Capítulo 5. Deyanira conoce a Eben y a Rikkan y descubre la profecía

108 6 0
                                    

Después de dos días de camino, Deyanira y Pantalaimon llegaron a los bosques que rodeaban la ciudad de Kazul. Eran muy espesos y eso hizo sospechar a la elfa de que podrían haber bandidos acechando detrás de los árboles.

No andaba muy equivocada pues, tras pasar unos Vespertinos (unos árboles que podían cambiar de un lugar a otro a placer), apareció ante ellos un hombre con un pañuelo rojo en la cabeza, pantalones de cuero, una camisa sencilla y una espada en la mano.

-¡Alto! Dadme todo lo que tengáis o moriréis bajo mi espada.

Deyanira suspiró y pronunció ¡freno! El bandido empezó a moverse tan despacio que los pájaros se posaban en sus brazos.

La elfa lo ató y pronunció ¡prisa! y la velocidad del bandido volvió a la normalidad. Después, se retiró la capucha de la capa (la llevaba para que la gente no supiera que era una elfa).

-¡Una elfa maga! ¡Tienes que ayudarnos!-pidió el bandido en cuanto la vio.

-¿A quién? ¿A los ladrones como tú?-soltó Deyanira.

-No, la ciudad de Kazul está siendo atacada por un monstruo oscuro con forma de mujer.

-¿Por qué?

-Dice que busca a la princesa de los elfos, vuestra princesa-respondió desesperado. –Ha destruido mi casa y ya no me queda nada.

Tras el relato, Deyanira cambió su expresión de arrogancia. No dudó ni un instante en desatar al hombre, pronunciar ¡prisa! y dirigirse a la ciudad de Kazul.

La ciudad de Kazul era famosa por sus forjas y por la calidad de sus armaduras y escudos. La habilidad de los maestros enanos con el martillo y el yunque era incuestionable y gente de toda la región iba a visitar la ciudad para adquirir alguno de sus géneros.

Los enanos eran una especie de baja estatura, robustos y con barba. Carecían de magia, pero compensaban esa deficiencia con una fuerza inmensa.

La más famosa de las forjas era la del maestro Rolgar, que contaba con más de diez aprendices y forjaba las mejores armas (espadas y hachas) de toda la ciudad.

La rutina del maestro enano era siempre la misma; se levantaba con los primeros rayos de sol y trabajaba todo el día hasta el anochecer. Su oficial, (el encargado de la forja cuando él estaba ausente) Rikkan, era el que enseñaba a los nuevos aprendices el oficio de la herrería.

Ese día, el maestro Rolgar había ido a recoger un encargo para el gobernador de Kazul y Rikkan se había quedado haciendo inventario. Mientras examinaba que todo estuviera en orden, advirtió que había alguien o algo detrás de él pues veía su sombra en la pared.

Cuando giró la cabeza para decirle que la forja estaba cerrada, el súcubo lo agarró del cuello y lo elevó unos centímetros. Ahora, unos terribles ojos negros lo miraban con furia. El enano estaba tan muerto de miedo que al final no pudo más y se desmayó.

El súcubo empezó a destruirlo todo con el objetivo de encontrar a la elfa. Los habitantes de Kazul se veían impotentes porque si intentaban dañar al súcubo podrían lastimar también al oficial herrero. Un humano fue el que se decidió a actuar y corrió en busca de ayuda.

Deyanira llegó mientras la gente corría fuera de la ciudad para escapar de aquel monstruo. El espectáculo que veía en ese momento era increíble: no había edificio en la ciudad que no estuviera ardiendo y consumiéndose en las llamas.

Lo que más sorprendió a la elfa fue la criatura responsable de aquel holocausto. Tenía forma de mujer, pero también tenía garras y los cuernos de su cabeza le recordaban al garbock, el monstruo que había raptado a su padre.

Mundo misteriosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora