Sombras en la oscuridad

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Niña de frente despejada e inocente,
y de ojos soñadores de maravilla!
aunque el tiempo sea fugaz, y nos aleje
a mí y a ti media vida,
tu adorable sonrisa acogerá encanta
la cariñosa ofrenda de un cuento de hadas.
Lewis CarrollAlicia a través del espejo.


Año 2012

La noche había caído sobre Reino Unido y tras una larga jornada, a las afueras de Londres, en el campamento Artem Caeli, varios niños totalmente agotados se reunían poco a poco alrededor de la fogata listo para escuchar las típicas historias de verano, aunque ese día en particular todos estaban demasiado agotados y en el fondo lo único que deseaban era ir a descansar.

Una chica de 18 años llamada Elaine se encontraba sentada en un tronco frente al fuego, sin despegar sus ojos oscuros de las flamas, a su lado se hallaba un chico de la misma edad, el cual dormitaba inquieto sobre el hombro de su amiga; su nombre era Jeremy.

Elaine soltó un suspiró cansado mientras tomaba inconsciente un mecho de su cabello castaño y lo llevaba tras su oreja, un segundo suspiro, aún más profundo que el anterior, escapó de sus labios antes de que introdujera la mano dentro de su chaqueta, y para su alivió, al observar la hora del teléfono móvil, comprobó que únicamente faltaban algunos minutos para que acabara la jornada.

Cuando ella y Jeremy habían aceptado trabajar en ese campamento durante las vacaciones de verano jamás imaginaron que terminarían totalmente cansados, adoloridos, pero sobre todo, deseando nunca volver a ver a un niño en sus vidas,  pues intentar controlar a grupos con decenas de ellos gritando y corriendo por todas partes era en definitiva una de las peores cosas que les podía haber pasado.

Elaine trató de pensar en el dinero que recibirían al terminar de trabajar en el campamento, pero ni siquiera eso fue suficiente para levantarle el ánimo. 

—¡Les gusta torturarnos¡ —soltó finalmente, haciendo que su amigo se incorpora de golpe

—Sabes que torturarnos es su actividad favorita —bromeó el chico tras un largo bostezo antes de revolver su propio cabello.

Ella bufó en respuesta y Jeremy volvió a recargarse en su hombro, pero antes de que éste tuviera tiempo para dormir de nuevo comenzaron a tomar su lugar en la fogata  los encargados principales del campamento.

—Y bien —comenzó a decir la directora  del lugar al sentarse. Se trataba de una mujer de casi 40 años, con algunas canas asomándose tras sus risos pelirrojos y de sonrisa amable—. ¿Quién quiere comenzar esta noche?

Todos los niños guardaron silencio, mirándose entre sí, algunos de ellos se mostraban visiblemente emocionado y llenos de energía para pasar la noche al rededor de la fogata, mientras que otros tantos parecían rogar que nadie hablara para poder irse de una vez por todas a sus cabañas.
Tras unos segundo de divagación dos niños de los más pequeños del campamento, levantaron lentamente la mano mostrándose un tanto nerviosos.

—Nosotros —comenzó a decir el mayor de ellos, pero al no saber cómo continuar miró a su amigo en busca de ayuda.

—Vimos... —dijo el otro hablando cada vez más despacio, jugueteando nervioso con sus manos y evitando mirar directamente a los ojos de la directora—. Vimos una animal muy extraño en el bosque, era... era como un monstruo.

Un gran cuchicheo se extendió alrededor de la fogata y la mujer se limitó a dejar que el rumor de las voces creciera, mirando al resto de los encargados del campamento con una gran sonrisa, como la que ponen los padres al escuchar alguna loca idea de sus hijos.

Las Crónicas de Narnia: Los hijos del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora