5. Luna

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Cannon in D - Pachelbel

Mis piernas se movían a alta velocidad, casi con desesperación. El chico que se sentaba a mi lado apenas entendió mi reacción al culminar la presentación, pero no era mi prioridad entonces su nivel de compresión de la situación.

Cuando llegué a la parte trasera, donde se ubicaba todo alumno de piano o coro que sería parte de la presentación, la busqué. La busqué por toda la zona y no encontré rastros de ella. De repente alguien me tomó fuerte del brazo para acercarme a sí y darme un interminable abrazo que correspondí.

—¿Cómo estuve? —preguntó aún rodeando mi torso.

—Genial, de verdad cantaron hermoso —Afirmé con sinceridad mientras me separaba de ella.

—No sé, desafiné en una y tengo miedo de que se haya notado mucho —Bajó su mirada haciendo una mueca matizada de tristeza.

—¿Qué decís, Lía? —Fruncí el ceño al notar su estado y enseguida posé mis palmas en sus hombros—. Vos cantas divino, ya te lo dije un millón de veces y lo seguiría haciendo, si desafinaste te aseguro que ni yo ni nadie se dio cuenta. Dejate de pavadas.

Intenté animarla mirándola a los ojos, sonreí un poco para no parecer tan duro y ella finalmente me devolvió la sonrisa dejándome parcialmente satisfecho. Faltaba algo...

—Gracias, Marquitos, no sé qué haría sin vos —Su mirada desbordaba cariño.

—Y... para algo tengo que servir ¿no? —Enseguida fuimos interrumpidos por un carraspeo y al girar ciento ochenta grados averigüé su origen—. Te la dejo, nos vemos —Le guiñé un ojo a Fran dejándolo un poco incómodo, estos dos tenían que terminar juntos.

La distracción bien justificada no fue un problema para continuar con mi objetivo inicial. Allí volví a salir en su búsqueda mientras el evento seguía su curso. El inconveniente a resolver era que podría encontrarse en cualquier parte del edificio o incluso fuera de este, pero no perdía nada intentándolo.

Ya había pasado un rato buscando en todas las aulas a las que ella asistía de coro y en las de piano que podría estar, y nada. Una lamparita se prendió sobre mi cabeza y me hizo preguntarme por qué era tan estúpido.

Me encontraba llegando al baño de mujeres más cercano al anfiteatro, debatiendo conmigo mismo si entrar sería una buena idea o lo contrario. El debate se disolvió cuando un sonido proveniente de allí se hizo realmente audible en toda la zona, viajando en ondas sobre cada pared y llegando a cada rincón incluyendo mis oídos. Ya no dudé en entrar y confirmar que era ella la creadora de tales sollozos.

Apenas abrir la puerta no fui capaz de encontrarla ante mis ojos, pero unos pasos más tarde me enfrenté a un cubículo que resguardaba a aquel ángel del exterior, o al menos un poco ya que este estaba abierto dejándome apreciar y despreciar a la vez el espectáculo que se daba allí dentro.

La recuerdo sentada con los codos sobre sus rodillas, sus manos cubrían su rostro hasta que notó mi presencia y así lo liberaron quebrándome un poco por dentro.

No soporté un segundo más y me lancé a rodear sus omóplatos con mis brazos, inclinándome un poco para que su cabeza quede aproximadamente en mi pecho. Su reacción tardó un poco pero se hizo notar cuando empapó mi camiseta blanca con sus lágrimas, no me importó en lo absoluto. Ella se paró y se acomodó para presionar aun más fuerte el tronco de mi cuerpo con sus delicadas y huesudas manos, aquella situación me estaba matando a la vez que me hacía sentir una extraña satisfacción.

No tenía idea de lo que estaba sucediendo y tampoco me sentía con el derecho de saber. No pretendía que abriera su corazón conmigo, no esperaba mágicamente cautivarla tanto como ella a mí por mi simple presencia en el lugar y momento indicado; yo solo quería sentir la descarga de sus ahogadas emociones sobre mi pecho, sentir que estaba ayudándola en algo por más mínimo que sea. Deseaba que sepa que yo estaría ahí para ella aunque ni supiera mi nombre.

Y eso no se lo demostré con palabras sino con el hecho de retenerla con fuerza, uniendo así por unos minutos su corazón quebrantado, y acariciando suavemente su pálido cabello con mi mano derecha.

Aquellos sollozos que hace un momento me habían acercado a la muerte estaban ahora esfumándose en el ambiente, calmando a aquella criatura hasta que se separó de mí.

No me dio tiempo para decir nada ya que enseguida se dio la vuelta impidiéndome ver su rostro demacrado por el llanto, se dirigió a una mochila blanca que no había notado y sacó de ella la prenda que tanto conocía.

—Gracias —casi susurró y supe que era para que no notara su voz debilitada por los sollozos. Me tendió la campera y se apresuró a salir del baño, apenas me dio el tiempo para reaccionar antes de su partida.

—¿Cómo te llamás? —pregunté dubitativo. Su respuesta tardo solo unos segundos de más.

—Luna —Y cerró la puerta.

Me costó volver a la realidad luego de aquella instancia analizando lo sucedido y guardando con llave su nombre en alguna parte de mi cerebro. Y cuando miré mi reloj de muñeca un pre infarto se adueñó de mí.

Me dispuse a correr por los interminables pasillos lo más rápido posible, ignorando lo que sea que se encuentre a mi alrededor. Llegué a la parte trasera del escenario justo antes de que una voz envejecida y varonil anuncie mi nombre por los altavoces. Me tomé unos segundos extra para recuperar el aliento y concentrarme en lo mío, aunque sabía que lo último me sería extremadamente difícil.

Entonces salí del lugar para adentrarme al escenario mismo. Desde este era aún más visible la infinidad de personas que habitaba el lugar, cualquiera pensaría que moriría de nervios pero nada de aquello me importaba entonces. La imagen de Luna se adueñaba de mis pensamientos y en ella volqué toda mi concentración y mi motivación para ser útil por tercera vez en el día.

Me senté en un piano que desconocía y esto no produjo problema alguno al tocar aquella melodía que había practicado meses enteros de mi vida. Si tenía suerte la chica me estaba viendo desde alguna parte o por lo menos oyendo, transmitiría con mi melodía las penas acumuladas en el interior de ambos y ella me comprendería indirectamente al comprender la canción que interpretaba. Deslicé con gracia y pena mis dedos sobre el instrumento hasta que la música finalizó. Seguido de ello me levanté, asentí con la cabeza hacia el público y regresé junto a los demás.

El siguiente alumno comenzó a interpretar Cannon in D, sensibilizando un poco más mis emociones con esa canción tan adorada. Lía vino a mi encuentro para expresarme lo mucho le complacía escucharme tocar y lo bien que lo había hecho entonces pero mi mente estaba muy lejos de aquel anfiteatro. Me despedí amablemente de ella y Fran que mantenía una enorme sonrisa en el rostro quedándome con la intriga de su causa.

Estaba saliendo de la facultad rumbo a mi auto que se encontraba en una de las filas más cercanas del estacionamiento cuando noté la delgada figura de Luna apoyada sobre el capó. La niebla apenas lograba hacerla visible a tal distancia, ya casi era puramente de noche y las luces de los focos anclados a la estructura la rodeaban de un tenue resplandor. No sé si siempre se veía perfecta y caída de allá arriba o era producto de mi cerebro cautivado.

—Me encantó como tocaste —pronunció firmemente cuando estaba a unos pasos de ella. Aún se notaba su nerviosismo pero cualquier rastro de debilidad se había escapado de su rostro, si su maquillaje corrido no la delatara diría que no había llorado en años.

—Gracias... —No supe exactamente qué responder—. La canción es muy linda.

—Sí, pero la tocaste mejor —Sonrió y empezó a alejarse, dejándome por segunda vez en el día confuso en mi lugar.

—¡Para! Te llevo a tu casa —exclamé intentando detener o al menos aplazar su partida.

—No voy a casa —Me respondió riendo desde la lejanía.

—No importa, te llevo a donde quieras —Tal vez parecía desesperado y la realidad es que lo estaba, ella me tenía así.

—Nos vemos, Marcos —pronunció justo antes de perderse entre la niebla.

Por mi propio bien, esta vez lo tomé como una promesa y una casi tangible esperanza, al menos sabía mi nombre.

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