Capítulo II

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Kai

Pude sentir la mirada penetrante de la chica nuevamente en mí. Me había estado observando hace rato, sin ninguna expresión en su delicado rostro. Para ser sincero, también me había detenido a mirarla cuando entró al salón. Era una chica de color castaño. Dueña de unos grandes ojos cafés y facciones delicadas y perfectas; casi podía ver lo que había detrás de esa corta falda, la cual estaba seguida de unas piernas tonificadas y bronceadas. Vi los ojos de mis compañeros salirse de sus órbitas al verla caminar, moviendo sus caderas de un lado a otro. Lo único que me gustaba de este maldito lugar eran las chicas, todas las chicas eran lindas allí. Lástima sus personalidades, pero daba igual.

-¿Has notado cómo te mira? -preguntó mi amigo SeHun, haciéndose notar con un codazo. Giré para verla y efectivamente, sus enormes ojos estaban clavados en mí. Cruzamos las miradas, sin embargo, ésta no desvió para nada sus ojos.
-Sé lo que quiere -dije pensando en que seguramente ella moría por meterse en mi cama y ser la envidia todas las demás- Pero no creo que tenga suerte. No hoy.
-No lo sé, es linda -agregó mi amigo mirándola de pies a cabeza.
-Sí, como sea -asentí indiferente- Todas aquí son lindas, no es tan diferente -concluí.

No me emocionaba que otra chica linda estuviera aquí, pero pensé que podía divertirme con ella, si es lo que quería.

Caminé con firmeza hacia donde se encontraba parada. Ella notó que me acercaba cada vez más y desvió la vista de mí. Reí al observar cómo sus mejillas se sonrojaban y se ponía nerviosa. Sí, solía causar ese efecto en las chicas.

Cuando por fin la tuve enfrente no dudé en hacerla enfadar. Tomé con ambas manos la falda entablonada de Maureen y la bajé con fuerza, dejando a la vista de todos un perfecto trasero y su ropa interior rosada. Reí con fuerzas y sentí las risas de los chicos tras de mí.

-Nada mal -dije observando, sin un poco de vergüenza. El color bronceado de su rostro ahora se había transformado un rojo potente. Sus ojos me miraron con furia, desafiantes. Eso me sorprendió, jamás una chica me había mirado de ese modo. Cumplida mi misión me alejé de ella, triunfante.
-¿Cuál es tu maldito problema, idiota? -sentí su dulce voz enfadada. Remarcó la última palabra. Volteé a verla, aún sin poder que ella estuviera hablándome así. Había puesto su falda en su lugar, y ahora me miraba fulminante con una mano en la cadera. Escuché que las risas pararon y ahora solo se escuchaban murmullos de la gente.
-No Mau, no -le susurraba su nueva amiga, temerosa.
-Déjame, ¿quién se cree este imbécil para hacerme eso? -dijo quitando el brazo de Minzy de su cuerpo- Pídeme perdón Kim.
-No sabes con quien te estás metiendo, preciosa.
-No me asustas.
-Ten cuidado con lo que dices.

Ella se acercó a mí sin temor alguno y dejó su mano grabada en mi mejilla de una bofetada. Reí irónico e incrédulo. Se alejó de mí más rápido de lo que imaginé. En un abrir y cerrar de ojos ella ya no estaba.

«¿Segura señorita Smith? Empezaste el juego, ahora debes jugarlo».

«¿Segura señorita Smith? Empezaste el juego, ahora debes jugarlo»

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