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Colgado de la barandilla, me quedé largo rato hasta que pude enderezarme y dar un impulso hacia el balcón. Subí con dificultad, una vez dentro, me apoyé en la barandilla y suspiré. Tras eso, miré hacia abajo. Llevaba puesta una gorra, y esta se cayó al jardín. Solté una maldición y tras ello, me volví hacia la habitación. Ya la recuperaría después.

Ella dormía, sin preocupaciones, dormía plácidamente, mientras yo la esperaba pacientemente. Una gran punzada de dolor en mi estómago hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas. Yo no le importaba. Quizás nunca le había importado.

Salí de allí lo más rápido que pude, bajando otra vez por el árbol, no puse atención a los ruidos, no me importaba, había ido a por explicaciones, pero ni siquiera tenía ganas de eso. Volví a mi casa, todos me esperaban, habían notado mi ausencia. Cabizbajo, entré al salón, donde todos seguían con la fiesta.

Mi madre sacó la torta de cumpleaños. Soplé las velas con desgana, me negué a tomarme fotografías, no quería recuerdos de ese horroroso día. No comí pastel, no me apetecía, para mí la fiesta ya había acabado. El peor cumpleaños de mi vida. Subí a mi habitación y me tumbé en la cama, sin cambiarme, mis amigos seguían abajo, tenía ganas de llorar pero ni siquiera podía así que abracé fuertemente la almohada, y tristemente, empecé a pensar en ella, en todo lo que habíamos pasado juntos. Era mi mejor amiga y yo para ella ya no era nada.

Esta vez las lágrimas si se apoderaron de mí. Lloré durante toda la noche, las lágrimas bajaban silenciosamente por mi rostro. No era nada para ella, esto se me repetía una y otra vez en mi mente.

Cuando se acercaba el amanecer me quedé al fin dormido, dormí durante varias horas, y cuando ya era casi mediodía, desperté. Abrí los ojos con dificultad, al levantarme me asomé al espejo, estaba totalmente despeinado y con los ojos rojos, estaba horrible.

Me peiné con los dedos y pasé al baño. Tras darme un largo baño y asearme, bajé a desayunar pero mis ojos estaban aún rojos, cabizbajo fui a la cocina, donde mi madre, que había decidido quedarse unos días, preparaba el desayuno. Me senté a la mesa y bajé la mirada, intentado que mi madre no me mirara a los ojos. Se notaba demasiado que había estado llorando toda la noche.

Pero mi madre me conocía demasiado.

— ¿Ricky?

— ¿mm? — Respondí evitándola

—Ricky, ¿puedes mirarme un momento a la cara? — Dijo seria

Lentamente levanté la cabeza, la miré un momento y volví a mi posición inicial.

—Ricky, ¿has estado llorando?

—No, no. — Trate de sonar convincente

—Mírame otra vez, por favor.

Levanté otra vez la cabeza. Esta vez mi madre me tomó el rostro con las manos y siguió el contorno de mis ojos con los dedos, mirándome fijamente.

— ¿Qué te pasó? Pregunto preocupada

No respondí, no porque no quisiera, sino porque tampoco sabía que responder, si decía que sí iban a empezar las preguntas incómodas si decía que no iba a ser muy obvio que estaba mintiendo. Mi madre entendió que no quería hablar de eso y se limitó simplemente a servirme el desayuno. Comí en silencio, cuando ya había terminado, me levanté.

—Tus regalos de cumpleaños de tus amigos siguen en el salón. No los tocaste ayer. Desapareciste y ni siquiera te divertiste con tus amigos.

—Voy a abrirlos. Después los llamaré y... les daré las gracias. — Dije dirigiéndome al salón

Ciertamente, había muchas cosas, tome el que más me llamó la atención, uno envuelto en un papel verde brillante, y con un gran lazo. Miré la etiqueta. "De Chris Cerulli". Sonreí, y me dispuse a abrirlo. Pero en ese momento sonó el timbre de la casa, así que lo volví a dejar en el montón y me dirigí a la entrada principal.

Suspiré pesadamente y me restregué los ojos con la manga de mi sudadera antes de abrir la puerta. Y allí, en el umbral, estaba ella. Con una sonrisa en el rostro y mi gorra en sus manos. La que había dejado la noche anterior en el jardín de su casa.

—Esto estaba en mi jardín. —Dijo tímida

En ese momento no supe lo que hacer. Se me hizo un nudo en la garganta, la rabia me inundó en ese momento, y tras coger bruscamente mi gorra de las manos de Rachel, cerré la puerta con un sonoro portazo.

A travéz de la ventana -Adaptada- Historia Corta(Ricky Olson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora