Quedan veinticinco días.
Lo único bueno de que Sofía sea animadora en el partido de baloncesto es que tengo la casa para mí sola, lo que significa que puedo usar el ordenador. Por lo general, nunca puedo usarlo. Al menos no sin que estén vigilándome.
En nuestra casa hay solo un ordenador y es de la Edad de Hielo. Va más lento que un perro de tres patas y el teclado está pegajoso por toda la papilla de frutas que Mark ha derramado encima.
Aunque mi madre crea que Steve es el hombre de sus sueños -un empresario rico, honesto y con éxito-, la verdad es que el hombre trabaja en una cadena de montaje en la fábrica de dentífricos Sparkle.
Sparkle, fabricante de segunda de pasta de dientes y enjuague bucal, es la empresa que, básicamente, sostiene la economía de Langston. No dudo que el trabajo de Steve sea una forma
honrada de ganarse la vida; hasta ahora ha logrado que no lo metan en la cárcel, que es más de lo que puede decirse sobre mi padre. Sin embargo, eso no significa que Steve pueda permitirse pagarnos un portátil a cada uno, y tenemos que aguantarnos con este cacharro.
Pero esta noche el cacharro es solo para mí.Entro en Camino hacia la paz. Solo para que se cargue la página de inicio debo esperar unos diez minutos; Steve tampoco cree necesario pagar por una conexión a internet de alta velocidad. En cuanto logro acceder a la página veo que tengo un mensaje de Robot Congelado:
Si de verdad vas en serio con todo esto, deberíamos acordar hora y lugar para quedar. Pero tienes que ir en serio. Paso de rajados de última hora.
LAURENNo me puedo creer que alguien que se ha puesto Robot Congelado como nombre de usuario insista tanto en que debo ir en serio. Por lo visto, su verdadero nombre es Lauren. No estoy muy segura de si es mejor que Robot Congelado. Me contengo para no hacer un chiste con su nombre.
Empiezo a responderle sin hacer jueguecitos de palabras con su nombre: «Voy tan en serio como un infarto. No, de verdad, no soy de las que se rajan a última hora. Como ya te he dicho, soy de Langston. ¿Dónde quieres que nos encontremos?».
Navego por la página un rato más. Según los tablones de anuncios, los compañeros de suicidio ElmoLluvioso y TBaker14155 han dado el paso. No sé cómo habrá obtenido VeranoSoviético231 esta información, pero es de esperar que Robot Congelado y yo tengamos el mismo éxito.
Me estremezco y trago saliva para deshacer el enorme nudo que se me ha formado en la garganta. ¡Dios!, todo esto es muy retorcido. Levanto la vista y miro al techo del comedor. Me pregunto si tendría agallas para ahorcarme. Si tuviera el valor necesario, no estaría metida en Camino hacia la paz.
El cacharro hace un ruido similar al timbre de la puerta. Me abalanzo de golpe sobre la pantalla y veo que Robot Congelado ha respondido. Parece que ella tampoco ha salido para ir a un partido de baloncesto. Abro el mensaje:
¿Qué te parece mañana por la tarde a las 17.30? Podemos encontrarnos en el puesto de cerveza casera de la carretera 136.
¿Sabes dónde está? En teoría debería estar bastante cerca de tu casa. Yo llevaré un beanie negro con letras blancas para que puedas reconocerme.
LAURENMe sorprende un poco que Robot Congelado, alias Lauren, quiera reunirse en un lugar tan público.
Supongo que eso significa que no es una asesina en serie, ni una violadora ni nada por el estilo. Aunque, en realidad, no estaría tan mal que fuera una asesina en serie. Al menos, todo acabaría rápido. A menos que sea una de esas a los que les va torturar a sus víctimas. Eso no estaría bien. No quiero sufrir una larga agonía; quiero una muerte fulminante. Así de cobarde soy yo.Le digo que mañana por la tarde a las 17.30 en el puesto de cerveza casera me va bien. Mañana saldré a las cinco del trabajo; mentiré a mi madre y le diré que me quedo a trabajar hasta tarde. Será fácil.
En realidad no me gusta el lugar que ha escogido Robot Congelado, pero no quiero empezar nuestra relación poniendo pegas. El puesto de cerveza casera es muy popular entre los chavales de la edad de mi hermana. Se llena hasta los topes después de los partidos de fútbol y de baloncesto. La sanimadoras comparten sus batidos helados y los jugadores de baloncesto engullen patatas fritas picantes con queso fundido por encima. En resumen, es un lugar nauseabundo.
Sobra decir que no es mi sitio favorito. Aunque ningún lugar lo es.Apago el ordenador y subo a la habitación. Saco el libro de física de la mochila.
Es raro, pero cuanto más cerca estoy de la muerte, más ganas tengo de aprender. Supongo que no quiero morir siendo una burra. Abro el cuaderno y copio los problemas del final del capítulo que el señor Scott nos ha puesto como deberes.
Hemos empezado una lección sobre la conservación de la energía. Según el señor Scott, la energía no se crea ni se destruye: solo se transforma. La energía potencial puede convertirse en energíacinética y luego volver a convertirse en energía potencial, pero no puede desaparecer así como así.
Para mí no tiene mucho sentido. Vuelvo a leer el primer problema práctico: «Un paracaidista con una masa corporal de 65 kilos se encuentra en un avión a 600 metros del suelo. ¿Cuál es la energíapotencial del paracaidista antes de saltar al vacío?».
Me tiembla el lápiz en la mano y tengo que reprimir las ganas de mordisquear la goma de la punta.El ejemplo del problema no es lo que me inquieta. Conozco la fórmula que debería aplicar y puedo hacer los cálculos con mi práctica calculadora. Lo que ocurre es que no logro imaginar adónde va toda esa energía cuando desaparecemos si no se destruye. Se me revuelve el estómago al pensarlo.
Redacto mi propio problema práctico: «Camila Cabello, 16 años, está colgando del techo a una altura de dos metros y medio del suelo. Pesa 52 kilos. ¿Cuánta energía potencial tiene? ¿Qué ocurre con esa energía cuando muere? ¿En qué se convierte?».
¿Un cuerpo muerto sigue teniendo energía potencial o esa energía se transforma en otra cosa?
¿Puede la energía potencial evaporarse y convertirse en nada?Esa es la pregunta para la que no tengo respuesta. Esa es la pregunta que me obsesiona.
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Mi corazón en los días grises (Camren) Adaptación
RomanceCada vez llego más y más alto, y oigo cómo cruje la estructura del columpio. - Ten cuidado - dice. - ¿Por qué? - No estoy pensando en tener cuidado. Estoy pensando en un último empujón, en soltarme, en salir volando y caer. - No puedes morirte sin m...