Elaine acarició el lomo del corcel con movimientos delicados y precisos, permitiendo que las yemas de sus dedos disfrutaran de la suave textura que producía su pelaje. El caballo apenas parecía notar su presencia, mantenía el hocico sumergido en el cauce del río de Beruna, bebiendo el agua que corría a gran velocidad gracias a las lluvias de los últimos días.
Bahir era el nombre que Lucy le había puesto. Se trataba de un animal con grandes y fuertes músculos, de pelaje café oscuro y una única mancha blancuzca que nacía en su hocico, extendiéndose a lo largo hasta llegar altura de sus ojos. No se trataba del mejor caballo con el que contaban los Pevensie, pero a Elaine le parecía perfecto.
En días pasados, cuando las reinas la habían invitado a cabalgar junto con ellas, Elaine había intentado montar por lo menos a un par más de corceles sin conseguir buenos resultados, sin embargo con Bahir era diferente; se sentía cómoda con él, era paciente a pesar de su apariencia salvaje y ambos se compaginaban a la perfección.
Esa primera noche de otoño la luna estaba casi llena, luciendo brillante en un cielo despejado, con las estrellas parpadeando incesantes a su alrededor. El viento soplaba sin mucha fuerza provocando que el sonido de la celebración que se estaba realizando a la distancia llegara amortiguado, terminando por mezclarse y desaparecer con eco del río.
En el valle de las ninfas todo era júbilo, había una alegría en el ambiente que difícilmente pasaba desapercibida, pero a pesar de eso Elaine no podía sentirse tranquila. Se daba cuenta que desde el incidente que la había llevado a Narnia una especie de nerviosismo siempre la acompañada, esperando la más pequeñas de las chispas para estallar, aunado a eso, el hecho de que se encontraba sola en el bosque de noche formaban la mezcla perfecta pero aumentar su ansiedad.
"¿Qué puede salir mal en una noche tan bonita como ésta" se repetía una y otra vez a sí misma para intentar convencerse, recordando que hasta ese momento el valle de las ninfas era considerado el lugar más seguro del reino, pues no se había registrado ningún ataque en él. Al parecer sus defensas eran demasiado eficaces para que un enemigo se atreviera a atravesarla.
Se apartó del caballo lentamente, procurando nos resbalar con el lodo que se acumulaba a la orilla del río y se giró en dirección al campamento de las ninfas; lo que durante el día había sido una serie de casas construidas a base hojas ahora no era más que un lugar en penumbra con ardientes fogatas que a la distancia lucían como grandes lenguas de fuego surgiendo desde la profundidad de la tierra, alzándose hacia las estrellas, al tiempo que se proyectaban duras sombras danzando a su alrededor, siguiendo el ritmo de los tambores.
En el fondo deseaba con todo el corazón regresar y unirse a la fiesta, podía llegar a amar la sensación que producía la música resonando dentro de su pecho, así como la libertad de su cuerpo moviendo a su ritmo. Y ciertamente en un principio había disfrutado de la celebración, incluso había llegado a olvidarse de todo lo que la afligía, pero el problema había comenzado cuando un grupo numeroso de minotauros se unió a la fiesta, provocando que cada una de sus terminaciones nerviosas se pusiera en alerta.
A pesar del tiempo que llevaba viviendo en Narnia, y de que en Cair Paravel solía encontrarse con una serie de minotauros, la imagen de estas criaturas aún le desataba una serie de sensaciones desagradables. No lograba dejar de asociar su presencia con la idea de peligro o con la inminente señal de una catástrofe acercándose. Esa era la razón por la que se había visto en la necesidad de alejarse de toda la algarabía; era preciso que despejara su mente y se tranquilizara, no quería perder el control de sí misma y arruinar la alegría de la noche.
Bahir terminó de beber agua y se alejó del rio la máxima distancia que le permitía la cuerda con la que Elaine lo mantenía atado al árbol más cercano. De inmediato ella volvía a llevar su atención hacia él, lo rodeó para colocarse justo debajo del árbol y recargó su espalda en el tronco con la vista perdida en la corriente de tintes platinados, a sus pies la llama de la lámpara que había llevado con ella desde el campamento titilaba.
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Las Crónicas de Narnia: Los hijos del tiempo
FanfictionDespués de una extraña noche Elaine despierta en un mundo que sólo debería de existir en las hojas de un libro y en la imaginación de quien lo lee. Alguien ha esperado su llegada y pronto se vera rodeada por el misterio, la duda y el amor. Las cosa...