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Desperté de mi fantasía y aterricé de golpe en la triste realidad. Sus palabras me sentaron como un balde de agua fría. Mis piernas temblaron y me tambaleé, incluso estuve a punto de perder el equilibrio y caerme de bruces al suelo.


— ¿Casar? ¿Vas a casarte? —Dije muy sorprendido


Las palabras se me atascaron. Un gran nudo se formó en mi garganta. El jardín estaba silencioso, el sol brillaba con todo su esplendor en el cielo azul, secando las gotas de rocío sobre la hierba. Observé a Rachel mientras se me helaba la sangre en las venas y parecía congregarse en medio de mi pecho, oprimiéndolo. También se reunió allí el dolor penetrante antes de esparcirse por todas las fibras de mi ser. Contuve la respiración para impedir que siguiera derramándoseme por el cuerpo esa angustia insoportable; después cerré los ojos al rendirme a lo inevitable. Abriéndolos nuevamente con un esfuerzo sobrehumano, me atreví a mirarla a los ojos.



— Felicidades. —Dije sin expresión alguna


Rachel me miró, sorprendida por mi reacción, a la vez que yo desviaba mi atención a la hierba. Justo en ese momento se puso el sol, y la calle se oscureció. Ella se quedó quieta, mirándome, sin pronunciar palabra. Un silencio incómodo se formó entre ambos, y Rachel aprovechó para hablar.



—Me lo pidió anoche... Eres el primero en saberlo Ricky.



—Basta. Por favor. —Dije con tristeza



Rachel me miró sorprendida, y yo desvié la mirada a la línea del horizonte. Evité mirarla a los ojos mientras las lágrimas acudían a mis ojos. Con esfuerzo logré detenerlas, pero sabía que no iba a aguantar así mucho rato, así que decidí huir de allí.



Me di la vuelta y di un par de pasos, fingiendo estar muy interesado en la profunda grieta que empezaba en el tejado de su casa y acababa en los cimientos de la misma. Ya varias veces le había pedido que la arreglara, pero ella había dicho que era poco importante. Salí de mis pensamientos cuando Rachel me agarró firmemente del brazo, obligándome a girarme hacia ella. Apreté la mandíbula, intentando retener las lágrimas que ya habían empezado a caer de mis ojos. Me volví hacia ella, aún cabizbajo y sin alzar la cabeza.



— ¿Te pasa algo? —Pregunto curiosa


—No —me obligué a contestar— Estoy bien. Solo que... no me encuentro bien. Nos vemos mañana, ¿sí? —la abracé, intentando ocultar mis manos temblorosas— Adiós, enana.



Solo ver su rostro me hace daño. Es como si clavaran miles de dagas en mi pecho... La amo. Y¿ ella? Ella es feliz. Está prometida. Se va a casar. Soy su mejor amigo, nada más. Sé que no es mía. Porque aunque la ame profundamente, ella y yo nunca estaremos juntos.

Caminé lentamente hacia mi casa por una estrecha callejuela. Crucé la calle sin cuidado, y un coche se detuvo a centímetros de mí. Pero yo apenas me di cuenta. Seguí caminando, ajeno a todo, mientras las lágrimas caían por mi rostro, descontroladas.



Mi respiración se volvió más agitada. Cada vez me costaba más respirar. Un fuerte dolor agudo se congregó en el centro de mi pecho y se expandió por todo mi cuerpo. Mis párpados fueron obligados a cerrarse, y cuando los pude abrir, sentí un fuerte escozor. Muchas lágrimas cristalinas se agolparon en mis ojos, luchando por salir. Y a pesar de que intenté que eso no sucediera, no pude evitarlo.



Me acababa de estrellar contra la triste realidad.



Paré en un parque de niños, que por el aspecto descuidado, parecía estar abandonado. Me senté en un banco y subí las piernas, para poder rodeármelas con los brazos y enterrar el rostro en ellas. Lloré como jamás había llorado, dejando que las lágrimas cayeran de mis ojos, sin hacer nada por impedirlo. Tenía muchas lágrimas acumuladas, mucho sufrimiento que no había liberado.



Y fue en ese momento cuando me di cuenta de que siempre había estado aferrado a una ilusión, a una esperanza, esperando pacientemente a que ella se diera cuenta de que existo, de que estoy a su lado, de que la amo en silencio. De que sufro por ella, condenado a ser invisible a su lado.



Densos nubarrones se concentraron sobre mí y taparon la luz solar. La oscuridad me rodeó, haciéndome prisionero del dolor, condenándome cada vez más al sufrimiento.



Chris, mi mejor amigo, se aproximó a mí corriendo, con la respiración agitada y visiblemente preocupado.


— ¿Qué pasa? – le pregunté cuando estuvo lo suficientemente cerca.

—Se ha derrumbado, ¡se ha derrumbado! — Dijo asustado



—¿Qué se ha derrumbado? – Pregunté sin entender.


Su casa.



No tenía que explicarme nada más. Corrí con la sangre bombeando fuertemente en mi corazón. Recé para que no le hubiera pasado nada. Se lo había dicho, que esa grieta era peligrosa. Las lágrimas caían ahora más abundantes de mis ojos... Rachel... ¿le habría pasado algo?


Cuando llegué, se me paró la respiración. La casa estaba hecha ruinas, ya no había nada. Solo un montón de piedras. Los bomberos estaban sacando a Rachel de los cimientos. Esta magullada y cubierta de sangre... Se me paró el mundo al verla ahí. Mi madre, que estaba allí entre la multitud curiosa se acercó a mí e impidió que me cayera al suelo, rodeándome con sus brazos en un abrazo de consuelo.


Y junto a ella, lo sacaron a él. Su novio. Indudablemente muerto. A pesar de que yo no lo apreciaba, verle así me dolió.



Una ambulancia se la llevo mientras que los gritos horrorizados de la gente presente me hacían pitar los oídos. Corrí hacia mi coche, que esa misma mañana había dejado allí, y fui al hospital más cercano. Pregunté por ella en la puerta y me impidieron el paso a verla, alegando que estaba en estado crítico. Desesperado, la vista se me nubló al oír eso y caí desmayado.

...


Podía oír un llanto lejano. Un bebé, ¿tal vez? El sonido se fue aproximando hacia mí, lentamente, hasta que lo tuve justo a mi lado.



— Ricky...Ricky.


Sonreí al reconocer la voz de mi mamá e intenté abrir los ojos. Pero no pude. ¡¿Qué me pasaba?! Me relajé y lo intenté de nuevo, pero pesaban demasiado. Al tercer intento, mis ojos se abrieron lentamente. Pero cuando lo conseguí, tuve que cerrarlos debido a la intensa luz que había en la sala. Los entreabrí hasta que me acostumbre; una vez hecho eso, pude abrirlos en su totalidad y observar el rostro de mi madre, inclinado sobre mí.



— ¿Dónde estoy? — Pregunte confundido



—En el hospital, mi vida. Te desmayaste. Habías hecho un gran esfuerzo corriendo hasta aquí, ¡y no habías comido nada ¡durante días! Mi vida, tienes que cuidarte, no siempre voy a estar aquí para vigilarte. —Dijo mi madre


—Lo sé. — A duras penas me incorporé y abracé a mi madre.


— Además, este no es un buen sitio para hacerse el muerto—bromeó


Sonreí, y fue en ese momento cuando me acordé de lo que había pasado.

— ¿Y Rachel?

La sonrisa de mi madre se borró al instante, y con ella la mía.

— ¿Dónde está?

Mi madre permaneció en silencio.

— ¡¿Dónde está?! ¡Dímelo! ¡Necesito saberlo!

Alertados por mis gritos, llegaron varios enfermeros que me inmovilizaron. Estaba histérico, y nadie me decía nada. Me obligaron a tomar un tranquilizante y, en contra de mi voluntad, me quedé profundamente dormido.




A travéz de la ventana -Adaptada- Historia Corta(Ricky Olson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora