leve temor me puse mi camiseta y me asomé para descubrir al intruso.

Ella me miró. Sus ojeras rebasaban sus pómulos, su cabello desaliñado y sus ojos rojizos y húmedos me contaban que algo andaba mal, aún llevaba la arrugada ropa del día anterior. Por el rabillo del ojo noté el nido de mantas en el sofá y allí fue cuando me di cuenta que ella me había mas o menos salvado la vida la noche del sábado acompañándome hasta acá.

Realmente esperaba no haber hecho nada estúpido, pero en aquel entonces solamente me importaba qué le había sucedido a la chica para que esté en tal estado.

—Eh, buen día —Saludó un tanto incómoda—; perdoname por volver pero...- Hizo una prolongada pausa cerrando los ojos, como buscando una solución a una maraña punzante de problemas que habitaba en su cabeza—. ¿Será que puedo quedarme un rato más? Es muy temprano y no tengo a donde ir.

Yo miré mi reloj casi por instinto y averigüé que eran las 6:30 am. Y gracias al nivel de idiotez que tenía la dicha de poseer, me quedé sin habla. Mudo como muchas de las otras veces que me decía algo inesperado.

—¿Sabés qué? Olvidate, perdón por joder —Apenas unos centímetros antes de llegar al pestillo de la puerta la detuve.

—No, no, eh... quedate. De verdad, podemos hacer algo para desayunar y mirar algo —Las palabras salieron peleándose entre ellas por la ansiedad, logrando así que apenas se me entendiera—. En realidad podemos hacer lo que quieras, solo sugería —Sonreí un poco tontamente.

—Bueno, gracias —Me sonrió de vuelta. Me sonrió incluso con su desgastado aspecto y la pena de su alma, pero lo hizo por mí.

Estábamos los dos en mi sofá, ambos con una infaltable taza de café y los pies sobre la mesita. Preparé para los dos un intento de huevos revueltos que afortunadamente le causaron gracia a Luna, ahora los comíamos plácidos mirando una de esas series de los noventa que pasaban en Warner.

Descubrí que teníamos algunas cosas en común, como la pasión por aquel amargo sabor con la misma proporción de azúcar, o la preferencia por las películas y series anteriores al año dos mil. Junto a ella el tiempo pasaba volando y seguía de largo, incluso haciendo cosas tan cotidianas como en ese momento.

—Che, ¿Tenés CD's? —preguntó en un corte televisivo mientras observaba con detenimiento, casi anhelo, mi aparato de música.

—Tengo algunos —Le dije cuando me acerqué al mueble a su lado—. ¿Qué querés escuchar?

—Lo que te guste más —respondió desde su lugar.

Puse el álbum «Wish You Where Here» de Pink Floyd y la canción homónima.

LUNA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora