Capítulo 15: Parte I

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Hace ya una semana desde la última vez que vi a Ansel. No ha asistido a clases en la universidad y tampoco lo he visto en la cafetería. Se supone que no debería ni siquiera interesarme lo que le ocurra pero mi mente me la juega y no puedo dejar de pensar en la posibilidad de que le haya pasado algo.

Matt está de intercambio en Italia y Allyson ha estado faltando a algunas clases. Continuamente se siente mal, pero no se deja ayudar y cuando le propongo la idea de ir al médico, en seguida la desecha diciendo que está bien y que es algo pasajero.

Veo a Alan a lo lejos, recogiendo algunos libros de su taquilla, pero ni rastro de Ansel. Me acerco a paso rápido hacia él y me apoyo en la taquilla de al lado.

—Hola Iris, ¿qué pasa? —pregunta él divertido.

Con Alan, han habido algunos encuentros por la universidad que han dado a tener cierta confianza como para venir a hablarle.

—Hola —le  saludo de vuelta con una sonrisa cansada.

—Ve al grano —dice, cerrando su taquilla. Yo le observo con los ojos entrecerrados.

En tan poco tiempo, Alan ya conoce algunas de mis expresiones.

—¿Sabes algo de Ansel? Ha estado toda la semana sin venir a la universidad.

Él se queda mirándome con una cara que no me da mucha confianza. Me muerdo el labio nerviosa, esperando por su respuesta.

 —¿Por qué quieres saberlo? Ya sabes que no le gusta que se metan en sus asuntos, será mejor que olvides el tema.

Sé que miente porque se le da muy mal y no es la primera vez que lo hace. Agarra bien su maleta y empieza a andar decidido a volver a clase.

 —¡Espera! —grito un poco y cuando lo alcanzo, ya que había estado andando bastante rápido, le agarro de la muñeca para detenerlo —Vamos Alan, sé que estás mintiendo. Dime qué pasa.

—No pasa nada Iris, he dicho que dejes el tema —dice serio, intentando intimidarme.

—Dejaré el tema si me dices la dirección de su casa —hablo rápidamente y él agranda un poco sus ojos— Por favor Alan, te daré lo que quieras a cambio.

—¿Lo que sea? ¿Cualquier cosa?

Asiento con la cabeza, Alan enarca sus cejas y me observa con una malvada sonrisa.

—Entonces... quiero un beso.

Entrecierro los ojos y niego con la cabeza. Él me mira ansioso por una respuesta.

—Está bien —sonríe de nuevo— Ahora dame la dirección de su casa.

— Pero antes prométeme que no te irás con la dirección y que me darás un beso.

—Te lo prometo —asiento repetidas veces con la cabeza, intentando convencerle. Alan es un chico fácil para sonsacarle cosas.

Escribe con boli en un papel pequeño y me lo entrega doblado varias veces.

—Ahí la tienes, no lo pierdas.

—¡Gracias! —hablo más alto y me inclino para depositar un pequeño beso en su mejilla derecha. Antes de que pueda retenerme, me alejo a paso rápido hacia mi próxima clase.

—¡Hey! ¡El beso era en la boca! —grita Alan desde su lugar

—¡Nunca dijiste eso! —me encojo de brazos y le doy una última sonrisa burlona.

***

No sé si esto está bien. No sé qué dirá Ansel cuando me vea en su puerta. A lo mejor es una mala idea pero, como siempre, prefiero arriesgarme.

Después de pagar al taxista, me fijo en el gran bloque de pisos que tengo en frente de mi. No es muy nuevo, parece que los pisos son algo antiguos y están desgastados.

Me preparo mentalmente y subo las escaleras hasta el piso correspondiente mientras mis piernas tiemblan un poco.

¿Es normal que esté tan nerviosa?

Cuando estoy frente a la puerta, miro por milésima vez el papel asegurándome de que no me he equivocado de piso, o incluso de bloque.

Toco la estropeada y vieja puerta con los nudillos tres veces seguidas ya que no hay timbre. Mientras más segundos pasan, más me impaciento y más crece mi nerviosismo. Al ver que nadie abre, vuelvo a tocar tres veces un poco más fuerte.

Pasan unos minutos y mis ilusiones se desvanecen completamente al ver que no hay respuesta. Me giro sobre mis talones y empiezo a caminar hacia las escaleras decidida a irme, hasta que el rechinar de una puerta me hace dar media vuelta.

Ansel mira hacia el lado izquierdo con el ceño fruncido, sin encontrar nada ni nadie. En cuanto gira hacia la derecha y nuestras miradas se encuentran, agranda un poco sus ojos.

Empiezo a acercarme lentamente sintiéndome un poco insegura, pero lo disimulo. Él no hace el mínimo ruido, sólo me observa sorprendido. Creo que podría haber sido peor.

Cuando estoy totalmente frente a él, me doy cuenta de que está sin camiseta, mostrándome sus abdominales. Sólo lleva unos pantalones vaqueros oscuros y su pelo alborotado lo hace más atractivo y sexy. Aunque yo sigo observándolo un poco descarada, pues es la primera vez que veo a Ansel sin camiseta. Y la verdad, no me arrepiento.

Creo que carraspea, pero estoy muy centrada observando todo su desnudo abdomen.

—¿Iris? —llama mi atención y al segundo fijo mi mirada en sus verdes ojos.

En cuanto veo su sonrisa burlona y su mirada divertida, me doy cuenta de lo ridícula que me he tenido que ver. En seguida un gran rubor se apodera de mi rostro.

Aclaro la garganta.

—Emh... Hola.

Él sobresale un poco la cabeza de la puerta y vuelve a observar hacia los lados, como si buscara a alguien.

—¿Ansel?

—¿Se puede saber qué haces aquí? — de nuevo se apoya en el umbral de la puerta, prestándome toda su atención.

Ruedo los ojos, irritada.

—¡Vaya Ansel, yo también me alegro mucho de verte! —digo, alzando las manos en un gesto muy típico de película.

Ahora él rueda los ojos también.

—¿No vas a invitarme a pasar? —pregunto sonoramente, con los brazos cruzados. Él me observa fijamente con los ojos entrecerrados, como si estuviera pensando una excusa para decir que no.

—Pasa —dice casi a regañadientes, haciéndose a un lado para dejarme entrar.

Doy unos pasos un poco insegura y nerviosa, es decir, por fin vería dónde vive Ansel.

A juzgar por el reducido salón y las pocas puertas que hay, puedo decir que es un piso bastante pequeño. No hay muchos muebles; lo justo y necesario. Él está a punto de decir algo pero una voz femenina le interrumpe.

Siempre A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora