PROLOGO / CORREGIDO

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Hace mucho tiempo atrás, en un Olimpo ahora arrasado por la devastación, Zeus sostenía en sus brazos el cuerpo inerte de su amado Ganimedes. En su mente, el eco de las promesas de eternidad y felicidad resonaban dolorosamente, mientras la guerra los había separado de forma cruel, arrebatándole la mitad de su vida. Zeus, el soberano de los dioses, se encontraba enfrentando un dolor indescriptible, un dolor que ni siquiera la inmortalidad podía aliviar.

Las lágrimas recorrían su rostro, un rostro que rara vez había conocido el llanto. Pero este amor, esta pérdida, eran demasiado abrumadores. Ganimedes, su amado copero, su compañero en todas las eras por venir, había encontrado su fin en sus brazos. "Ganimedes", susurró Zeus con voz quebrada, como si el nombre mismo fuera un hechizo que pudiera traer de vuelta a su amante.

El Dios del Mar, Poseidón, se acercó a su hermano en duelo. Con un gesto de apoyo, apretó su hombro, ofreciéndole consuelo en silencio. "Zeus, hermanos, tenemos que irnos", insistió, señalando la destrucción que rodeaba el Olimpo. La magnificencia que una vez fue su hogar estaba ahora reducida a ruinas y escombros.

Pero Zeus no quería dejar atrás el último vestigio de su amor. "Yo me quedo aquí", susurró con determinación, como si de alguna manera su presencia pudiera cambiar la realidad. Poseidón, comprendiendo el deseo de su hermano, trató de persuadirlo a abandonar ese lugar de dolor. "Hermano, tenemos que seguir adelante. Nuestros amantes se han ido, pero debemos sobrevivir por ellos".

La tristeza se convirtió en ira, y Zeus liberó rayos que atravesaron los cielos del Olimpo, como si su furia pudiera deshacer la tragedia que lo rodeaba. "Tú no sabes lo que estoy sintiendo", rugió, su voz llevando el eco del trueno. "Ganimedes era mi todo, y ahora se ha ido".

Las palabras de Poseidón resonaron con sinceridad. "Ganimedes no querría que te rindieras así, Zeus. Debes encontrar una manera de seguir adelante, aunque sea por su memoria".

La agonía de Zeus se mezcló con la furia y el dolor. "No sé si puedo vivir sin él a mi lado", admitió, sus sollozos ya no tan desgarradores pero igualmente conmovedores.

Poseidón separó a Zeus del cuerpo de su amado, colocándolo con cuidado en una improvisada cama. "Ninguno de nosotros se recuperará fácilmente de esta pérdida, pero debemos encontrar la fuerza para seguir adelante", enfatizó, compartiendo la tristeza y la responsabilidad que todos sentían.

Mientras el Olimpo quedaba atrás, Zeus tomó la forma de un águila, descendiendo hacia el mundo que había compartido con Ganimedes. La destrucción a sus espaldas, los recuerdos inundaron su mente. Recordó la belleza de su amante, la sonrisa que lo hipnotizó desde el primer momento, y cómo su amor creció en cada mirada y cada gesto.

Zeus observó la constelación de Acuario en el cielo, una creación suya en honor a Ganimedes. Recordó cómo su amor lo llevó a realizar cosas que nunca antes había experimentado, cómo su corazón cambió cuando Ganimedes entró en su vida.

Aterrizando en tierra, Zeus decidió cambiar su apariencia. Sabía que debía vivir entre los humanos ahora, manteniendo su identidad oculta. El paso del tiempo había convertido a los dioses en leyendas, olvidados por la mayoría de los mortales. Con Poseidón a su lado, se alejaron del Olimpo en ruinas.

Finalmente, Zeus dirigió una última muestra de poder hacia el antiguo hogar que compartió con Ganimedes. Una erupción consumió lo que quedaba del Olimpo, el lugar donde habían vivido y amado. Pero, aunque el hogar había desaparecido, el amor que sentía por Ganimedes perduraba. "Siempre te amaré, mi amado Ganimedes", murmuró al viento, como un juramento que trascendería el tiempo y la eternidad.

AMANDOTE OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora