Capítulo 4

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¡Rayos! ¿Por qué me duele tanto el cuerpo?

Vamos ojos ábranse, tengo que despertar, pero no puedo, me pesan mucho los parpados. Al final de tantos intentos logro abrirlos, pero ¡Demonios! ¿Dónde estoy? No se parece en nada a mi habitación y ese ruido espantoso de tractor de donde proviene?

Cuando identifico de donde viene ese sonido, me jalo de los pelos. Es nada más y nada menos que Lucas roncando como león.

― ¡Despierta! Para de roncar― digo moviéndolo de un lado a otro.

― Para ya, loca.

―No me digas loca, ¿ adónde diablos me has traído?

― A un hotel― dice sentándose en la cama.

― No recuerdo nada― pues en efecto no sé cómo llegamos aquí.

― Como ibas a serlo, estabas totalmente ebria, no sabía que tenías problemas con la bebida― dice el odioso queriéndose hacer el gracioso.

― Para tu información, no tengo ningún problema, solo necesitaba sobrevivir a esa tortura que llaman boda, lo último que recuerdo es que... ¡Hay no!

―Me besaste.

―Pues no lo recuerdo ― sí que lo hago, todavía puedo ver la cara de furia de Odalis y luego nada ― ¿Porque no me llevaste al apartamento?― le pregunto para salir del penoso tema del beso.

― Veras, cuando la dueña del apartamento bebe tequila como si estuviera deshidratada y luego pierde el conocimiento, es difícil saber en dónde dejo las llaves.― dice cruzando los brazos sobre el pecho.

― Así que aprovechaste para traerme aquí, degenerado.

― Créeme, me sentía muy cansado y cabreado como para querer desflorarte.― dice el muy imbécil, hijo de la patria.

― No sé cómo podré aguantarte.― digo, trato de buscar mi teléfono y zapatos para salir de ahí, pero cuando lo hago veo que en una de las mesas esta mi tarjeta de crédito. Lo que no se es que hace aquí, la última vez que la vi estaba el mi bolsa. Voy a darme la vuelta, cuando dice:

― Si, tuve que pagar con tu tarjeta.― así tan fresco como una lechuga.

― ¿Qué tu hiciste qué?

― Que pague la habitación con tu tarjeta.

― ¿Usaste mi tarjeta para pagar una habitación de lujo en la cual dormí en el sillón, incomoda, mientras tú, roncabas como tractor cómodamente en la cama que yo pague?―no puedo creerlo, además de aguantarlo tengo que mantenerlo.

― Pensé que no querías compartir la cama― dice el sinvergüenza.

― Pensé que por lo menos eras caballeroso.

― ¿Y qué pretendías?― dice en tono ofendido.

― Por lo menos me hubieras dejado dormir en la cama, que yo pague.

― Deja de llorar, son solo unos cuantos dólares.

― Serán unos cuantos para ti, pero para mí no lo son, yo no nado en dinero como tú.

― Después del divorcio , lo harás.

― No quiero ni un solo cochino dólar, solo déjame en paz.― me encierro en el baño, la cereza del pastel es ver mi horrible cara con el maquillaje corrido, un mapache no podría ganarme. ¿Hay Anielka, en que te has metido? Me pregunto yo misma, solo espero que este tiempo pase volando, ya va un día, solo estaremos casados Quinientos setenta y ocho días. Mientras me doy un baño en la lujosa tina por la que yo pagué, reviso Facebook para distraerme un poco, pero poco me dura la relajación, cuando veo una foto, en la cual yo estoy besando a Lucas, varios de mis compañeros de universidad han comentado la foto, y hasta han enviado mensaje privados preguntando por qué no los invite a la boda, otros felicitándome, voy a matar a quien haya subido esta ridícula foto.

No te enamores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora