Capítulo XVIII

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Kai

«"Creo que me gustaría conocerlo. Y que pase lo que tenga que pasar"» aquellas palabras salieron de su boca como filosas flechas y dieron justo en mi corazón. Maldito órgano vital, ¿por qué tienes que doler? ¿Por qué no puedo simplemente arrancarte de mí y que me dejes en paz? Seguía sin entender el porqué de ese cosquilleo que se formaba en mi estómago cada vez que ella sonreía, o ese placentero escalofrío que recorría mi cuerpo cuando me tocaba, esa sonrisa absurda que se dibujaba en mí cada vez que ella ponía esos enormes ojos cafés sobre los míos. Me sentía rendido frente a ella, tan patético.

Entramos a 'Oliver's bar', era mi favorito. Krystal llevaba en su rostro una perfecta sonrisa y sus mejillas, naturalmente sonrojadas. JungKook tenía el ceño fruncido, como si estuviera algo irritado. Maureen revoleaba los ojos y resoplaba con fastidio. No les había agradado mucho mi interrupción.

-¿Qué tal, JiMin? -saludé a mi amigo, el barman del lugar, con un estreche de manos.
-Veo que trajiste otros amigos esta vez -observó a JungKook y a Maureen. Ellos le entregaron la más falsa de sus sonrisas- Y una nueva chica -agregó más bajo, mirando a la pelinegra que llevaba yo abrazada por la cintura. Me guiñó el ojo, divertido.
-Sí, bueno, hay que variar -dije. Creo que ese comentario no sonó muy bien, pero sin embargo, Krystal no se sintió ofendida para nada. Sino que fue Maureen la que puso sus ojos en blanco y me miró fulminante luego. Reí para mis adentros.
-¿Y entonces? ¿Qué van a pedir? -agregó sonriente.
-Una cerveza para mí -dijo la castaña pasando la mano por su cabello y acomodándose en una banqueta frente a la barra.
-Que sean dos -dijo JungKook, desganado.
-¿Qué hay de ti, preciosa? -miré a Krystal, con mi mirada seductora.
-Un jugo de naranja y ya -dijo tímida.
-Ya sabes lo que quiero, JiMin -él asintió con una sonrisa y entregó los pedidos.

Apreté mis dientes con fuerza al notar que JungKook pasaba su mano por la pierna de Maureen. Mientras tanto, ella se estremecía y sus mejillas tomaban un color carmín. De vez en cuando, él la miraba, insinuante, a lo que ella correspondía con una sonrisa absurda. Entendí que lo único que él buscaba era llevársela esa noche a su cama. ¡Maldito bastardo! Bueno... No podía decir nada, pues, yo andaba por las mismas con la pelinegra.

-Imbécil -pensé en voz alta. Las miradas de todos se clavaron en mí y yo no sabía qué excusa poner- Lo siento, yo... -vacilé- Iré a fumar, al rato vengo -me retiré de allí.

No quería quedarme en ese lugar. Y no se debía justamente a que me sentía un poco avergonzado. No, esta vez, los únicos culpables eran ese maldito JungKook y Maureen. No sé porqué pero no me gustaba ni un poco ver cómo se aprovechaba de mi amiga, del hecho de que ella estaba completamente embobada con él. Sentía que si me quedaba viéndolos un minuto más, alguien terminaría sin vida, y no me haría cargo de nada.

Acomodé mi chaqueta sobre mi cuerpo y encendí el cigarro, el cual estaba en mi boca. Cerca de allí había una especie de muelle, que daba a un lago. Coloqué mis antebrazos sobre la baranda, observando la calma del agua, mientras el humo me nublaba la visión.

Sentí una presencia acomodarse junto a mí. Sin necesidad de girar a ver, pude saber quién era. Reconocía ese perfume, y esa voz.

-¿Qué haces aquí? -pregunté ronco, sin mirarla.
-Me aburrí. Creo que Krystal va un paso adelante de mí con JungKook. ¡No han dejado de hablar! -rió amargamente y volvió su vista al lago.
-No tienes oportunidad ahora -dije sin un poco de amabilidad.
-¿De qué hablas?
-Vamos, Maureen. No tenías oportunidad con ese tipo. Lo único que quería era llevarte a la cama. Piénsalo. Si él quisiera algo más especial con alguien, no sería con una chica como tú. Tal vez, sí, con una chica como Krystal -espeté sin más.

Maldición, no debería haber dicho eso. Ahora me sentía una mierda. Sabía que en realidad no sentía que eso fuera verdad. Sabía que había hablado esa parte de mí que hace las cosas sin pensar, y luego se arrepiente.

La castaña tragó saliva. Me miró apenada, como si eso no fuera a causar ningún efecto en mí, cuando en realidad, por dentro, quería patearme con fuerza. Se dejó caer en el suelo, sentándose de espaldas a la baranda. Suspiró y bajó su vista al piso. Me senté junto a ella.

-Y-Yo, lo siento -balbuceé- No quise decir eso. Enserio.
-No, está bien. Es verdad. Tienes razón. Ella es como la chica de la película, ¿recuerdas? Buen cuerpo, linda, adorable, tímida, amable, femenina. Y luego estoy yo; arrogante, sarcástica, poco femenina, torpe. Te diría más, pero jamás terminaría. Nadie me elegiría sobre una chica como ella.
-Yo lo haría -pensé en voz alta de nuevo. Recé para que no haya oído eso.

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