Capítulo XVI

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Kai

El vienes próximo había llegado tan rápido que ni siquiera había podido darme cuenta. Miré la hora en mi móvil, eran las nueve y media. Recordé entonces mi cita con Krystal, la había olvidado por completo. Me dirigí rápidamente a darme una relajante y muy refrescante ducha. La necesitaba, realmente, me dolía la cabeza y la vista me daba vueltas. Alboroté un poco mis ya despeinados cabellos y tomé mi chaqueta de cuero negra. Me marché en mi auto en busca de la ojinegra.

Pude llegar sin problemas a su dirección, la misma que me había indicado. Ella me esperaba dentro de su gran casa con un vestido ajustado a sus marcadas y perfectas curvas, color azul, haciendo una hermosa combinación con su cautivadores ojos. Sonreí al verla. Amaba cuando las chicas se producían para mí.

La llevé a un fino restaurante que conocía, pues, ¿a qué otro lugar podría llevar a una chica como ella? Eso es lo que les gusta, lo que esperan.

-... Y entonces grité: "Tenemos el mismo vestido, no puede ser" -hablaba sin parar ella.

No había logrado seguir el hilo de que trataba de contarme. Simplemente, no me interesaba. No tardé en darme cuenta de que ella era otra de esas chicas a las que únicamente les interesa ropa, zapatos, chismes y chicos. Y es todo de lo que hablan. Era una de esas chicas con las cuáles suelo salir. Una de esas chicas con las cuáles sólo busco una noche, porque es todo lo que puedo soportar de ellas.

Me limitaba a asentir con la cabeza y a soltar de vez en cuanto un piropo acerca de su apariencia, haciendo que sus ya rosadas mejillas se sonrojaran. Por primera vez, quería que esto terminara tan rápido cómo empezó. Sólo quería llevarla a mi cama y divertirme un rato. Y fin de la historia.

Por más que tratara de concentrarme en la linda rubia que tenía delante de mis ojos había alguien más atormentando mi cabeza. Odiaba estar pensando en ella. Odiaba también que no estuviera junto a mí. Odiaba más pensar que desearía ser yo, al menos esta noche, ese tal Jeong JungKook. Odiaba necesitarla, porque no podía tenerla.

-¿Qué tal si salimos a dar una vuelta un rato? -pregunté a Krystal, una vez que terminamos nuestras comidas.

Hubiera preferido salir solo, pero no podía dejarla así como si nada. Aunque en realidad lo pensé. Pero no, no era buena idea. Ella asintió algo confundida, seguramente, lo que esperaba en ese momento era que nos marcháramos juntos a mi casa.

Hacía frío. Las manos de Krystal estaban heladas. Lo sé porque quiso tomarlas con las mías, pero antes de que pudiera hacerlo, encendí un cigarrillo que mantenía mi mano ocupada. Ella sólo pudo abrazar su perfecto cuerpo, cubriéndose así del aire fresco que corría por la ciudad de Seul.

-Kai -susurró ella al notar mi mala actitud.
-¿Sí? -contesté tratando de sonar amable, mientras llevaba el cigarro hasta mis labios.
-¿Ella te gusta, verdad?
-¿Qué? ¿De quién hablas?
-De Maureen.
-¿Estás loca? Es sólo mi amiga. Además, no es mi tipo -dije con un tono más nervioso- A mí me gustan las chicas lindas como tú -agregué más relajado. Ella se sonrojó y tomó un mechón de su lacio cabello para luego hacer bucles con su dedo.
-El modo en que la miras y te preocupas por ella. No tardé en notarlo, Kai.
-Tonterías -tragué saliva- Dejemos esta absurda conversación, y vamos a mi casa. ¿Sí? -asintió con una sonrisa satisfecha.

Me costaba escuchar eso. Tal vez, por el simple hecho de que era cierto.

No, esperen, no. Claro que no es cierto. Jamás me gustó una chica, ella no era la excepción. Jamás podría gustarme. Desde luego que no. Sólo me atrae que sea la única chica que nunca tendría. Es sólo atracción, nada de gustar. ¡Eso sería imposible!

-¡No puedo creerlo! -chilló, sacándome de mis pensamientos, Krystal- ¡Mira quién viene por allá! Bueno... Quiénes vienen.

Este era uno de esos momentos en los cuáles quieres que la tierra te trague. Quería correr, salir de allí.

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Chico Rudo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora