21. Día 5 / Reconciliación

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Mangel

El sol apenas esta empezando a entrar por mi ventana, debe ser temprano todavía. Me siento en la cama sin ganas de salir de ella, tengo mucha pereza. Empiezo a repasar los sucesos de la noche anterior, y sin poder evitarlo me empiezo a reír de lo patético que fue toda la situación. Aun no puedo creer que Ruben se haya puesto celoso de ese mesero, pero no puedo negar que esos celos los veo como algo positivo, esta siendo posesivo conmigo, quiere que sea nada mas de él, y esta de mas decir que eso es lo mejor que me puede pasar.

A mí no me interesa el mesero, ni ninguna otra persona en esta tierra. Mi corazón le pertenece a Ruben, quiero que lo entienda de una vez... Y como veo que los hechos no se lo han demostrado, se lo tendré que decir con palabras a ver si así recibe bien el mensaje.

Decido ir a tomar una ducha antes de que mi enojon favorito despierte, quiero arreglar las cosas con él. No quiero estar mal ni por celos ni por ningún otro motivo.

Termino de secar mi cabello con la toalla, la casa sigue en silencio. Salgo hacia el pasillo y me dirijo a enfrentar lo que sea que se encuentre en la otra habitación, espero que el cabreo de Ruben ya se haya esfumado, no quiero que empecemos la mañana mal.

Me paro frente a su cuarto y mi curiosidad aumenta, pego mi oído a la madera tratando de percibir alguna señal de que ya despertó.

-Ruben, ¿Puedo pasar? - Toco la puerta suavemente, no quiero despertarlo de mala manera.

-Ruben... - Toco un poco más fuerte. No quiero entrar sin su permiso, pero el muy necio sigue sin responderme.

-Rubius voy a entrar. - Esta vez cumplo mi amenaza y entro sin esperar su respuesta.

Las persianas de la ventana están cerradas al máximo impidiendo que los rayos del sol se filtre, me acerco a la pared para encender la luz.

-Rubius, ya despierta coño... - Corto la frase sin pensar, me quedo inmóvil, Ruben no esta aquí.

La angustia se me cuela por los poros, mi mente empieza a pensar lo peor. Todos los malos pensamientos que se le pueden ocurrir a una persona normal vienen a mi mente.

«Se ha escapado.»

«Me dejo.»

«Me abandono.»

«Me odia.»

«Ya no quiere estar conmigo.»

Siento como mi cuerpo empieza a marearse, mis terminaciones nerviosas están muy alteradas, tanto que no me puedo ni mover. Me siento en la cama y trato de tranquilizarme. No puede ser que Ruben me haya abandonado por una tontería así, no quiero creer que algo tan insignificante haya hecho que se rindiera.

Me llevo las manos a la cabeza, estoy desesperado, por mas que intento calmarme no lo consigo. Mi estúpido subconsciente no encuentra un mejor momento para lanzar varias dudas al aire.

«A lo mejor no se fue por el mesero, tal vez fuiste tú quien lo alejo, lo asustaste por llevar todo tan rápido. Lo estas presionando demasiado con tus besos y muestras de cariño, Tú lo hiciste huir.»

-NO, NO. No puede ser, ¡No!..

Saco de mi bolsillo mi móvil e intento llamarlo, un tibrazo, dos timbrazos y de repente el celular de Ruben empieza a sonar en el buró que tengo a un lado de mí. Esto no encaja, la teoría de que me abandono pierde sentido, el no se iría sin su móvil. Tiene que estar cerca, no se pudo haber ido así.

Con paso firme me dirijo hasta la calle, tengo que ir a buscarlo. Abro la puerta y el alma me regresa al cuerpo. Ruben esta sentado sobre la escalera de madera de enfrente, con una taza humeante de café sobre sus manos y mirando hacia el amanecer en un estado pensativo... ¿Una taza de café?.. Pero si el no toma café.




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