Capítulo 4

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He estado dando vueltas por la ciudad, viendo algunos monumentos preciosos y muchos autobuses de esos rojos y grandes que salen en las películas. Había viajado varias veces pero nunca los había visto hasta ahora.

Llego a casa por fin y abro la puerta.

—Hija —nada mas entrar escucho a mi padre llamar .  Tiene el pelo un tanto alborotado pero le queda bien, además aparenta menos de la edad que tiene. Su chaqueta negra se ve un poco arrugada, pero se mantiene bien.

—Qué pasa papá —hablo en forma de saludo.

—¿Qué haces? ¿ya has cenado?

—Sí he comido algo fuera, ahora llenaré la matricula 

—Ah, cierto —habla en voz baja, casi para él mismo cuando se acuerda, tendrá muchas cosas que pensar sobre su trabajo. Despues se acerca un poco— Vas a estudiar administración de empresas, ¿verdad?

—No papá —digo intentando mantener la calma— Además, ya hablamos sobre este tema. Sabes que no me gusta.

—Pero este trabajo nos da mucho dinero y toda la familia ha trabajo en esto.

—Sabes que quiero estudiar enfermería desde pequeña... Y no me importa el dinero ni quiero seguir los pasos de toda la familia —ruedo los ojos, ya enfadándome. Es increíble que insista en esto aún. Quiere controlarme de todas las formas posibles.

—Yo quiero que estudies administración de empresas y que trabajes en nuestras empresas, como siempre se ha hecho. Iris, hazme caso —él se estaba conteniendo pero poco iba a durar. Esta vez me mira un poco con ojos amenazantes.

—Papá... —insisto manteniendo mi postura, ésta vez no dejaré que se salga con la suya— Ya te he dicho que no me importa, haré lo que yo quiera con mi futuro y tu deberías de alegrarte.

—¿Debería alegrarme de que quieres estudiar enfermería? ¡Estás loca! Vas a ser la vergüenza de la familia — sentencia alzando la voz.

—Que digan lo que quieran, no voy a renunciar a mi sueño. Mucho menos a ti deberia importarte lo que digan.

—Pues ni pienses que voy a pagarte la universidad si no estudias lo que te digo, no voy a malgastar mi dinero.

—No me importa tu dinero, me pagaré mis estudios yo misma —digo y sigo sin poder pararme a mi misma. No sé dónde quedó mi autocontrol—Nunca piensas en mi, eres un mal padre —hablo casi gritando con voz dolida.

—¿Que yo soy un mal padre? Tú eres la mala hija que no quiere obedecerme, como debe ser.

—¡Esto es increíble! —chillo y él me mira expectante, dándome toda su atención— ¿Te parece de buen padre que no aceptes mínimamente lo que quiero estudiar? ¿Que te importe antes el dinero que mi felicidad? ¿Acaso te parece justo hacer lo que quieres con mi vida sin siquiera preguntarte si me gustará la idea? ¡Haces lo que te da la gana y eso no es posible! Así sólo conseguirás perder a la gente que quieres.

No quiero parecer dura ni nada, pero ésto es lo que hace mucho quise decirle. Él me observa con los ojos bien abiertos y antes de que diga nada, sigo hablando.

—Si ella estuviera aquí todo sería diferente, me respetaría y me apoyaría en cualquier decisión.

Ahora sí que se queda callado, con un brillo extraño en sus ojos. Rápidamente paso por su lado y subo las escaleras para que no me vea llorar. Detesto llorar delante de la gente y mucho más hacerlo cuando él lo ha provocado.

Me tiro a la cama y lloro silenciosamente. No me duele que no me quiera pagar la universidad, me duele que no respete mis decisiones. Siempre que intento acercarme más a él y que nuestra relación mejore, él consigue que vaya a peor.

Ahora tendré que pagarme yo misma la universidad. Tengo algunos ahorros guardados pero seguramente tenga que empezar a trabajar. Y no me cuesta, es más, prefiero no seguir dependiendo de su dinero y ganármelo yo misma.

...

Me despierto a las 7 de la mañana del lunes. Cuando tengo todo listo para iniciar mi primer día, bajo a desayunar y desgraciadamente, encuentro a mi padre sentado. Él me da una mirada rápida.

Me siento un poco alejada de mi padre. cojo el bote de nutella y empiezo a untarla en la tostada.

Mi padre interrumpe mis pensamientos sobre cómo sería casarme con un bote gigante de nutella y me dice que vaya a la universidad con Matt, el chófer. Pero se lo niego y sale enfadado de casa, dando un portazo.

Así termino mi desayuno y salgo de casa para empezar mi jornada.

Recorro algunas calles, miro la hora en mi móvil y son las 7:45, todavía  tengo un poco de tiempo. Lo gracioso sería llegar tarde mi primer día.

Cuando al fin llego, veo un edificio precioso y al parecer muy antiguo. Me fijo en la parte superior y en un cartel dice:

Universidad Henley.

Parece un castillo pero cuando me adentro observo que es todo lo contrario a lo que se divisa por fuera, es mucho más moderno. Paso por los pasillos y lo observo todo intentando encontrar el aula de la clase que tengo a primera hora.


De repente me siento observada y giro la cabeza hacia la derecha para encontrarme a unos chicos apoyados en la pared. No me da tiempo si quiera a contar cuántos son porque uno de ellos empieza a hablar:

—Que no me entere yo de que esas piernas pasan hambre —habla mirándome de forma morbosa, de arriba a abajo como si fuera un trozo de carne. Los demás se ríen del chiste y yo miro hacia abajo entendiendo que lo dice porque llevo falda y se me ve gran parte de las piernas. Pero tampoco es para tanto.

—¿Perdona? —sigo sorprendida frunciendo totalmente mi ceño, ¿quién se ha creído que es?

—¿Que intentas provocarnos para llevarte a uno de nosotros a la cama, eh zorrita? Porque estás para ponerte contra la pared —el mismo chico que empezó la conversación esboza una pervertida sonrisa, estudiándose mi cuerpo completo.

—¡Duro contra el muro! —chilla otro chico y todos ríen al unísono.

—Lo siento, no hay escorias como vosotros en mi lista de chicos que quiero llevar a mi cama —hablo con la mejor cara de asco que he podido sacar. Al ver que les he dado justo donde les duele, se me escapa una media sonrisa.

—¡Uooooooo! —grita otro hablando por primera vez, consiguiendo la atención de muchos otros estudiantes que pasaban cerca de nosotros.

Entre ellos hay un chico moreno muy alto, tiene un cuerpo atlético y se notan los músculos bajo su camiseta —céntrate, por favor— Tiene unos ojos verdes que te hipnotizan completamente, el pelo muy oscuro y un poco desordenado, que lo hacía aún más atractivo si es posible.

Todos siguen mirándome a todos los lados menos a la cara, pero él me observa fija y penetrantemente a los ojos, como si quisiera ver dentro de mi. Él ha sido el único que no ha hablado en todo este tiempo y tampoco se ha reído. La expresión de su rostro no cambia y mantiene su mirada y postura firme.

Le quito yo antes la mirada cuando me siento intimidada y al fin digo:    

—No pienso seguir malgastando mi tiempo con unos estúpidos como vosotros —termino y retomo el camino hacia adelante sintiendo sus miradas sobre mi. No iba a dejar que mi padre ni cualquier otra persona me estropeara mi primer día, ¡mucho menos unos cerdos salidos!

Llego hasta el final del pasillo y veo a mucha gente amontonada, pendientes de algo que no logro ver como si fuese un partido. Entonces me pica la curiosidad y decido acercarme para ver qué ocurre que es tan interesante.

Siempre A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora