Capítulo VII

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Maureen

Me detuve a observar la fachada de la casa donde Kai se detuvo. Era pequeña, pero aún así hermosa. Las paredes blancas, las puertas y el tejado eran de un color azul marino muy oscuro. Los detalles de la puerta eran de color dorado reluciente, parecía una de esas casas que moldean para los pasteles. Quién lo diría, yo estaba en la puerta de la casa del chico más codiciado del Instituto, cualquier chica moriría de envidia. Reí para mis adentros al pensar en eso. A veces puedo ser tan patética.

-¿Piensas quedarte allí tragando lluvia toda la noche o vas a entrar? -gritó el moreno desde la puerta. Me acerqué con una risa irónica.

Observé el interior de la casa, mientras que Kai se ocupaba de colgar las llaves y encender las luces. Me sorprendí bastante al ver el lugar. Era todo lo contrario de lo que imaginé. Pulcro y ordenado.

-¿Entonces nos iremos ya? -pregunté apresurada.
-¿Acaso tienes miedo? -me miró de manera insinuante.
-¿Miedo a ti? Por favor, no seas iluso y vámonos.
-No pienses que vas a subirte así, mojada a mi auto. Aunque, de todas formas, conmigo como compañía, seguramente mojas el asiento -guiñó un ojo y se alejó de mí, dirigiéndose a quién sabe dónde.

Me acerqué a una especie de mesa alta donde se encontraban cuadros fotográficos de Kai de pequeño. Solté una risita al ver una foto donde salía algo serio, se veía divertido. Qué adorable y lindo era, ¿qué le pasó?

-¿Qué no te han dicho que las cosas ajenas no se tocan? -me sobresaltó la voz ronca de mi acompañante. Pegué un salto y devolví a su lugar la fotografía- Toma, ponte esto -dijo entregándome un pantalón deportivo que al parecer, a él le quedaba chico, una remera de mangas cortas y un buzo que a mí me quedaría de vestido.

Sin dudarlo fui a la habitación donde Kai me guió y me cambié. Moriría de hipotermia si seguía con mi vestido plomo completamente empapado. Salí y me desesperé al no encontrar a Kai, pude jurar que había sentido si presencia caminar cerca de mí mientras me cambiaba del otro lado de la puerta. ¿Dónde diablos se había metido?

Y entonces abrí una puerta que quizá no debería haber abierto. Allí se encontraba él; con el torso desnudo y su sonrisa que decía "Vamos nena, sé que te mueres por tocar mis abdominales". Llevé mis manos a mis ojos de forma infantil. Entreabrí mis dedos y lo miré nuevamente. Debía admitir que su cuerpo parecía tallado a mano por los mismísimos dioses.

Ooh resisten, HyunAh se metió en mi cuerpo o algo así. Yo no dije eso, no no y no.

-Veo que tampoco te enseñaron a tocar la puerta gatita. Pero te entiendo, no puedes resistirte a ver esto. ¿Verdad? -rió.
-Estás... -iba a decir desnudo pero las estúpidas palabras no salían de mi boca.
-¿Irresistible? ¿Hermoso? ¿Perfecto?
-Horrible -dije- Horrible es la palabra -dije por fin, desapareciendo la habitación.

Luego de cinco horas (o al menos eso me pareció), Kai salió la habitación. Sí, esta vez tenía ropa. Su inconfundible perfume podía sentirse a metros de distancia. Soltó una carcajada que me incomodó.

-Te ves patética con esa ropa. En serio, deberías verte -rió sin parar. Le dediqué una mirada fulminante y luego de unos largos segundos se detuvo, por fin.
-Genial. ¿Nos iremos ahora?
-Tranquila cariño, la noche está en pañales -dijo echándose sobre su sofá.

Bueno, creo que me secuestraron. Papá te amo, no sé qué será de mí esta noche, pero recuérdame como la hija ejemplar que no entraba a casa de adolescentes que conoció hace una semana. Sí, tal vez, estaba exagerando un poco.

 Sí, tal vez, estaba exagerando un poco

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